"¿Cómo está la situación política en Chile?", pregunta al teléfono Harold Bloom, desde New Haven, Connecticut. "Aquí la situación es terrible", agrega. Suena amargo. Suena crepuscular. El crítico literario estadounidense, acaso el más famoso del planeta, el autor del controvertido libro El canon occidental, arrastra las palabras para hablar de Barack Obama, el conservador Tea Party, Sebastián Piñera, del "fracaso de las religiones", la Biblia, Shakespeare, sus 81 años y, entonces, Bloom desliza su credo: "Lo único que nos queda es la literatura".
Habla en serio. Tan en serio que su último libro, The shadow of a great rock, es un intento de encontrar un asidero espiritual en la Biblia desde el punto de vista estético. Ahora, no es que Bloom sea un manojo de dudas: en 60 años y a contrapelo de los vaivenes relativistas posmodernos, el profesor de la Universidad de Yale ha desplegado una sólida visión del universo literario occidental, en la que Shakespeare, Dante, Cervantes, Whitman y unos pocos más, sostienen todo el tinglado.
Desde ahí, Bloom tuvo el arrojo de escribir El canon occidental (1994), donde separa el trigo de la paja y ordena, sin titubeos y estableciendo prioridades, la historia de la literatura. Con ese mapa de fondo publicó, el año pasado, Anatomía de la influencia, donde describe la relación de amor y odio que opera en la influencia literaria. Parte con esto: "La influencia es amor literario, templado por la defensa".
Al teléfono, Bloom lo pone de este modo: "Toma a cualquier gran autor. Pablo Neruda, por ejemplo, y su relación con Whitman. No se habría convertido en el poeta que fue sin Whitman, pero al mismo tiempo tuvo que alejarse de él. Renegar".
Fijado para lanzarse en español el 19 de octubre, Anatomía de la influencia es también un último puerto: "Es la culminación de mi trabajo como crítico literario. Mi primer libro fue publicado en 1957, hace más de medio siglo. Esta es la suma de mi trabajo", dice Bloom.
Se busca reemplazante
Hace 10 días, el profesor Bloom dedicó su clase en Yale a El rey Lear, de Shakespare, poco antes a Whitman y más atrás, a Melville, Emily Dickinson, Hart Crane. Puros clásicos. Pero el crítico también está atento a las novedades: "Roberto Bolaño tenía un talento extraordinario. Lástima que murió tan joven", dice. Y cuenta su relación con el autor de 2666: "Me escribió algunas cartas loquísimas. Me hablaba de las veces que me mencionó en artículos. Bromas, decía. Intercambiamos cartas, no demasiadas".
¿Leyó Libertad, de Jonathan Franzen? Fue considerada como la gran novela de los EE.UU. de hoy.
No para mí. Su novela anterior, Las correcciones, era básicamente un refrito de Thomas Pynchon y este libro es un intento muy frágil de dar cuenta de la actual situación de EE.UU. No creo que funcione. A los 81 años aprendes a ignorar el gusto contemporáneo.
¿Considera que existe algún escritor vivo tan influyente, como Joyce o Proust, a quienes usted valora en Anatomía de la influencia?
No, no creo que haya ningún autor que se acerque a ese nivel de importancia. En EE.UU. tenemos a Philip Roth, Don DeLillo, Cormac McCarthy y Pynchon, pero no se acercan al impacto de Joyce o Proust, quienes en el siglo XX son casi tan importantes como Shakespeare.
"Shakespeare es ineludible para todos los que vinieron después", escribe. ¿Aún perdura su impacto?
Es más importante que ninguno. Incluso, en países de habla hispana, la influencia de Shakespeare es indesmentible. Mi libro y todo mi trabajo de hecho, proviene de Shakespeare. También de Dante, Cervantes y pocos más, que son los mayores autores del mundo occidental.
Justamente, su libro El canon occidental y la lista final...
... Me gustaría corregir algo: la lista canónica fue hecha con lo que tenía en mi cabeza pocas horas antes de que entregara el libro, tras la insistente petición de mi editor y mi agente. No quería la lista en el libro, me gustaría que no estuviera. Tuve que hacerla tan rápido que quedaron fuera muchos grandes autores. No me gusta el uso que se hace hoy de esa lista.
Ese libro y esa lista hoy son el símbolo de su lucha contra las teorías literarias posmodernas.
A veces pienso que perdí mucho tiempo peleando contra este tipo de cosas. No tuvo sentido, los estudios literarios de todas maneras terminaron destruidos en las universidades occidentales. Me llegan cientos de cartas pidiéndome que siga dando la pelea. Pero ya no quiero darla, estoy cansado. Alguien tendrá que reemplazarme en el ring. Al final, no hay esperanzas. Las universidades ya no son academias humanistas.
Dice en Anatomía de la influencia que la literatura "da forma" a su vida. ¿Cómo un crítico vive literariamente?
Lo intento. Trato de que mis estudiantes vean que Shakespeare, Whitman, Melville, Crane, etc., son ejemplos de cómo vivir una vida espiritual. Las religiones occidentales, cualquiera que sea, judaísmo, el cristianismo y ciertamente el Islam, han fallado completamente. Se han convertido en política, terrorismo, intolerancia. Necesitamos una aprehensión estética de la Biblia, ya sea la hebrea, el Nuevo Testamento… Es gran literatura y, al mismo tiempo, la religión está tan dañada que creo que la única esperanza es el estudio literario. Piense en lo horrible que se ha convertido la política, piense en lo horrible que se ha convertido la religión, piense en lo árido y seco del camino que ha tomado la filosofía. Lo único que nos queda es la literatura.