STEVE Ballmer no es Steve Jobs. El presidente ejecutivo de Microsoft no es considerado lo que se dice un filósofo. Y aun así, en la reciente conferencia de desarrolladores de la compañía, resumió perspicazmente el lema de nuestros tiempos en un pertinente eslogan: "¡Más rápido! ¡Más rápido! ¡Más rápido!"
Ballmer puede haberse referido al desarrollo de nuevos productos o a la creación de sistemas operativos aún más veloces, pero la aceleración también se ha convertido en una meta universal en el mundo moderno. Es más que un mero fenómeno tecnológico, argumenta el sociólogo alemán Hartmut Rosa, profesor de la Universidad de Jena. Su ensayo "Beschleunigung und Entfremdung" (o "Aceleración y Alienación"), publicado recientemente, plantea que la aceleración es el elemento central de la modernización y, consecuentemente, el concepto clave de nuestra era.
Rosa diferencia entre la aceleración mecánica, la aceleración del cambio social y el ritmo acelerado de la vida cotidiana. El proceso de aceleración mecánica comenzó en el siglo XIX junto con la industrialización. Y en términos del tiempo que se requiere para cruzar el planeta, redujo efectivamente su cantidad a un sexto de su dimensión real.
Hoy en día la aceleración mecánica afecta especialmente al sector digital. Pero, paradójicamente, esto ha ido de la mano con la aceleración en el ritmo de vida. Aunque al reducir el tiempo requerido para llevar a cabo tareas, la aceleración mecánica pretendía otorgar más tiempo a los individuos, Rosa escribe que la sociedad moderna actual no disfruta de este mayor tiempo libre; por el contrario: los individuos sufren de una escasez crónica de tiempo.
La razón es nuestro deseo "de llevar a cabo tantas opciones como sea posible de la paleta infinita de posibilidades que la vida nos presenta", dice. Vivir la vida al máximo se ha vuelto el objetivo central de nuestra era. A la vez, este apetito por cosas nuevas puede no satisfacerse nunca: "No importa cuán rápidos seamos, la proporción de experiencias que tenemos se reduce continuamente frente a aquellas que nos perdemos". De acuerdo a Rosa, como resultado, más y más personas sufren depresión y agotamiento.
Su definición de cambio social utiliza un término que se origina del marxismo: alienación. Pero las críticas de Rosa no se dirigen contra las condiciones de la producción capitalista (a diferencia de las críticas previas a la modernidad industrial, el foco de Rosa no es el trabajo), sino contra la aceleración como metafenómeno resultante.
El libro de Rosa demuestra que este fenómeno se merece al menos tanta atención como la tan en boga expresión "globalización", especialmente porque la continua aceleración del cambio social conduce también a un cambio en los valores, estilos de vida y relaciones.
Conflicto y conservadurismo
Para añadir algo al planteamiento de Rosa, podría decirse que muchos conflictos modernos se originan en el hecho de que algunas personas simplemente ya no son capaces de entender el mundo en toda su complejidad. El resultado es un avance del conservadurismo, lo que se manifiesta de distintas formas. A veces se expresa en el tipo de violencia que ha sacudido al mundo islámico. Otras veces es dogmático, como puede verse en partes de Estados Unidos. O se revela en el deseo de recuperarse tras los rápidos cambios sociales, tecnológicos y económicos. En Alemania, ha contribuido a la muy citada idea de una "nueva era Biedermeier" bajo Angela Merkel (lo que alude a un período en la primera mitad del siglo XIX marcado por una vuelta a la esfera doméstica y lejos de los asuntos políticos).
El fenómeno tiene serias implicancias para las sociedades democráticas, escribe Rosa. El proceso de formación política se vuelve más tedioso a medida que los grupos sociales son más heterogéneos. Por lo mismo, la política difícilmente puede establecer el ritmo de cambio que la sociedad espera. Y se queda sólo con la tarea de domesticar sus efectos.
Insomnio y ansiedad
En comparación con el ámbito de la economía, donde los mercados financieros han sido expuestos a una drástica aceleración, la política parece ser más estática (defecto que fue incesantemente criticado por los líderes de opinión en el momento más álgido del neoliberalismo).
Debido a que la sociedad avanza a un ritmo todavía más rápido, las decisiones políticas también deben hacerse más rápidas. De acuerdo a Rosa, el resultado es evidente. Pero esto ya no es válido. Cada vez más son el resentimiento o las corazonadas irracionales los que dan la pauta. Con este telón de fondo, no es muy sorprendente que estrellas mediáticas como Arnold Schwarzenegger puedan lograr influencia política, o que el factor de seguridad de los políticos a menudo pese más que sus políticas. En Alemania, el repentino ascenso del ahora caído en desgracia ministro de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, parece ajustarse a esta narrativa, aunque él no es mencionado en el libro de Rosa.
Dado que el populismo de los políticos no es un fenómeno sólo del presente, sino parte de la historia mundial, la tesis de Rosa parece por momentos exagerada. Lo mismo su planteamiento de que en el acelerado mundo occidental más gente sufre de insomnio y ansiedad en comparación con Corea del Norte o Irak bajo Saddam Hussein (una afirmación para la cual Rosa falla en citar alguna evidencia).
El ensayo de Rosa culmina con la poderosa afirmación de que la aceleración es una nueva y abstracta forma de totalitarismo. En el siglo XVII, el filósofo Thomas Hobbes usó la metáfora de Leviatán para describir al Estado como un monstruo todopoderoso. En el texto de Rosa, la aceleración en todas sus manifestaciones se ha vuelto el nuevo Leviatán.
Pero Rosa no sugiere cómo domesticar al monstruo. Reconoce que: "Por el momento, ni siquiera tengo un esbozo rápido sobre cómo lograrlo".