La fatalidad rondó al Mundial de 1962 hasta el último día previo a la inauguración. Como estaba muy ocupado con los preparativos del evento, Ernesto "Negro" Alvear, el dirigente de Magallanes que tuvo la idea original de organizar una Copa del Mundo en Chile, tenía contratado un servicio de transporte escolar para trasladar a sus tres hijas entre el centro de Santiago y su casa en Puente Alto. Hace exactamente 50 años, el 29 de mayo de 1962, esa "liebre" tuvo un accidente. María Eugenia, la menor, salió proyectada a través de un vidrio; Soledad, la del medio, se fracturó varios dedos de un pie después de sufrir la caída de un asiento, sólo María Teresa, la mayor, salió ilesa.

"Me acuerdo de los titulares de los diarios, que decían 'sigue la mufa del Mundial'. Nadie lo podía creer", cuenta Soledad Alvear, hoy senadora DC, aludiendo a las muertes que ya habían enlutado al Comité Ejecutivo: Juan Pinto Durán (noviembre 1957) y Carlos Dittborn (28 de abril de 1962).

Al día siguiente, Alvear, con 12 años, igualmente asistió a la inauguración en el Nacional, junto a su papá. Recuerda haberlo visto llorar cuando por los altoparlantes se les rindió un homenaje a sus compañeros. "Fue muy emocionante, porque los hijos de Dittborn izaron las banderas de Chile y Suiza", recuerda.

Pablo, el segundo hijo de Carlos Dittborn, entonces de 15 años, recuerda que elevar el emblema suizo fue una tortura, pues tenía que sincronizar perfectamente el final de la canción con que la bandera estuviera en el tope del asta. El orgullo de ver realizada la obra de su padre estaba mezclado con la pena de no tenerlo allí, y de haberlo sentido ausente durante tantos años. "Fue una gran contradicción, porque nos dejó una carencia importante. Muchos de mis hermanos apenas alcanzaron a conocerlo", relata Pablo, hoy de 65 años, editor de Random House Mondadori.

Varios años después, Pablo entendió el valor de los contactos que había hecho su padre mientras organizaba el Mundial. Después de ser detenido tras el golpe de 1973, el militante MAPU decidió que debía irse del país. El destino sería México. Al enterarse de esta situación, Guillermo Cañedo, presidente de la federación de ese país, y vicepresidente de Televisa, llamó a Juanita Barros, la viuda de su amigo Dittborn, y le indicó que Pablo podía vivir con ellos por el tiempo que estimara conveniente.

"Yo era partidario de Allende, pero tengo claro que había mucha división. Sin ser historiador, creo que ni siquiera el 18 de septiembre de 1810 estaban todos de acuerdo. El Mundial del 62 fue el único evento en la historia de nuestro país que generó un 100% de adhesión", indica Dittborn.

Todo partió con la idea que el "Negro" Alvear tuvo durante los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952. "¿Por qué no organizar un evento similar en Chile?". El año siguiente, al enterarse de que en 1962 le correspondería a Sudamérica organizar el Mundial, propuso la idea en un Consejo de la Asociación Central de Fútbol, entonces dirigida por Dittborn. "Se le ocurrió como una forma de darle alegría a Chile. Ganaron milagrosamente la nominación y se pusieron a trabajar ad honórem", cuenta la ex ministra, cuyo padre también tuvo la difícil misión de convencer al presidente Jorge Alessandri de que se podía organizar el evento.

El trabajo verdaderamente duro comenzó después del congreso FIFA de Lisboa 1956, donde no fue pronunciada esa famosa frase de Dittborn: "Porque no tenemos nada, lo queremos hacer todo". "Mi mamá dice que la frase fue editada, pero eso no le resta méritos. Todos los grandes mitos de nuestro país están editados. ¿Acaso tú crees que la frase de Arturo Prat en el Combate Naval de Iquique fue textual?", plantea Pablo Dittborn.

La dedicación que demandaba organizar un Mundial le costó caro a su padre, pues en 1960 sufrió un problema de vesícula que lo tuvo al borde de la muerte en la Clínica de la UC. Su familia piensa que se descuidó producto de las actividades.

Durante ese mismo año se integró Ernesto Tironi como gerente ejecutivo del Comité. Su hijo, Eugenio, también recuerda que a su padre no se le veía más que a la hora de "once", y también compara la organización del Mundial con el 21 de Mayo. "Fue una proeza, una cosa titánica, como el abordaje de Prat. Eramos un país aislado que de pronto nos vimos en el centro del mundo", reflexiona el sociólogo.

La labor de los padres del Mundial marcó fuertemente a sus hijos, quienes en una buena cantidad también tomaron el camino del servicio público. Aunque pudo haber tenido fallas, todos están convencidos de que la historia los recuerda como héroes. "No sé qué dirigente deportivo actual sería despedido por la cantidad de gente que despidió a mi padre", dice Pablo Dittborn, uno que siente ese Mundial en la sangre, como algo propio más que como legado.