Señor director:

Respecto de un reciente editorial de este medio sobre el Impuesto Específico al Petróleo, me gustaría compartir algunas ideas.

Primero, este gravamen es de génesis ilegítima. Desde su instalación, poco del impuesto se usó para el fin declarado y hoy, con miles de kilómetros concesionados, sólo le queda el nombre y su carácter de tributo adicional al transporte. Se instaló en forma transitoria para restaurar caminos, pero sesgadamente eximió a empresas constructoras, ferroviarias, mineras, navieras, las mismas que tienen camiones transitando por vías públicas y descuentan el 100% del impuesto al diésel.

Segundo, términos como "contaminación, congestión y deterioro de la red vial" corresponden a un cliché carente de correlato real. Hemos hecho un esfuerzo para reemplazar vehículos antiguos por otros que cumplen las normas internacionales de emisión; como se dice que el mercado es el mejor asignador de recursos y corrige sus imperfecciones, el número de camiones tiene correlación directa con las necesidades de una economía abierta al mundo; para proteger caminos hay una norma de pesos máximos por eje y un sistema de romaneo vial para vehículos de carga, ley 19.171.

Tercero, hablar de "fomento de las empresas pequeñas que no son competitivas" es consideración ideológica. ¿Acaso se quiere que existan tres o cuatro empresas de transporte, como las cadenas de farmacia o retail, para que controlen el mercado y después ejerzan una posición monopólica ante proveedores o usuarios?

Estaré de acuerdo con un menor reintegro del impuesto cuando las relaciones entre actores dentro del mercado sean simétricas y el Estado elimine las distorsiones, es decir, cuando el mercado sea transparente.

Nelson Vergara Bórquez
Vicepresidente Agrecat Talcahuano