SE LE pueden hacer todo tipo de reparos a Büchi. Es complicado que diga que se va del país habiendo sido candidato presidencial en serio. Ya una vez se apunó escalando la "montaña", le vinieron las contradicciones vitales, renunció, y, sin embargo, volvió a ser candidato. Vale, no siempre se da a entender. Pero, que se le enrostre haber sido partidario de una dictadura es simplismo puro; si es por eso, más de la mitad de Chile de aquella época no debiera opinar de nada. Se podría pensar, incluso, lo contrario. Que el ex ministro al fin valore la seguridad jurídica, puede que hasta sea un avance. Es más, siendo la angustia no sólo de él, es una señal y no de cualquiera. No nos dejemos engañar tan livianamente: lo acallas y te acusas. La entrevista en Revista Capital es contundente, y que tiene un punto acerca de la incertidumbre de vivir en Chile, no se le puede negar.
¿Qué dice? Comienza sosteniendo que la actual administración quiere "reinventar" la sociedad y para ello se ha recurrido al asambleísmo, vendiendo la idea que los deseos se pueden convertir en "derechos", es decir, oportunismo demagógico. Difícil de desmentir. Se invita a "cabildo abierto" y es porque la máquina está hecha (se llama "cabildeo"), y, de ahí a "junta queremos", es un paso. Leo un editorial de un periódico online y me encuentro con la siguiente frase: "Para nadie es un secreto que a excepción de las épocas revolucionarias, el cambio de la constitución nunca aparece como una prioridad notoria". Indesmentible también, en especial cuando apunta a que sólo en "épocas revolucionarias" cunde este propósito que algunos denominan "activar la soberanía" o poder constituyente. Ello ocurre, y, sí, es como para preocuparse del populismo (el "lumpenprogresismo" lo llama Antonio Elorza refiriéndose a Podemos de Pablo Iglesias), de las minorías políticamente incorrectas que están ahí para marcar las horas del tic-tac que nadie detiene, y sálvese quien pueda. Büchi opta por irse.
Sumémosle que esto sucede en todo orden de cosas. En mi facultad ("de derecho") de nuevo en toma, sus autoridades -del rector y decano abajo- llaman a repudiar la acción de estudiantes organizados y violentistas. El Consejo de Facultad respalda "unánimemente" la versión oficial, incluso se nos ruega no hablar más de "tomas" y se sugiere el término "ocupación" en vez, como si fueran algo distinto. La semántica y las declaraciones dan para todo, también para contradicciones vitales. Esas mismas autoridades han sido tomistas en el pasado, han dado el ejemplo y ahora se ven sobrepasadas. Manifestar, entonces, que "la convivencia universitaria y el respetuoso intercambio de ideas" sería "lo propio de la Chile", y que hay que "dialogar" porque o si no los alumnos pueden incendiar la Facultad, suena forzado. Ésta, la misma facultad "de derecho" en que los alumnos aprobaron una moción que impediría que cualquier representante de Israel hable en la escuela. Entiendo, pues, el desvelo por la incerteza jurídica, no así el irse.
Alfredo Jocelyn-Holt
Historiador
Incertidumbres
<br>