Hace dos años, el pueblito alemán de Dorsten, al norte de Bonn y muy cerca de la frontera con Holanda, lloraba la muerte del sacerdote Josef Frindt, quien falleció a los 81 años. Pero lo que no sabían allí era que él tenía una doble vida: también trabajaba como informante para la policía secreta de la República Democrática Alemana, la Stasi. El religioso se llevó su secreto a la tumba.

La historia de Frindt, o más conocido como "Erich Neu" para los servicios secretos de la Alemania comunista, salió a la luz después que la Agencia Federal para los Archivos de la Stasi publicara un nuevo informe sobre el trabajo que realizaban los espías y agentes reclutados en Alemania Occidental para servir al gobierno comunista de Alemania del Este. La conclusión a que llegó el estudio es reveladora: deja claro y en evidencia el extenso trabajo y el nivel de infiltración del servicio de inteligencia de Alemania Oriental en Occidente.

Según publicó la revista alemana Der Spiegel, los espías estaban infiltrados en la mayoría de los estamentos del gobierno, Fuerzas Armadas, partidos políticos, organizaciones, empresas, universidades e iglesias. Así, para 1989, año de caída del Muro de Berlín, en el lado occidental había 1.929 ciudadanos de la Alemania Federal trabajando activamente para el gobierno de Erich Honecker.

En Dorsten no podían creer lo que la revista había publicado sobre Frindt. "A muchos les resultó imposible aceptarlo", aseguró un habitante local a Der Spiegel. Lo cierto es que Frindt por décadas espió a colegas y amigos, entre ellos a un sacerdote que trabajaba como profesor en Munster y que mostraba enormes capacidades intelectuales: Joseph Ratzinger, el actual Papa Benedicto XVI.

El estudio aclara que la Stasi reclutó a la mayoría de los espías en sectores industriales. Según Der Spiegel, esa era una forma de conocer los avances tecnológicos de Occidente. Además, buscaba nuevos informantes en estudiantes universitarios con proyección en política y negocios que podrían resultarle útiles en el futuro.

En ese sentido, la Stasi tuvo excelentes conexiones en el Partido Social Demócrata (SPD), donde 78 agentes estaban infiltrados. Trece de ellos incluso al interior de su comité ejecutivo del partido. La Unión Cristiano Demócrata (CDU), de Helmut Kohl y Angela Merkel, tampoco se salvó: 31 de sus militantes eran informantes comunistas. Hasta el partido ultraderechista NPD tuvo un espía de la RDA en su directiva, según el informe.

Incluso, un ayudante del canciller socialdemócrata Willy Brandt (1969-1974), llamado Günter Guillaume, resultó ser espía. El Servicio Alemán de Inteligencia, el Tribunal Constitucional y la Agencia Interior de Inteligencia también tenían espías dentro de sus filas.