Lo primero que llamó la atención a Alejandro Ibacache (47), mientras veía por televisión el funeral de Nelson Mandela, el pasado martes 10, fue la ausencia del tradicional signo del fallecido ex presidente sudafricano. "Es una imagen muy universal", cuenta este intérprete chileno de lengua de señas para personas sordas y quien se desempeña en el canal CNN Chile: "Se trata de una partidura de pelo, que él usaba desde que estuvo preso. Uno pone el puño derecho a la altura de la frente, esconde el pulgar, saca el dedo índice y simula un surco por la cabeza hacia atrás".
Aquel símbolo representa a Mandela, pero Ibacache no lo veía por ningún lado, pese a que allí, junto a los presidentes y autoridades de todo el mundo, había un supuesto experto en la materia, traduciendo los discursos para la población con disfunción auditiva.
El resto de la historia es conocida. Thamsanqa Jantjie (34) resultó ser un falso intérprete, que lo único que hizo fue repetir cuatro o cinco gestos incoherentes. El escándalo abrió el debate en Chile en torno a quiénes son los intérpretes calificados para lengua de sordos y dónde se acreditan. El mismo Ibacache, quien trabaja en este ámbito desde hace 25 años, es claro: "Pese a que hay gente muy idónea, no existe un programa de estudios (de pregrado), como en otros países, y es la misma comunidad de sordos la que identifica a los más profesionales".
Según cifras del Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis), en el país actualmente existen cerca de 300 mil personas que sufren de alguna disfunción auditiva compleja, equivalentes a alrededor del 2% de la población.
Su directora, María Ximena Rivas, destaca que "si bien aún no hay una lista única de intérpretes validados, estamos trabajando con esta comunidad en los criterios a considerar. Por ahora, tenemos un catastro de cerca de 60 expertos, se implementó el primer postítulo universitario en esta materia y apoyamos un programa piloto en la V Región, para acreditar a los intérpretes de esa zona".
El postítulo que menciona Rivas es dictado por la U. Metropolitana de Ciencias de la Educación. Su coordinadora, Ximena Acuña, destaca que "tiene una duración de tres semestres, con técnicas avanzadas y recursos sicológicos".
Uno de sus estudiantes es el profesor diferencial e intérprete Jesús Gahona. Dice que "hasta ahora, en Chile, los que se han formado en esta área lo han hecho obligados por las circunstancias, porque tienen algún familiar sordo o porque trabajan con agrupaciones ligadas a esta comunidad. Pero no tenemos un padrón consolidado de quiénes son competentes y quiénes no".
Andrea González es otra de las intérpretes conocidas en este medio. Trabaja para Anatel y a diario aparece en los noticiarios de la TV abierta. Su opinión es más crítica: "Un intérprete maneja a la perfección el alfabeto dactilológico, es decir, (la comunicación) con las manos, con los signos asociados a la lengua de sordos y con toda la comunicación corporal y gestual que esto implica. Eso no se logra en un año y medio".
Añade que "en Chile aún estamos en pañales. En Santiago tal vez no ocurren situaciones extremas como la de Sudáfrica, pero en regiones sí, pese a que hay gente muy capaz. Se han efectuado actividades, tanto en entidades públicas como privadas, con gente mal preparada, que no es capaz de entregar correctamente la información. Y no se sabe quién la recomendó. En otras ocasiones piden voluntarios. No lo toman como un trabajo".
El campo profesional, sin embargo, sí ha despertado cierto interés. El sicólogo Marcelo Salamanca, coordinador del curso de lengua y señas del Instituto de la Sordera, cuenta que "aquí llegan enfermeras, abogados y profesores que quieren desarrollar su manejo en esta lengua, porque tienen contacto con personas sordas".
En la Asociación de Sordos de Chile, su secretario general, Alexis Vergara, detalla que "nosotros validamos a personas facilitadoras de esta lengua, para que se desenvuelvan en su medio, pero no intérpretes. Eso es más complejo".







