Son diametralmente diferentes, tanto en tamaño, población y cultura. Sin embargo, China y Japón pertenecen a un mismo "club": ambas naciones son las superpotencias de Asia y durante décadas se han disputado la supremacía de ese continente, con varias guerras, invasiones y miles de muertos de por medio. Esta semana y tras décadas de liderazgo japonés, Beijing logró superar a su vecino como la segunda mayor economía del planeta. El hecho representa un importante capítulo en el marco de la difícil relación chino-japonesa.
Si bien el gobierno chino intentó ayer bajarle el perfil a su papel como la segunda potencia económica mundial, las cifras hablan por sí solas. Beijing superó a Japón luego de que Tokio reportó el lunes un PIB de un billón 286 mil millones de dólares, detrás del billón 335.000 millones del "gigante asiático". De esta manera, China destronó a su rival del sitial que ocupó durante los últimos 40 años. Además, China -el país más poblado del mundo con 1.338 millones de habitantes-, se convirtió recientemente en el primer exportador mundial, en el primer fabricante de automóviles y el primer productor de acero.
Pero las rivalidades no sólo han sido económicas, sino que también estratégicas y militares. De hecho, ambas naciones han protagonizado dos grandes conflictos armados. La primera guerra sino-japonesa tuvo lugar a fines del siglo XIX. Entre 1894 y 1895, China y Japón se enfrentaron por el control de la península coreana, un conflicto en el que Beijing no sólo tuvo que ceder el control de Taiwán y una serie de islas, sino que también la influencia sobre Corea. A este enfrentamiento se le conoce como Guerra Jiawu, ya que ocurrió en el año chino que lleva ese nombre.
Años más tarde, ya en el marco de la Segunda Guerra Mundial, China y Japón volvieron a enfrentarse. Aquel conflicto comenzó en 1937 después de que Tokio -que ya controlaba Manchuria y tenía enormes privilegios comerciales sobre esa región- decidió expandir su presencia hacia el norte y este de China. Para Beijing se trató de una "guerra de resistencia", aunque en un comienzo fue poco lo que pudo hacer el gobernante partido nacionalista Kuomintang. La primera consecuencia política para China fue que la guerra puso fin a los intentos de Chiang Kai-Shek por unificar el país. En menos de un año, las tropas niponas ocuparon parte importante de la franja costera china, hecho que les permitió controlar los principales puntos de producción.
A su vez, la crisis en el país forzó una alianza entre el Kuomintang con el Partido Comunista.
Pese a una serie de ofensivas chinas, Japón continuó su avance hacia el interior. Sólo en 1941, luego de la intervención de EE.UU. en la Segunda Guerra, se frenó la ofensiva de Tokio. También fueron clave las acciones de Moscú en Manchuria. El final de la guerra supuso el retiro de Japón del territorio chino. La segunda guerra sino-japonesa dejó 3,8 millones de bajas por el lado chino y 1,9 millones entre las fuerzas niponas. La tensión por la guerra continuó durante décadas debido a la disputa de una serie de islas, pero también porque Tokio se negó hasta esta semana a pedir disculpas por una serie de crímenes de guerra.