Los ojos como dos tajos, el pelo más enmarañado que en sus fotografías promocionales y un tazón de café con apenas el rastro de la borra: el británico Jake Bugg llegó ayer a Chile a las siete de la mañana y pasó de corrido, capeando el sueño antes de cumplir con su primer compromiso en la capital. El músico tocaba anoche en el Club Subterráneo de Providencia, en uno de los shows satélites del festival Lollapalooza. Hoy repetirá el truco, ahora frente a miles de personas y en espacio abierto (17.00 horas, en el Playstation Stage).
Dos oportunidades para defender la fama que lo precede: Bugg ha sido elevado al status de la nueva esperanza de la música británica, apoyándose en su precoz debut homónimo de 2012, cuando contaba con 18 años de edad, y canciones como Lightning bolt, que han motivado comparaciones destempladas con próceres del folk de la talla de Bob Dylan o Donovan. Nada de eso, sin embargo, le importa a la garzona del hotel que viene a pedirle que apague su cigarrillo. Bugg hace caso y su juventud asoma en las disculpas.
"Chile es bastante bonito, exceptuando las áreas de no fumar. Aparte de eso, me han tratado bien", comenta una vez solo. Su buen humor, advierte, se ha ido extinguiendo en la medida que le preguntan por ese título de "el nuevo Dylan".
A estas alturas, ¿ya tiene una respuesta preparada para cuando le hacen la comparación?
Bueno, soy de Inglaterra, así que tengo que lidiar con muchas preguntas idiotas. Siempre me lo preguntan, pero supongo que es por flojera. Es algo genérico. Pero no estoy interesado en ser nadie más que yo mismo. Es tan simple como eso.
Enfrentará dos públicos distintos. ¿Le es más cómodo alguno de los dos contextos?
Definitivamente los preparo de manera diferente. Cuando estoy solo, puedo tocar sets más largos y aunque suene a una obviedad, es bastante cool. Mañana (hoy) es un público de festival y la gente acude para entretenerse. Probablemente, habrán canciones más animadas.
Más allá de las comparaciones, su música hace referencia al folk de los 60, cuando había una escena vigorosa en torno al género. ¿Dónde pertenece hoy su música?
Estoy seguro que pertenece "a algo", pero a ninguna especie de escena. Seguro, el primer álbum tiene un montón de referencias a los años 60, pero creo que el segundo (Shangri La, de 2013) es más cercano a la música de los años setenta. En fin, yo me dedico a escuchar mucho blues, y es casi todo lo que puedo decir: blues.
¿La diferencia tiene que ver con que el segundo se grabó bajo una multinacional, con Rick Rubin de productor?
El primer disco me parece una colección de canciones, de demos. El segundo me parece más una entidad unitaria. Rubin es alguien que se preocupa genuinamente de la música. Fue todo muy relajado.
En una entrevista se quejó porque el sello le impuso trabajar con otros compositores.
He hecho buenos amigos y terminas confiando en el proceso. Podrían haber metido a un montón de personas y no haber resultado. En este caso, trabajé con gente y dimos con un disco que me gusta. Si es necesario para hacer lo que quiero hacer, entonces no me importa. Después de eso, puedo hacer lo que se me da la gana.
Además, era frecuente que los músicos empezaran sus carreras a los 20 años. ¿Por qué cree que en su caso, la edad es un asunto a destacar?
No lo sé. Nunca lo entendí como algo relevante. Lo que me queda es escribir, escribir y escribir, y supongo que llegará el momento en que la gente ya no repare en mi edad. Me haré viejo.
Muchos de sus referentes -Dylan, Neil Young, Paul Simon- miraron a Latinoamérica en algún momento. ¿Le parece una fuente de influencias interesante?
Sé que existe un montón de buena música, pero sinceramente no conozco nada. Ni de Chile ni de Sudamérica. Me parece interesante y estoy seguro que, cuando me dé el tiempo de buscar, hay muchas cosas para descubrir.
Y de sus compañeros de festival, ¿a quién espera descubrir?
No mucho, la verdad. No tengo idea quién toca, salvo un par de nombres. Si algo "me agarra la oreja", escucharé, pero lo dudo.