Sucedió a fines del siglo XIX. Después de ver el ensayo de una obra de Ibsen en el Teatro de Arte de Moscú, Chéjov se quejó: "Ibsen no es un dramaturgo. La vida no tiene nada que ver con eso". Para James Wood (62), probablemente el crítico literario de mayor impacto actualmente en EEUU, hay algo en esa escena que sintetiza hasta hoy el desafío del escritor. "Chéjov dijo esto hace 100 años, pero todavía es una queja radical, porque implica que la vida va delante del escritor, está justo fuera de su alcance, esperando a ser capturada de cualquier forma posible", asegura.

Wood podría ser el guardián del realismo. El último. Anda a la caza de esos raros momentos en que un libro parece rozar la verdadera intensidad de la vida. Cree que existen.

Nacido en Londres en 1947, estudió literatura en Cambridge, planeando ser escritor. Pero a los 27 años ya era el editor jefe de la sección de crítica literaria del diario The Guardian. Recién 30 años después publicaría su primera novela, The book against God (2003). A mediados de los 90 se mudó a EEUU, donde según él, hoy se escribe la "literatura en inglés más excitante" del planeta. Estuvo 12 años en la revista The New Republic y desde 2007, Wood brilla como la estrella de la crítica en The New Yorker.

Profesor de Harvard, Wood se ha ganado una reputación de francotirador de implacable claridad. Su larga lista de detractores tiene a la cabeza a Zadie Smith, la gran promesa de la literatura británica. Nueve años atrás, el crítico tituló una crítica de su novela Dientes blancos como Realismo histérico. Ahí, además de arrasar con Smith, disparó contra un par de vacas sagradas de la literatura posmoderna estadounidense: Thomas Pynchon, Don DeLillo, David Foster Wallace. Desmedidos hasta la impostura, según Wood. Cada vez que puede, Smith trata de "conservador" al crítico.

El último tiro de gracia de Wood fue contra Paul Auster, a quien virtualmente ridiculizó al reseñar su nueva novela, Invisible. "No lo leo hace cuatro, cinco años. Sé que me ataca", respondió Auster. "Es un reaccionario. Siri (Hustvedt), mi mujer, me llamó para contármelo. Dijo que era como si vas por la calle y un desconocido te suelta un puñetazo en la cara", agregó.

¿Un reaccionario? Wood duda: "En realidad, me interesa mucho más la literatura posmoderna de lo que parece". Y añade: "¡La verdad es que no me gusta tanto Flaubert! Sólo creo que es históricamente importante. No tengo una gran estima por el realismo convencional", agrega. La lista de sus estimados aparece en su libro recién publicado en español Los mecanismos de la ficción. Como se construye una novela (Ed. Gredos).

En 200 páginas, Wood disecciona pieza por pieza, a la manera de una relojero, el engranaje de una obra literaria. Sus aliados son Chéjov, Stendhal, Henry James, Saul Bellow, Marcel Proust, Tolstói, Joseph Conrad, Herman Melville, Philip Roth y V.S Naipaul, entre otros. Su canon. Ahí también se lee: "A David Foster Wallace se le da muy bien convertirse en el colmo del aburrimiento".

"Escribí Los mecanismos de la ficción como una forma de explicar cuál es el buen funcionamiento de la ficción. Escogí la mayor cantidad de grandes escritores que pude y traté de explicar pasajes de sus obras", cuenta Wood.

Chéjov y Tolstói son algunos de los escritores que más valora. ¿Qué lograron que los hace tan importantes?

Lo que me gusta de Tolstói y Chéjov es que tiraron por la borda la tiranía de la trama, toda la maquinaria de testamentos y herederos, coincidencia e hijos ilegítimos que componen la típica novela del siglo XIX. Tolstói mostró que era posible escribir sobre panoramas generales de la realidad, sin necesidad de exageraciones y melodramas, tan importantes para, por ejemplo, Dickens y Balzac. Tolstói bajó el ritmo de la vida y Chéjov hizo lo mismo: la vida fluye en vez de marchar.

¿Ve hoy escritores que se les comparen?

Probablemente no hay muchos, aunque V.S. Naipaul en su novela Una casa para el señor Biswas consigue el efecto de Tolstói. Quizás el que está más cerca es el director iraní Abbas Kiarostami, a quien reverencio. Tiene una inmensa paciencia, un inmenso tacto.

Ian McEwan dijo hace poco en Chile que parece imposible que hoy algún escritor pueda hacer lo que hacía Dickens. Según él: contener a toda la sociedad en sus libros. ¿Hay alguien que pueda hacerlo?

No sé si McEwan está en lo correcto. Hay literaturas en que la amplitud de Dickens parece posible. Pienso en la ficción india en inglés. Por ejemplo, enormes novelas de Rohinton Mistry, Vikram Seth y Vikram Chandra, que se ocupan de muchas clases sociales. Submundo, de DeLillo, fue en muchos sentidos una novela del siglo XIX. Pero McEwan quizás acierta en que la mayoría de los escritores ya no quieren escribir como Dickens. Y con buenas razones. Escribir como Dickens trae de vuelta una maquinaria sentimental y melodramática. El mejor ejemplo es Tom Wolfe, que se cree un Dickens contemporáneo y escribe libros vulgares.

Bellow y Naipaul son dos de los escritores contemporáneos que más valora. ¿Por qué?

Me gustan escritores como Bellow y Naipaul en parte porque en su trabajo no se pueden encontrar frases aburridas como: "Dejó su copa en la mesa y abandonó la sala". Son magníficos evadiendo esa clase de realismo convencional. Naipaul empezó su carrera como un realista y luego se puso deconstruir sus novelas: añadía extractos de diarios, textos de viajes. A través de su obra, siempre ha insistido en que el gran escritor debe romper las fórmulas. De alguna manera, ése es el posmodernismo que me interesa: tiende a ser metafísicamente grave y es formalmente lúdico, pero lingüística y filosóficamente sólido. Me refiero a escritores como Beckett, José Saramago, Philip Roth, WG Sebald, Thomas Bernhard, Julio Cortázar, Lydia Davis. Estoy hablando de características flexibles: ¿Son Harold Pinter y Coetzee (a ambos los admiro) posmodernos?

Romper las fórmulas

¿Le parece apropiado que le llamen un defensor del realismo? Parece una manera de calificarlo conservador.

No quiero defender el realismo; quiero defender lo real, lo verdadero. Lo verdadero puede ser dicho de muchas formas, no todas realistas. Es por eso que uno puede leer a Cortázar, Dickens, Graham Greene, Sebald, Joyce, Tolstói y Beckett, sin sentir que son escritores incompatibles. El realismo es una estilo literario específico que surgió en Francia en 1850; todavía opera en la ficción de detectives o en flojas películas de Hollywood. Pero lo real, lo verdadero, es difícil de encontrar y vale la pena buscarlo.

¿Qué es lo verdadero?

Me refiero a esos momentos en la ficción que parecen tocar nuestras vidas, que nos habla, que nos ayuda a comprender mejor lo que somos. Lo que me gusta de lo real, de lo verdadero, por sobre el realismo, es que desafía al escritor a romper continuamente las fórmulas.

¿Cuál es el problema con lo que llama "realismo histérico"?

El problema con el realismo histérico es que exagera lo real y termina entregando una mezcla de lo peor de dos mundos: procede como el realismo (la gramática esencial del realismo no cambia), pero carece de la fe en la realidad. De hecho, creo que es una forma bastante conservadora.

¿Hay grandes escritores en la literatura americana actual?

Quizás no haya ningún verdadero gran escritor americano dando vueltas, pero hay varios muy buenos y he disfrutado escribiendo de ellos en los últimos años. Me refiero a Philip Roth, Marilynne Robinson, Lydia David, Norman Rush, Cormac McCarthy, Richard Ford, Joseph O'Neill y Aleksandar Hemon.