Yo soy hijo único y tengo características de tal. No fue programado: mi madre perdió tres guagüitas antes que yo. Mi mujer sostiene que tengo muchos rasgos de hijo único. No fui sobreprotegido, siempre fui autónomo, viajé con amigos y solo varias veces. Mi infancia tuvo grados importantes de soledad. A los 13 años quise más hermanos. No me gustaba decir que era hijo único y cuando podía, inventaba que tenía más hermanos.

Para el golpe yo tenía 15 años. Convivía en un ambiente familiar, en donde miraron esos acontecimientos con alegría, y que se la transmitieron a un niño de 15. Yo, por mi propio andar, empecé a conocer la cara más oscura del golpe. Ese día me subí al techo del edificio, en Seminario, y sentí el paso de los aviones que bombardearon La Moneda.

Me acuerdo del verano del 74, en la casa del abogado Cruzat; yo era amigo de su hijo. El papá venía llegando del norte de Chile. Había defendido a una persona que había sido asesinada por la Caravana de la Muerte. Nos relató lo que había hecho la Dina y fueron cosas que yo nunca había escuchado. Quedé impactado, ese recuerdo me marca. A partir de ese momento comencé a entender lo que pasaba. Cuando ingresé a la universidad, ya era antidictadura.

Mi vida, como embajador en Ecuador fue notable, nos hizo bien como familia y como matrimonio. Trajimos de vuelta a un hijo, Raimundo; mi hijo menor es ecuatoriano. A veces pienso que los mejores tres años de mi vida fueron allá. Estábamos en una casa espectacular. A mí me encanta el tenis y allá había una cancha de tenis, jugaba dos veces al día. Vivíamos en una casa de 600 metros edificados y 3.000 de terreno, con cancha de tenis. Volvimos a Chile a nuestro departamento de 140 metros cuadrados.

En Ecuador convencí a un amigo, que era presidente de Liga Deportiva Universitaria de Quito, que se llevaran a un chileno como entrenador del primer equipo. Y yo le recomendé a Manuel Pellegrini. Ese fue el inicio de su carrera internacional. Ahí nos conocimos con Manuel, y jugamos tenis.

Soy católico, creo en Dios, soy de misa dominical. Rezo todas las noches un Padre Nuestro. Ayer rezamos con mi señora juntos, porque se nos perdió nuestro gato hace dos días, un gato chiquitito que nos habían regalado. Era un jodido, yo alegaba, porque rompía los muebles, pero lo terminé queriendo. Se llama Newman, por el personaje de Seinfeld. Un gran personaje.

Mi relación con los caballos es antigua y hereditaria. En la casa de mi abuela vivía mi tío, al que le gustaba la hípica y apostar. Cada vez que iba para allá se hablaba de carreras, estaba suscrito a una revista que se llama La huasca. Recuerdo que llegaban sus amigos, y a las 3 de la tarde se iba elegantísimo vestido al hipódromo a ver las carreras. En el colegio era amigo de personas ligadas a la hípica, Juan Antonio Coloma era amigo mío. Ibamos a las carreras. Nunca he tenido una adicción al juego, pero sí apuesto. Me carga el casino, por ejemplo.

Me gusta la hípica. Nunca he tenido un caballo de carrera yo solo, porque es muy caro. El primer caballo que tuvimos, "Julia María", la compramos entre varios y fue cuando salí de la Escuela de Derecho; unos de los socios fue Andrés Allamand. Ahora tengo una yegua que no es muy buena, entre dos amigos, y se llama "Nostalgia". Muchas cosas en mi vida tienen relación con el tango. Otro caballo se llama "Mano a mano", como el tango. De todos los caballos que he tenido, "Tango 1" ha sido el mejor. El único caballo que no ha tenido nombre relacionado con el tango fue "Calamaro" y en la segunda carrera se murió.

Yo fui feliz siendo diputado, pero tengo la convención absoluta de que ya se acabó. Doce años es más que suficiente. Mirando para atrás, fue una buena experiencia. Me gustó el trabajo con comisiones, se hace un buen trabajo, un buen ambiente. Me apasiona más lo legislativo que lo fiscalizador, lo de terreno. Los parlamentarios son escogidos para legislar bien, lo otro es secundario. Me temo que hoy se valora más la fiscalización que lo legislativo. Se puede ser un parlamentario conocido siendo sólo legislador.

Me gustaría enfrentar a Labbé. Si vuelve a ganar en estas elecciones municipales, me gustaría ser candidato. Un desafío, sería una buena pelea. Ojalá que no se dé, y que le ganemos ahora. En el futuro me veo también en lo privado, ejerciendo mi profesión, pensando en tener más paz, tranquilidad y tiempo para mí. Me veo ganando más lucas, porque aunque no lo crean, yo empecé en una época de mucha plenitud, estaba vinculado a los estudios de abogados y a los 34 me dediqué de cuerpo entero a la política.

No me gusta cocinar. Hago huevos con jamón. Veo con alegría cómo mis hijos cocinan, van a ser más felices. A mí me educaron de una manera muy machista, hay cosas que los hombres no hacen: los hombres no lloran ni cocinan. No tienen depre. Son puras huevadas. Amanecemos con depre y lloramos, pero así me criaron. No me puedo defender con ningún plato, no sé hacer ni arroz.

Cuando cumplimos 100 años con mi mujer, yo 51 y ella 49, nos fuimos a Europa. El 2007 viajamos solos, arrendamos un auto en Barcelona, llegamos a Venecia y tomamos un tren a Praga. Nunca había arrendado un auto, en una bomba de bencina eché diésel en vez de bencina y casi nos quedamos parados en un túnel. Nunca reconocí a los del auto que me había equivocado.

Aún no me recupero del cierre del Cine Tobalaba. Iba con mi mujer o iba solo. Me gustan las películas italianas, europeas, rusas, inglesas. Lo último que vi fue una película del atentado en Londres. Y lo cerraron. Una vez fui un día en que mi mujer estaba enferma en la clínica, con su quimioterapia. Yo iba al cine un rato. Había una función a la una, llegué 15 minutos antes y era la única entrada que se había vendido. El dueño se acercó y me preguntó si iba a ver la película. Le dije que sí y él me dijo que no esperara más, que la iban a poner altiro. S