Son casi 10 años. En 2005, Jorge Tacla comenzó un ciclo de pinturas titulado Identidades ocultas. En ellas el artista radicado en Nueva York explora diferentes aristas de la violencia, los conflictos sociales y sus huellas: desde el atentado a las Torres Gemelas a la Guerra Civil en Siria. Ahora trae una serie de 40 pinturas y 170 dibujos inspirados en la relación víctima-agresor, que serán exhibidos en el Museo de la Memoria.

Nacido en 1958, el pintor salió de Chile en 1981 y ha desarrollado una destacada trayectoria internacional. Tras participar en la Bienal de Venecia 2013, donde expuso dos cuadros de la serie, Tacla hizo una residencia en la Fundación Rockefeller de Bellagio, Italia. Allí trabajó en parte de las obras que exhibirá desde el 5 de junio en el museo.

La muestra sigue la línea de sus últimas exposiciones: arquitecturas y ciudades devastadas. En 2007 expuso en Chile obras inspiradas en el bombardeo de Beirut y en 2011, cuadros basados en la destrucción en Irak. Ahora profundiza en la relación víctima y agresor y, en sus palabras, alude a la condición múltiple de la naturaleza humana.

"Desde el 2005 hasta hoy, la evolución se ha dado conceptual y pictóricamente; en parte, por los referentes de lectura que ocupo cotidianamente, como, asimismo, por la repercusión que tienen en mi obra las imágenes invasivas y perturbadoras de la prensa", dice.

Son cuadros en óleo y cera y dibujos salidos de sus cuadernos personales, donde registró sus conversaciones con un filósofo, un psicólogo y un crítico de arte. "Estas obras me dan la posibilidad de trabajar desde la dimensión más íntima a la dimensión más global. Lo que me interesa de esta posibilidad es la estrecha trama donde conviven y se vinculan los traumas propios con aquellos de la sociedad".

Pese al tema de la exposición, en su obra no hay figuras humanas, sino más bien arquitecturas. ¿Cómo se traslada el tema a la tela?

Trabajo con los espacios que albergan a los seres humanos y sus acciones. En algunos casos, arquitecturas, generalmente en estado de escombros. No hay un traspaso representativo de lo teórico a la imagen. Las imágenes de estas construcciones se sitúan en el tiempo de la "perspectiva del después". La materialidad de estos trabajos cita nuestra propia materia, nuestra piel, trabajada con óleo y cera fría, haciendo de esta superficie un lugar sensible y vulnerable a las agresiones psicológicas y físicas.

Su obra siempre ha sido política y esta serie gira en torno a los efectos de la violencia. ¿Considera su trabajo como una denuncia?

La obra siempre tiene que ser una denuncia, pero no necesariamente tiene que ser por una causa política. En muchas de las obras maestras, la denuncia está basada en el cuestionamiento a la belleza.

Después de casi 10 años, ¿piensa ya cerrar el ciclo?

Este es uno de los temas que trabajo y no lo visualizo como un ciclo que se pueda cerrar. Ha sido un foco de interés desde muy temprano en mi vida y lo que me interesa también es la evolución de esta misma temática. Yo soy muy idiosincrático y ecléctico en la producción de mi trabajo. Trabajo en distintas series simultáneamente y me acerco a cada serie con una propuesta del quehacer diferente.

¿Ha pensado volver a Chile? ¿Le interesan los temas y la escena locales?

Vivo hace 32 años en Nueva York y constantemente viajo a Chile. Los temas locales siempre están presentes en mi trabajo, en algunos casos más visibles y en otros en su condición de esencia o memoria. Respecto de la escena artística en el país, hay muchos artistas que están haciendo trabajos muy interesantes y eso está repercutiendo en que el arte local está ganando espacios concretos en la escena internacional.