Talca, principios de los años 60. Un adolescente que no conocía ni a los Rolling Stones y vivía “sin ni un libro, ni un disco, apenas una radio” se enferma de hepatitis. Para enfrentar el reposo le llega un ejemplar de las obras completas de García Lorca. Ya no habría vuelta atrás. Desde entonces José Soza (66) no dejaría de pensar en actuar.
Este rostro, nariz y voz inconfundible de la televisión, el cine y el teatro llevaba un año sin pisar un escenario, hasta que regresó con El otro, montaje de Luis Guenel inspirado en El infarto del alma, de Diamela Eltit y Paz Errázuriz. La obra retrata el amor entre pacientes siquiátricos y Soza encarna a uno de ellos. Para interpretarlo, investigó sobre la esquizofrenia, se entrevistó con doctores, visitó el siquiátrico de Putaendo, sacó detalles de un filme de Peter Greenaway, de un esquizofrénico que vive cerca de su casa y de uno que vio en un reportaje; trabajó fuera de ensayo con su pareja en la obra (Paola Lattus) y acudió a su experiencia como "pasto de sicólogos y siquiatras".
¿Cuándo estuvo listo el personaje?
Cuando decidí ser un sinvergüenza y cobrar el sueldo sin hacer nada (se ríe). De hecho, me dijo Luis que ya no le pusiera más cosas, y no podía creerlo, ¡si pensaba que me faltaba tanto! Y de repente me dije: lo que le falta a este personaje es que no haga nada, no tengo que explicárselo a nadie. He logrado avanzar en una especie de despojo, lo que he buscado hace años y me ha costado mucho.
¿Es doloroso interpretarlo?
No, pero para decir eso hay que estar más o menos sano de la mente, no pelar el cable, que me ha pasado en varias obras. Estaba ese miedo, porque antes se me juntaban las experiencias de los personajes con mis propias experiencias y hacíamos cortocircuito muy fuerte. Siempre he tenido que ir acomodando mi metodología, porque soy muy trabajólico. Son muchas las preguntas y necesito o necesitaba muchas respuestas. Ahora estoy comenzando a gozar de las interrogantes. Ojalá que sea cierto y dure.
¿Hoy se siente mejor actor?
No; al contrario, he tenido miedo de no poder actuar y no tener la respuesta del público que casi siempre he tenido.
Pero actuar así, con despojo, es signo de seguridad.
Yo creo, ah. Si no de seguridad, de estar reconciliado o reconciliándome conmigo mismo. Como decir “pobrecito, no te autocritiques tanto (ríe), tranquilízate, es muy poco lo que tienes que hacer para lograr más”. En ese sentido, sí es seguridad.
¿Qué significa la actuación para Ud.?
Es todo, atraviesa toda mi vida. ¡Es lo único que quiero, es lo único que pienso! ¡Lo único que pienso, todo el día a toda hora!
¿En sus crisis depresivas ha pensado dejar de actuar?
No, lo único que he querido es salir de la crisis para hacer teatro. Y lo que me ha asustado es que no pueda hacerlo.
¿Teatro, cine o televisión?
Me gusta actuar, entonces ojalá hacerlo en esos tres formatos y en otro, si es que aparece por ahí.
Hoy Soza está en cine y teatro. En marzo filmó Joselito, filme de Bárbara Pestán y Javiera Véliz que se estrenará el 2013. En septiembre comenzarán los ensayos de Bailando para ojos muertos, obra de Juan Radrigán, dirigida por Víctor Carrasco. Además, está armando compañía y buscando textos, porque quiere debutar como director el 2013. "Tengo una opinión crítica y autocrítica, entonces más vale hacer algo y hacerlo como un aporte. Aunque no voy a dejar de lado la actuación, que es mi vida", cuenta. Y en televisión "no me han llamado, deben tenerme castigado", bromea. El castigo sería por el juicio que ganó el 2011 contra TVN, exigiendo el pago de sus cotizaciones de 1991 a 2009.
¿Tuvo algún costo el juicio?
Perdí una fuente de trabajo importante que era TVN. Pero gané en diversificación.
¿Se le complicó la vida?
Sí, sí, económicamente sobre todo. Pero hay mucha gente que vive así, eso he tenido que aprender. Ahora ya estoy más tranquilo, porque han ido saliendo peguitas. No son los sueldos de la televisión, pero uno como actor no quiere ser millonario, quiere vivir bien para actuar. Lo que sí, sigo gastando en salud.
¿Y cómo está ahora?
Más mejor (se ríe). Esta actuación en El otro habla de mi sanidad mental. Hay que estar muy firme.