Juan Downey (1940-1993) admiraba a Roberto Matta, arquitecto que dejó su profesión y se "fugó" de Chile para dedicarse al arte en Europa. Y siguió su camino. Tras estudiar arquitectura en Santiago, consiguió un pasaje barato a España en la Sudamericana de Vapores. Viajó en tren a Buenos Aires y de ahí tomó un barco. Durante el verano de 1962 visitó cada mañana el Museo del Prado de Madrid, donde había una obra que veía todos los días: Las meninas, de Velázquez. Downey decía que tras contemplar la obra sufría sensaciones similares a enfrentar a Dios. Después de estas experiencias tenía que correr al baño del Prado con el corazón latiendo rápido para refrescar su cara. Tenía 22 años.
De Europa viajó en barco a Nueva York, ciudad enloquecida por el arte pop y donde, a juicio de Downey, un artista contemporáneo debía vivir. Desde 1967 dedicó toda su energía al videoarte y a crear instalaciones en las que reflexionó sobre la identidad, el poder, la ecología, la política y la historia, piezas que desde este martes se verán en la retrospectiva El ojo pensante.
En el suelo de la entrada de la sala Telefónica se emplaza un gran mapa de América, donde se exhiben en monitores las imágenes de Video Trans Americas, el proyecto más ambicioso de Downey, que contemplaba visitas a indígenas del continente. A cada pueblo le mostraría los videos con la vida cotidiana de la comunidad anterior.
Ya en la penumbra del interior de la sala emerge About cages (1986), escalofriante obra sobre la relación víctima-victimario. Incluye grabaciones de relatos de Ana Frank y un torturador chileno. Sus voces se escuchan simultáneamente por altavoces emplazados en una gran jaula con cuatro canarios y un monitor con videos de pájaros. El canto de las aves vivas se une al de los mostrados en pantalla. "A Juan le llegó un sobre con las declaraciones de este torturador, recogidas por la Vicaría de la Solidaridad, cuando visitaba la casa de Ana Frank en Amsterdam. En ellas, el torturador decía que quería que sus hijos lo odiaran para que estuvieran preparados cuando supieran lo que él hizo. Era también una víctima, un joven recién entrado al Ejército", señala Marilys Downey, viuda del artista. "Por su parte, Ana Frank relata que un día vio por una rendija a un guardia nazi. Ella dice: podríamos ser amigos, pero a él le han impuesto la misión de aniquilarme. No puedo odiarlo porque él también es víctima. En paralelo, en la obra el canto del canario es ralentizado y produce una sensación de angustia y dolor, pero ese mismo sonido a velocidad normal es maravilloso".
Frente a About cages se emplaza Anaconda: mapa de Chile, otra obra célebre al ser censurada en la Americas Society de Nueva York. Sobre un mapa de Chile que Downey encontró botado en la embajada de Chile en EEUU se posa una serpiente viva de un metro y medio de largo, cita a la compañía minera estadounidense Anaconda que estuvo en Chuquicamata hasta 1971. "David Rockefeller, que controlaba la minera, dijo que colocaran un conejo o una tortuga, pero una anaconda no. Juan se negó. Luego, la Americas Society pidió una de sus obras para otra exposición y elegí Anaconda, que se exhibió con un cartel que decía que la pieza había sido censurada en 1976. Muchos le han tenido miedo a esa obra, quizá también por la imagen bíblica de la serpiente", finaliza la viuda de Downey.