HACE ALGUNAS semanas, los casi mil habitantes de la pequeña localidad catalana de Rasquera fueron convocados a las urnas para una inusual consulta ciudadana. Debían votar si sus habitantes cedían, o no, parte de sus terrenos para plantar marihuana con el fin de abastecer a los cinco mil afiliados a la Asociación Barcelonesa Cannábica de Autoconsumo (www.abcda.es). El proyecto pretendía generar unos 40 puestos de trabajo y con el dinero recaudado se saldarían los cerca de dos millones de euros en deudas que arrastra el municipio (¿el pueblo verde?), como tantos otros en la actual España y su profunda crisis económica. El 56%  de los habitantes se mostró favorable a la plantación, aunque dicha cifra no alcanzaba el 75% requerido para llevar a cabo el proyecto.

Pero esta particular iniciativa no es tan extraña si pensamos en Júzcar y las originales formas que encuentran las comunidades a la hora de reunir dinero, aunque en este caso mediante el flujo de turistas. Situado en la denominada Serranía de Ronda, en la provincia de Málaga, y enclavado en las montañas, este pueblito de sólo 200 habitantes tuvo que decidir si desde el 16 de junio del año pasado -y también bajo consulta popular- accedía a la propuesta de la multinacional Sony de olvidar las históricas fachadas blancas de los pueblitos españoles del interior y pintarlas de azul. ¿El motivo? Promocionar el estreno mundial de la película Los Pitufos 3D realizada en julio de ese año.

La mayoría de sus habitantes aceptó y la productora de la cinta se hizo cargo de los gastos: los nueve mil litros de pintura para cambiarles el color a las 175 casas, incluidos el cementerio, la iglesia, la municipalidad, el consultorio médico, los 20 pintores (11 de los cuales eran vecinos que estaban desempleados), etc.

En esta localidad, que toma sólo 10 minutos en recorrer, se creó un pequeño museo llamado pitu-micológico, el bar ahora pasó a llamarse, obvio, Gárgamel, se han celebrado bodas pitufas (no pregunte), el dueño del hotel más conocido tiñó su cabellera de azul y se implementaron rutas turísticas, centradas especialmente en la búsqueda de algunas de las 150 variedades de setas. Afortunadamente, hay cosas que se mantuvieron intactas, como su famoso conejo al ajillo.

Ante algunas voces disidentes respecto al color, los reales beneficios de la medida, la incomodidad durante los fines de semana para algunos vecinos de ver perturbada su sagrada siesta, se realizó en diciembre pasado una segunda consulta. Los 149 votos a favor versus los 36 en contra permiten que este pueblo siga en la actualidad ostentando, orgulloso, su calidad de capital mundial de Los Pitufos con abundantes beneficios para la economía local.

Según información aparecida en la prensa, unas 125.000 personas han pasado ya por este municipio de la sierra rondeña, atraídas por las fachadas azules, lo que permitió la apertura de unos cinco negocios -comida y souvenirs-, dato no menor si consideramos que la población es de sólo 200 habitantes. O en palabras del alcalde David Fernández Tirado -papá pitufo-, beneficios que se traducen en "un aumento de la economía local, ilusión, alegría, empleo y expectativas empresariales, además de la popularidad, al ser conocido en todo el mundo".T