Francisca Benítez (38) trabaja con lo que tiene a mano, fija su mirada en lo que otros no ven y lo convierte en obra de arte. Sus creaciones, eso sí, siempre están al límite de lo que tradicionalmente se considera una pieza de museo. Por ejemplo, en su última muestra, Oro dulce, llenó la galería Die Ecke de tarros con 590 litros de mermelada de membrillo. Ese es el resultado de la producción que, todos los otoños, elabora su familia originaria de Pichingai, cerca de Curicó.

La idea era que los clientes de su mamá retiraran su compra en la galería y al mismo tiempo se enteraran cómo se elabora la mermelada, a través de un video que ella misma registró. "Necesitaba resguardar este patrimonio inmaterial, la memoria del negocio familiar", cuenta Benítez

Hace una década que dejó su profesión de arquitecta para dedicarse al arte. Nada de óleos, grabados o escultura. Lo suyo no es la mera representación, sino el arte hecho con las personas. "El arte es el espacio donde todo está por definirse. No hay límites. Para mí el arte siempre tiene un comentario social; que la obra tenga más o menos dibujitos no es importante", dice.

El año pasado ganó la Beca Ama, de la fundación homónima de Juan Yarur, para hacer una residencia por tres meses en Gasworks, Londres. Benítez sabía que de allí no saldría un objeto para colgar en la pared, sino el comienzo de nuevo experimento. Desde el 2 de enero, la artista convertirá el Mavi en una escuela de lengua de señas. Se titulará Canto visual y cualquiera que desee podrá inscribirse (ver ficha) y participar de las clases gratuitas. "Siempre he querido aprender lengua de señas. Una meningitis dejó a mi papá sordo a los 3 años. El lee perfecto los labios y habla, pero creo que es tiempo de hacer el esfuerzo de hablar en su propio idioma", dice. "Existen un montón de escuelas, pero lo que quiero es traer el mundo de los sordos y que se integre con la de los oyentes".

Un canto general

Directo desde Pichingai, Francisca Benítez, la mayor de seis hermanos, llegó a Santiago a estudiar Arquitectura en la U. de Chile. En 1998 se fue a vivir a Nueva York, y ahí se quedó. Hoy vive en el barrio de Chinatown y trabaja dando clases de arte en centros comunitarios, lo que le deja suficiente tiempo libre para hacer sus propias obras y viajar a Chile. Su mamá fue profesora y su papá trabajó por años en una empresa agrícola. "Nunca fuimos ricos, pero tuvimos una buena educación. A todos nos mandaron a Europa antes de los 12 años. Lo pagaban con la ganancias de la mermelada. Eso me cambió la vida. Hoy sé que puedo vivir con poco. De hecho me gano la vida haciendo clases", cuenta.

En 2006 hizo Prótesis del nuevo éxodo, una serie de fotos y videos, donde registró cómo los judíos de EE.UU. recuerdan la salida de Israel construyendo pequeñas moradas que anexan a su casa y donde deben vivir por siete días. La obra marcó su salida definitiva de la arquitectura y fue expuesta en Sao Paulo, Nueva York y Barcelona.

En Canto visual, Benítez será la directora de la escuela y también una alumna más. Las clases las darán Alexeis Estibill y Alejandro Ibacache. Además, tendrán el apoyo del colectivo de danza Nerven y Zellen. Las clases se registrarán en videos, que se subirán a un sitio web y se repetirán en televisores dentro del museo.

El objetivo final es interpretar el Canto general de Pablo Neruda en lengua de señas. "Lo peor que podría pasar es que no fuese nadie y que estuviese yo sola con los profesores. Si fuese así, la obra se convertiría en un látigo, en una crítica social de alguien que le dio la oportunidad a la gente de aprender algo y nadie quiso. No quiero eso, prefiero que esto sea un aporte".