Hay poco lugares en los que estar parado haciendo nada puede ser un buen panorama. El Red2One es uno de esos. La razón está a la vista. O -mejor dicho- es la vista. Porque la panorámica que ofrece de la ciudad sencillamente no tiene competencia. Ver los últimos minutos del sol desde allá arriba o apreciar la ciudad de noche, cuando Santiago es un gran puñado de pequeñas luces, bastan por sí solos como motivos para una visita. O más de una.

Está en la azotea del hotel W, en el nivel 21, a un costado de una larga y angosta piscina. La misma que ocupan los huéspedes, quienes ven cómo a eso de las ocho de la tarde -cuando el bar se abre a todo público- la azotea comienza a poblarse. Y no precisamente de todo público: ejecutivos jóvenes, otros mayores, chicas estilizadas, parejas en plan amoroso y uno que otro socialité, todos preocupados de verse bien, son los que se van sumando a los extranjeros y esto a ratos pareciera ser la cubierta de un singular crucero. Circulan botellas de champagne (de verdad, no espumante), muchos martinis, y el humo de algún habano perfuma levemente el aire.

El diseño, cómo no, es de vanguardia y sofisticado, aunque en un modo distinto a W Lounge y Whiskey Blue, los otros bares que están en el cuarto piso. El Red2One es gratamente minimalista: todo es rojo, blanco o negro, y los elementos conviven en armonía entre ellos y con el cielo santiaguino, el verdadero protagonista.

Para beber, mucho -y caro- aunque es difícil salir defraudado con alguno de sus tragos. En sus cócteles todo es equilibrio y elegancia, con los ingredientes en dosis precisas jugando bien su rol dentro del vaso. Algunos para subrayar: Grapefruit basil martini ($ 5.500), The big apple ($ 5.500) y el ya célebre Pisco W ($ 5.000), que lleva pepino y albahaca. Si quiere menos alcohol y más frescor, una buena idea son sus frozen drinks, como el Frutilla frenzy ($ 5.500), que lleva un poco de vodka, jugo de arándanos, frambuesas y leche.

La comida es en miniatura y no particularmente sabrosa, así que es mejor poner las expectativas en otro lado. Aunque ni eso, ni que sea poco claro en su sistema de reservas, alcanza a empañar el hecho de que el bar esté dentro de lo mejor que hoy ofrece el bullado W.