Es inicio de los 90 y Roberto Parra, quien muere en 1995, intenta, una y otra vez, comenzar la biografía sobre su hermana Violeta, la autora de Gracias a la vida, que había muerto en febrero de 1967.

El ya conocido Tío Roberto tiene 70 años y escribe en un cuaderno, citando su obra más reconocida: "Yo creía, como me salió el chiripazo de La Negra Ester, que ya podía cruzar el canal de la Mancha, y tirarme el tremendo carril".

Violeta y Roberto tenían cinco años de diferencia. Ella era la mayor. Roberto la admira y sabe que no es llegar y hacer un retrato íntimo de la hermana cantautora.

Roberto lleva un cuaderno con sus apuntes, pero es desordenado, y después tomará notas en otros papeles. En total, 10 cuadernos. Diez versiones de una sola biografía, que heredó su familia y que ahora se publicará en un solo libro. Titulado Vida pasión y muerte de Violeta Parra, el volumen llega en marzo a librerías por Ediciones Tácitas.

Es 1990, han pasado más de veinte años de la muerte de Violeta. El hermano un día se decide y escribe en décimas: "Naciste predestinada/ Violeta de los camino/ para cantarle al destino/ con el alma desolada/ con tu guitarra tallada".

Roberto, nacido en 1921, va viento en popa en las primeras páginas de su cuaderno, y sigue. "No eres de este planeta", asegura porque Violeta nació con un diente, y agrega: "Así comentan parteras y matronas sureñas". Mientras, Clara Sandoval, la mamá de los nueve hermanos Parra, cose pañales para Violeta. "Esta cabra maravilla/ es astuta como un lirón...", la llama Roberto.

Después, recuerda cuando la folclorista tenía 10 años y vivían aún en Chillán. Ella iba a cantar al mercado de la ciudad y ponía un chanchito de greda frente a su guitarra, "la chaucha iba juntando", escribe Roberto, y dice que no sólo llegaba a la casa con algunos pesos, sino también "con uva, pera y membrillos para todo los chiquillos".

Hay que reunir dinero. Arman un circo entre la familia. El papá Nicanor, profesor cesante y músico, dirige el espectáculo. Van por una carpa prestada en la que "no se cuentan los agujeros", anota Roberto, y del show comenta: "Cantando lindas canciones/ salen los hermanos Parra/ aplauso sin condiciones".

Sin precisar fechas del pasado de su hermana, Roberto continúa anotando en sus cuadernos. "Los sábados y domingos/ se iba Violeta Parra/ que le enseñaran guitarra/ una prima de Huillinco/ muy alegre con sus brinco/ llegaba a los confines/ adonde su prima Trine/ que tenía una guitarra/ aprendió Violeta Parra/ a cantar los serafines".

Defensa personal

Vida pasión y muerte de Violeta Parra fue editado por el poeta Miguel Naranjo Ríos, quien se refiere, en la nota de introducción del libro, a la "endemoniada ortografía del autor".

El mismo lector podrá comprobarlo, ya que el volumen incluye reproducciones de sus cuadernos. Las versiones en las que Roberto Parra se cabecea para dar con el retrato de su hermana. Una deuda que siente pendiente.

Insiste. "En varias ocasiones he tratado de escribir algo sobre Violeta, pero cada vez que abro un libro o escucho una canción de esta maravillosa mujer la distancia más se alarga, que puedo hacer yo". Confiesa, en otros apuntes, que no puede competir con Defensa de Violeta Parra, el poema escrito por el hermano mayor: El poeta Nicanor. Incluso, llega a reproducir sus versos dos veces en el libro. Nicanor trae a Santiago a Violeta a terminar sus estudios y la motivará a escribir su vida en Décimas.

Pero Roberto está frustrado y molesto. Al parecer, otras personas se han enterado de su proyecto, y anota en un cuaderno: "Yo no sé quién los datio (sic), que yo necesitaba dos ayudantes de literatura para que me ayudaran. Llegan todos los días con el mismo cuento. Ellos me dicen que primero hay que recomponer la caña".

Pasan los días, y el autor de las cuecas choras cambia la dirección de su biografía. Esta vez apuesta por una producción dramática. Crea dialogos. Los personajes: él, Clara Sandoval y Violeta Parra.

Roberto dice: "Mire mamá, estoy tratando de escribir la vida de su hija Violeta y no me la puedo. Tengo la cabeza como si hubiera tomado". La mamá responde: "Todavía no se te cae el ombligo y andai inventando historias".

Roberto sigue, y da la sensación que el esquema le permite decir mejor las cosas. En la voz de su mamá Clara, dice que el papá Nicanor "quería a todos sus hijos, pero que tiene sus ojos puestos en el Tito (Nicanor) y en la Violeta". Más adelante se lee, otra vez, en voz de Clara: "Tu padre sabía quien serías mijita. Tu padre sabía".