Erika Schuffeneger se despertó de golpe la madrugada del miércoles 1 de junio. A las 4.15 de esa mañana dos carabineros llegaron hasta su casa, en Ñuñoa, para informarle que el segundo de sus tres hijos, Luciano Pitronello, se encontraba en la UTI de la Posta Central. Casi dos horas antes, a las 2.25, el joven de 22 años había sufrido graves quemaduras y perdido una mano y parte de los dedos de la otra cuando intentaba colocar una bomba que explotó antes de tiempo. Quería instalar el artefacto en una sede bancaria de Vicuña Mackenna con Victoria, en Santiago Centro, pero un error de conexión del sistema de relojería provocó que estallara en su cara.
"El Tortuga", como le llaman sus amigos, iba acompañado de otra persona que huyó del lugar en moto y que permanece prófuga. La madre poco entendía lo que ocurría. Partió de inmediato al centro asistencial de calle Portugal y antes de llegar se enteró de que la policía investigaba a su hijo por su vínculo con el grupo de anarquistas acusados de instalar 29 bombas en la Región Metropolitana. Estaba shockeada. La familia bien sabía que Pitronello simpatizaba con las ideas y el estilo de vida okupa, pero no imaginaba el desenlace de los hechos.
Desde la madrugada del miércoles, Schuffeneger y su hija mayor, Romina, prohibieron las visitas de todas las amistades anarquistas del joven. Sólo su pareja puede entrar, pero acompañada de la madre de Pitronello. La familia se convirtió en el primer cerco de vigilancia del joven, que hoy se encuentra internado en la Unidad de Pacientes Críticos de la Clínica Indisa. El segundo cerco lo integra un carabinero y un guardia de civil que lo custodian día y noche en la entrada de la habitación donde es atendido.
La explosión de la bomba era la primera noticia que la familia recibía de Pitronello en meses. La relación era distante desde que el joven se involucró con grupos anarquistas, a partir de 2006.
Hasta entonces era un adolescente sin mayores problemas conductuales y con buen rendimiento académico. Así lo recuerdan en el Colegio Parroquial Santa Marta y en el Teresiano Enrique de Ossó, donde cursó hasta tercero medio. A los 17 años vino el cambio. "Soy un anarquista de tan sólo 17 años. Un ejemplo claro de no estar de acuerdo con las injusticias del mundo es estar a favor de los boicots contra empresas que hacen de este mundo una injusticia", escribió en un blog.
Su conducta experimentó cambios en forma progresiva. Participó en movilizaciones apoyando la "revolución pingüina", fue detenido y luego expulsado del colegio. En 2006, entre las protestas, conoció a Roxana Navea (21), una joven de la Villa Los Naranjos de Puente Alto. Comenzaron una relación y tuvieron un hija a la que llamaron Antonella Libertad: la policía estableció que la joven fue su primer nexo con los okupas y sus integrantes más radicales, que se agrupaban en torno a los ex lautaristas Rodolfo Retamales Leiva (44) y Pablo Morales (41) en las casas okupa "Sacco y Vanzetti", en Santiago Centro.
En el computador de la joven, la misma noche del bombazo, la policía encontró fotografías de varios anarquistas. Fue la primera pista de los dos hombres y cuatro mujeres que Carabineros identificó como los posibles acompañantes de Pitronello el día de la explosión. Uno de ellos accedió a conversar con La Tercera bajo reserva de su identidad: sabe que es investigado por su cercanía con el joven, a quien conoció hace cuatro años en reuniones anarquistas.
Parte relatando que el padre de "El Tortuga", Herbert Pitronello, echó a su hijo del departamento familiar. Continúa diciendo que su amigo le contó alguna vez que su familia pensaba internarlo en una clínica siquiátrica por adscribir al anarquismo. De otros temas prefiere no ahondar.
La relación de Pitronello con sus padres -que actualmente están separados- también es descrita por los antiguos vecinos de la familia. Recuerdan los problemas entre padre e hijo, que terminaban con altercados, portazos y gritos. El primero era conocido por su carácter autoritario.
Con todo, "El Tortuga" nunca cortó por completo la relación con su padre. Hasta antes de la madrugada del miércoles 1 le pagaba sus estudios superiores. Primero, como alumno de Periodismo en la Universidad Diego Portales y luego como estudiante de Ingeniería Industrial con mención en instalaciones eléctricas, en Inacap, donde ingresó en marzo de 2010. Solía visitar el departamento de su padre de calle Helvecia, en Las Condes. Pero procuraba hacerlo cuando no estaba. Las cosas no andaban bien. Tampoco los antecedentes del joven: el 11 de septiembre de 2006 fue detenido por primera vez en Estación Central, dos años después volvió a caer, pero por hurtos en San Miguel y Los Dominicos, y en 2010 cometió el mismo delito en un supermercado.
Como estudiante vespertino en Inacap, Pitronello nunca habló de anarquismo. Era más bien un alumno solitario, de promedio regular, reservado, y sobresalía por su aspecto desgarbado: vestía siempre unos jeans y polerones muy desgastados, en circunstancias que afirmaba a sus compañeros que venía del trabajo. No usaba celular, por lo que nunca estaba ubicable.
En 2010 realizaba labores esporádicas en electricidad con su suegro. Para entonces, ya era investigado por su vínculo con el caso bombas: la policía seguía sus pasos desde 2009, cuando fue controlado por Carabineros en la casa "Sacco y Vanzetti" durante un allanamiento. Del lugar había salido Mauricio Morales (27) la noche del 22 de mayo para instalar una bomba en la Escuela de Gendarmería. El artefacto le estalló en las manos, provocándole la muerte, mientras otro anarquista que lo acompañaba escapaba del lugar. Pitronello había sido investigado como el posible cómplice.
Ahora, recuerda uno de sus compañeros de Inacap, Pitronello le había comentado una semana antes de que le estallara una bomba que había encontrado un trabajo como instalador eléctrico en un edificio. No era usual que un tipo reservado como él hablara de su vida, pero necesitaba comprar a bajo precio un par de bototos y un casco. El alumno nunca supo si alcanzó a conseguir la indumentaria. El martes 31, el anarquista no llegó a la clase que compartían a las 18.30.
En las horas previas al atentado, Pitronello permaneció en la casa okupa "Biblioteca Libertaria Las Torres", de Lo Prado. Allí vivía. Vecinos relatan que esa tarde lo vieron comprar azúcar y pan en un almacén. Cerca de las 22, el joven se trasladó al departamento de su padre y sacó una motocicleta Suzuki roja de su hermano desde el estacionamiento. De ese vehículo se habría bajado él y su acompañante para instalar la bomba, que terminó estallando cuando el artefacto, un extintor relleno con pólvora negra, detonó antes de tiempo.
Eran las 2.25 A.M. y un taxista que transitaba por el lugar, Rodrigo Vargas, escuchó el estruendo. Su automóvil tambaleó. Al mirar a su izquierda, dice Vargas, vio un "bulto en humo" y sólo segundos después se percató de que era una persona que ardía en fuego. Al bajarse del vehículo escuchó que Pitronello le pedía desesperadamente ayuda. Se estaba quemando. El taxista fue uno de los pocos testigos del episodio.
Un equipo especial del caso bombas de Dipolcar entró de lleno a investigar el fallido atentado. Según el reporte, los agentes lograron ubicar a otro testigo. Se trata de un guardia de seguridad, quien relató haber visto al acompañante de Pitronello. "Un sujeto amparado en la oscuridad y parapetado en un quiosco existente en el lugar que en forma repentina aborda la moto y emprende la huida a gran velocidad", relató a la policía.
El informe de la Dipolcar también da cuenta de que a los pocos minutos de ocurrido el atentado en páginas web antisistema comenzó a correr la noticia: "¡Urgente! Compañero herido tras detonar accidentalmente artefacto explosivo en Santiago", decía uno de los mensajes.
Mientras Pitronello era trasladado a la Posta Central, la policía se dividió en dos equipos. Uno se quedó en el lugar buscando pistas del artefacto utilizado. El otro se trasladó a la casa de la pareja del "Tortuga", en Puente Alto. El domicilio fue allanado con el consentimiento de sus ocupantes antes de las 6 A.M. En el lugar se incautaron computadores, dos pendrives y prendas de ropa, que luego fueron analizadas. En varias de ellas se encontraron residuos de Tetryl. Roxana Navea fue interrogada por los efectivos de Dipolcar.
Al día siguiente, cerca de la medianoche, el guardia municipal Carlos Parejas, quien trabajaba en una garita de Lira con Diagonal Paraguay, avisó a Carabineros de la presencia de un vehículo estacionado hacía más de 20 horas: era la moto utilizada en el atentado. El hallazgo permitió obtener una evidencia clave: cabello humano en uno de los cascos. Con muestras de ADN que serán comparadas con una base de datos recopilada durante la investigación, la policía espera identificar al prófugo. La moto guardaba otra pista: su patente había sido cambiada por otra placa robada en calle Carabineros de Chile a un vehículo similar el 17 de mayo, dos semanas antes del bombazo.
En manos de la policía ya están los perfiles de los principales sospechosos de haber acompañado a Pitronello, así como el registro de cinco atentados anteriores donde se utilizó el mismo mecanismo eléctrico. Los seis jóvenes investigados son anarquistas de la corriente insurreccionalista y frecuentaban las mismas casas okupa que el joven ("Sacco y Vanzetti" y "La Crota").
El miércoles pasado, el estudiante anarquista salió del coma inducido y lo primero que dijo al equipo médico fue que no tenía relación con el bombazo. A esa altura, su familia ya estaba preocupada por su situación legal y había comenzado la búsqueda de un abogado. No sólo eso. También les inquieta su estado de ánimo: contactaron a una sicóloga para ayudarlo a enfrentar las secuelas de la explosión, donde sufrió quemaduras graves en el rostro y ojos. Pitronello, sin embargo, está fuera de peligro vital y es posible que no tenga problemas mayores de visión.
En las próximas semanas será interrogado. Los fiscales esperan convencerlo de que colabore y aporte datos respecto de otros implicados en la red anarquista.