Ignacio Larraín es un referente en el negocio de las alfombras. En la galería que lleva su nombre hay persas de 100 y 200 años, otras caucásicas que permanecieron guardadas hasta la caída de la Unión Soviética o de diseño vanguardista tejidas en Nepal. "Lo mío es una boutique de alfombras. Aquí encuentras las piezas más finas del mundo. Yo no traigo containers, no compro al por mayor. Cada una de las 1.500 alfombras la elegí yo", cuenta este empresario de 48 años que, en su casa, no puede lucirlas porque sus hijos son alérgicos.

Sus talleres están en Medio Oriente y Asia, donde no es llegar y llevar. Para todos los países requiere visa, pero ya es rostro conocido en los consulados. No habla una palabra de árabe y se entiende en un precario inglés. Pero nada ha sido obstáculo para convertirse en uno de los chilenos que mejor conoce la región donde se tejen alfombras -el centro de Turquía, Azerbaiyan, el sur de Irán, Afganistán o la frontera de Pakistán- y descubrir talleres que mantienen la cultura del telar y de anudar alfombras, lo que, en algunos casos, puede demandar hasta 12 meses de trabajo. Hasta hace cinco años compraba las alfombras hechas, pero desde entonces cuenta con un equipo que se encarga del diseño y él viaja con los originales a los distintos países que varían según las circunstancias.

La casualidad lo puso frente a lo que hoy lo apasiona. Trabajaba de día en una financiera y estudiaba de noche. Uno de sus hermanos compró alfombras en Turquía y las vendió rápido. Larraín siguió el mismo camino.

Entre 1987 y 1990 se dedicó a viajar y comprar alfombras persas en sus vacaciones en Turquía, mientras el resto del año trabajaba como empleado. Cuando dejó el trabajo de cuello y corbata, se instaló en el segundo piso de una casa en la calle Ebro. "Los clientes llegaban por dato. La primera tienda que tuve fue en Bellavista, en la calle Constitución, donde pagaba un arriendo bajo, tenía un junior y yo hacía todo".

Comenzó a ir a los remates de las casas Sobethys y Christie`s, en Londres, se fue interiorizando de un negocio que hasta ese minuto había funcionado artesanalmente, conoció dealers y se metió de lleno en una actividad poco convencional. Desde 1990 ha obtenido utilidades. Sólo el año pasado perdió por la crisis y este 2010 no partió bien por el terremoto, que mermó la clientela. La mitad de sus ventas corresponde a personas de alto patrimonio. Los valores oscilan entre $ 200 mil y $ 60 millones

"Vas a quebrar"

Larraín marcó otro hito: fue el primero en ofrecer alfombras de diseño moderno cuando en Chile sólo se usaban las tradicionales persas. "Hace 12 años las vi en una feria en Alemania, pensé están locos y me traje unos catálogos. Dos años después decidí comprar y las exhibí en la galería. Mi suegra me dijo: ¡vas a quebrar!". Sin embargo, en la exposición que organizó, "les encantaron a los diseñadores y arquitectos".

Es el único en Chile que posee alfombras caucásicas, "unas de las más finas del mundo", que compró en cantidades cuando cayó la URSS.

En diciembre decidió ampliar su oferta hacia otros nichos y abrió "Se diseña" en el Parque Arauco, donde encargan alfombras a gusto del cliente, hechas con lana de oveja de Punta Arenas. Es la primera de tres que pretende inaugurar este año. "Las alfombras estaban destinadas al living y comedor, pero ahora llegan a las piezas de los niños, a la sala de estar". Su próximo paso es instalar el mismo concepto en regiones.