Calama era un polvorín.
Después de haber presentado su plan para transformar Calama frente a los ejecutivos de Codelco, Alejandro Aravena (44) partió al aeropuerto de la ciudad al atardecer del 28 de agosto pasado. Justo un día antes de la segunda gran manifestación ciudadana que paralizó a la comuna en 2011. Cuando subía al avión, observó a un grupo de Fuerzas Especiales de Carabineros que llegaba desde Santiago. Entonces, Aravena -arquitecto de la UC, profesor visitante en Harvard, conferencista habitual en el MIT y la London School of Economics, autor de proyectos expuestos en el MoMA y jurado del Pritzker- se dio cuenta de que si ganaba la licitación en la que estaba participando, debía actuar rápido.
"No hay tiempo para demorarse mucho acá", pensó mientras volaba a 10.000 metros de altura rumbo a Santiago.
Un mes después, en septiembre, ganó la licitación. Aravena y un equipo multidisciplinario de su oficina Elemental, fusionado con otro de la consultora Tironi y Asociados, comenzaron a trabajar en un programa que denominaron Calama Plus (Plan Urbano Sustentable), conscientes del descontento social en esa comuna. Sin embargo, no fue hasta el 12 de diciembre que se dieron cuenta de las dimensiones reales del agitado estado de ánimo de los calameños.
Ese día, luego de dos meses de reuniones con autoridades locales, ejecutivos de empresas y técnicos, Aravena y su equipo llegaron al primer "Cabildo abierto" de la comunidad para exponer no un diagnóstico, sino propuestas. En la plaza principal y con unos cien dirigentes vecinales presentes, el esquema original de la reunión era dar una hora a los invitados para que expusieran sus puntos de vista y, luego, destinar dos horas para explicar los proyectos elaborados por Elemental.
Pero pasó otra cosa. Una catarsis colectiva.
Durante tres horas, más de 20 calameños tomaron el micrófono para reclamar que la ciudad había sido "violada sistemáticamente", que cuatro planes similares habían quedado en nada, que no aceptarían que gente de Santiago viniera a imponer sus puntos de vista y que el equipo de Elemental estaba ahí gracias a Codelco, empresa a la que sindicaban como principal responsable de los males de la comuna.
Aunque intuía que aquel iba a ser un momento duro, Aravena nunca esperó ese nivel de rabia y frustración. En los primeros cinco minutos se dio cuenta de que el esquema del encuentro no iba a resultar y que, ante lo que estaba sucediendo, lo mejor era escuchar y escuchar hasta comprender los límites del problema.
A medida que se desarrollaba la catarsis, Aravena racionalizó que había al menos cuatro polaridades en conflicto en la ciudad, cada cual pujando en direcciones opuestas. Primero, en el plano político, izquierda y derecha, representadas por la municipalidad y el gobierno regional. Segundo, el mundo urbano y rural, que mezcla la ciudad. Tercero, en el plano social, ricos y pobres, representados por la gente que trabaja para Codelco versus todo el resto. Y, por último, la oposición entre occidentales o "chilenos" contra indígenas, para quienes el progreso económico no significa algo positivo.
Aravena, entonces, no tuvo dudas, frente a esta concentración de conflictos, de que la participación de los ciudadanos en el plan era crucial. De no incluir a los vecinos "de manera incrustada en el proceso", pensó mientras aún escuchaba alegatos, lo más probable era que Calama Plus corriera la misma suerte de los cuatro planes anteriores.
El martes pasado, Aravena volvió a la ciudad para un nuevo "Cabildo abierto", el tercero en la agenda del programa. Caminando por el principal paseo peatonal de Calama rumbo a la plaza, va confiado en que el escenario de catarsis del primer encuentro no se repetirá o, al menos, no con esa intensidad.
"Ese es el de Calama Plus", le comenta un anciano a otro cuando ven pasar desde su banco en la plaza a este hombre alto, con su peinado desordenado y un traje casual beige.
Aravena sabe que ya logró que muchos vecinos se sientan parte del proyecto.
Alejando Aravena conoció Calama en 1983. Con sólo 16 años y de gira de estudios, lo que más le impresionó fue la potencia de la geografía y, desde entonces, se sintió atraído por el desierto, en general, y por Calama, en particular: "Una ciudad que es un milagro por las condiciones extremas en que vive".
Esa forma de entender la ciudad es hoy la base de Calama Plus, plan que -previo a la intervención de Aravena- tuvo su origen en la frustración de Codelco frente a la decena de proyectos que había financiado en los últimos años, pero que no habían logrado traducirse en mayor calidad de vida para los 170 mil habitantes de la ciudad.
Para asegurar la viabilidad, lo primero que hizo Aravena fue separar las demandas políticas e históricas de la ciudad -como el porcentaje de ganancias del cobre, la nacionalización del mineral y del agua-, dejándolas en una "mesa política" ajena a Calama Plus. En paralelo, con su equipo armaron una "mesa técnica" y un consorcio -integrado por Codelco, la municipalidad, la intendencia y una decena de empresas privadas- que se dedicaría a trabajar y aportar los recursos (75% públicos, 25% privados) del plan.
De ese modo, Aravena comenzó a viajar a Calama a reuniones con miembros del consorcio y a foros sobre temas específicos que reunían a distintos actores de la ciudad para hablar, por ejemplo, del problema del agua. En terreno, el arquitecto constató el descontento de los calameños con su ciudad, así como el desfase entre los recursos que genera el cobre y la calidad de vida de sus habitantes. Además de detectar errores de planificación -como levantar una población sobre un antiguo cementerio indígena-, Aravena entendió que el entorno geográfico que tanto lo remeció hace 28 años era un factor muy importante a la hora de explicar por qué la cuarta comuna con más inversión pública en el país se encuentra en el lugar 17 -entre las 46 ciudades de Chile con más de 100 mil habitantes- en el índice de satisfacción con la comuna, y en el puesto 40 en el indicador que mide áreas verdes por habitantes.
Más que actuar a nivel urbano, concluyó Aravena, hacía falta una intervención de carácter geográfico para mejorar la vida de una ciudad inserta en el desierto más árido del mundo, situada a 2.320 metros sobre el nivel del mar, con una radiación UV máxima en el planeta, mucho viento y polvo, y una gran oscilación térmica entre el día y la noche.
Las reuniones con los técnicos y los dirigentes han mutado su plan original. Así, por ejemplo, aparecieron demandas para mejorar el tratamiento de la basura y preservar la cultura andina. Y desaparecieron de sus carpetas ideas iniciales como un tranvía en la calle Balmaceda o la llamada "Torre de las comunicaciones", con la que el arquitecto pretendía hacer de Calama una de las ciudades mejor conectadas de Chile. Aravena debió retirar esta obra del plan luego de escuchar a vecinos argumentar: "Yo creo que una torre no sirve para nada".
A casi 30 minutos del inicio del cabildo del martes pasado, Aravena se dedica a revisar los últimos detalles de la presentación en power point donde explicará en términos simples los dos objetivos principales: convertir la ciudad en un gran oasis y elevar su estándar urbano. Para domesticar el medioambiente, Aravena les mostrará imágenes de un gran estanque de agua y un viaducto que cruzaría Calama para el riego de árboles. Para elevar el estándar urbano, el power point ilustra la recuperación de edificios emblemáticos y multicanchas, viveros y mediatecas construidas en colegios de los barrios más pobres.
A las 18.27 en punto, comienza la función.
"Comenzar el desafío de transformar el conjunto de ideas desarrolladas en los últimos meses en proyectos concretos". Esa fue la primera frase en el nuevo "Cabildo abierto", que se realizó en la misma plaza y con casi los mismos dirigentes vecinales de diciembre.
De chaqueta de vestir beige con capucha y corbata a tono, Aravena habló 45 minutos, entre los ladridos secos de los perros vagos que abundan en el centro, gritos incoherentes de borrachos y hasta un sonoro eructo -seguido de risas adolescentes- que provino desde el otro lado de la carpa. Apoyado en su power point y ante miradas aprobatorias y escépticas, Aravena hizo un resumen del proceso desde el comienzo hasta ese día, usando términos como "multiplicar por un mayor valor el factor de una ecuación" y "cargar el problema" para explicar su trabajo.
Antes de dar la palabra a la asamblea, se dio tiempo para destacar la importancia de las votaciones del próximo jueves, viernes y sábado en Calama. Después de beber un trago de agua, dijo que la votación definiría los proyectos prioritarios para la comunidad, las primeras obras concretas de Calama Plus. "Más allá, en el futuro, la votación permitirá respaldar este proyecto en el largo plazo, más allá de los ciclos administrativos de los gobiernos regionales y de municipalidades. Los únicos que pueden garantizar que este plan siga en el tiempo hasta 2025 son ustedes, los ciudadanos", dijo.
Después de Aravena, el alcalde Esteban Velásquez, un caudillo políticamente independiente, aunque cercano a la izquierda, tomó la palabra. Se comprometió a aportar parte de los US$ 700 millones que, según dijo, costaba el plan. Al final, agradeció a Aravena y a su equipo.
Luego, una decena de dirigentes vecinales tomaron la palabra. Unos agradecieron y se mostraron confiados en el futuro, mientras que la otra mitad disparó contra el plan. Desde que el proyecto era sólo un "salón de belleza" a llamados a no votar, para invalidar el proceso. Con los ánimos alterados en algunos, y aún mucha gente con ganas de tomar el micrófono, el cabildo terminó después de tres horas.
Más tarde, en el comedor del hotel tres estrellas del centro donde alojó esa noche, Aravena cenó junto a sus colaboradores más cercanos. Mientras pasaban las noticias en un televisor, comentó que a él no le había molestado que aún hubiese tensión en el cabildo. Todo lo contrario. Que le parecía bueno, porque eso contribuiría a que el proyecto se sustente en el tiempo, que habría un grupo de personas muy pendientes de resguardar que se cumplan los plazos y ejecuten las obras.
Cuando terminó la comida, pasadas las 11 de la noche, Aravena aún estaba con energía para responder una última ronda de preguntas sobre Calama Plus. Entre camareras que barrían las migas del piso y cambiaban los manteles de las mesas, dijo que lo que más le gustaba de este proyecto era que el problema de Calama es nuevo, que corresponde a un reclamo dos-punto-cero.
"Este desfase entre riqueza y calidad de vida en Calama ha motivado una demanda más sofisticada por parte de la comunidad, que hoy no está pidiendo satisfacción de necesidades básicas, sino una ciudad acogedora, bonita y digna", dijo, recordando un cartel que una mujer llevaba en uno de los paros del año pasado.
"No se trata de déficits, sino de aspiraciones que se dan por la altura del desarrollo en que nos encontramos", siguió explicando. "Eso es algo que vamos a comenzar a observar cada vez más en Chile; donde tenemos el problema de que casi toda la infraestructura ministerial está pensada para resolver déficits, y no este tipo de demandas de segunda generación".
Lo que para cualquiera representaría un gran problema a futuro, para Aravena aparecía como una tremenda oportunidad. "En Chile hoy se aspira a estándares de vida del primer mundo, mientras aún manejamos recursos del tercer mundo. Por su peculiar forma de desarrollo, este deseo se está presentando aquí antes que en otros países. Si somos capaces de dar una solución a eso, generar estándares de vida del primer mundo con recursos del tercero, entonces habremos creado un conocimiento exportable a todo el mundo", dijo Aravena cuando dentro del hotel, pasada la medianoche, todo estaba en silencio. Desde la calle, el único sonido eran los ladridos de los perros.