Stefan Kramer Solé (30) es un tipo tímido. Ciertamente, no de esos que tartamudean en público o que se sonrojan enteros cuando se topan con alguien en la calle. Pero sí de los que se notan incómodos con el "cara a cara" y que claramente preferirían estar haciendo cualquier cosa antes que responder preguntas a las diez y cuarto de la mañana de esta fría mañana invernal y a una semana del estreno de su esperada primera película. Stefan Kramer Solé es un tipo tímido y también discreto. Tanto, que en la previa su equipo de prensa solicitó que el cuestionario estuviera "únicamente" centrado en la película y advirtió a la vez que, frente a cualquier consulta de tipo personal, era "muy probable" que se parara y dejara botada la entrevista.

Frente a frente, y con café en mano, el comediante no parece tan a la defensiva, ni tampoco dispuesto a largarse de uno de los compromisos pactados antes de que Stefan vs. Kramer llegue a las salas, el próximo jueves y con 90 copias. Al contrario. Admite lo de la timidez ("tengo que entrar bien en onda para echar una talla o para soltarme"), lo del temor a que se sepa de su vida privada "más de lo conveniente", y concede que es probable que haya decidido ganarse la vida imitando a otros, porque le es más fácil enfrentar el mundo en la piel ajena que en la propia.

"Puede haber un poco de eso en todos los actores", explica, "eso de trabajar la personalidad que va a estar más expuesta, pero es cierto que en primera instancia siempre soy más bien tranquilo. Soy el menor de cuatro hermanos, por ejemplo, y siempre fui así, piola. Por eso dedicarme a esto ha sido raro y ha representado un cambio súper fuerte en mi vida y en mi personalidad. Pero te puedo decir que últimamente he estado viviendo fuerte el proceso de encontrarme. De sacarme el maquillaje, de empezar mis shows con monólogos. De empezar a sacar al verdadero Stefan".

El verdadero Stefan, al menos este que hoy viste chaqueta de cuero y una polera con el signo de la paz estampado en el pecho, también ha aprendido a lidiar de una manera más sana con las exigencias de su expuesto oficio. "Siempre he sido de la idea de que el trabajo de uno habla por sí solo. Porque ahí también está mi punto de vista y lo que soy como persona. Por eso siento que, además de eso, que uno tenga que hablar más de uno mismo es redundante". Sin embargo, y a pesar de los resguardos que sigue tomando (el comediante rechazó la propuesta de una entrevista-seguimiento porque "no iba a ser yo, iba a tener que estar actuando todo el rato"), ha entendido "la importancia del marketing", dice.

"Con esta película queremos llegar a un público masivo y sabemos que sirve, y que marca una diferencia, aparecer hasta en la sopa. Ahora, lo que de verdad me interesa, es que la gente se dé cuenta y que sepa que aquí hay una cosa bien hecha. Uno puede opinar lo que sea, la película le podrá gustar o no la gente, pero me interesa que se note que hay trabajo y cariño detrás de ella. Es como mi ley. Ir calladito por la vida, trabajando, hablando poco y dejando que tu pega lo haga por ti. Si está hecha con esfuerzo, es muy probable que te vaya bien".

Stefan vs. Kramer, dirigida por el propio imitador junto a Sebastián Freund, obligó al comediante a explorar su veta empresarial. "Me metí en esto sin saber lo que significaba realmente hacer una película", confiesa. "Al comienzo fue como 'ya, hagámosla'. Pero después caché los riesgos. Gastamos ahorros y tuvimos que pedir créditos. Pero al final todo se compensa y fue un proceso de tremendo aprendizaje".

De haber conocido los riesgos, ¿la habrías hecho igual?

De todas maneras. Yo creo que lo peor que uno puede hacer es repetir fórmulas y me ha pasado. Cada vez que he querido 'salvarme' con algo que creo seguro, no me ha ido bien. Así es que no lo hago más. Prefiero jugarme con algo nuevo e inexplorado. Por ejemplo, yo ya sé qué va a pasar si lanzo un personaje nuevo. Lo van a ver y lo van a evaluar y todo eso. Ahora no tengo idea qué va a pasar y cómo la van a evaluar.

¿Te preocupa o te da lo mismo?

No me preocupa. Esta es una película masiva y la entendemos así. No pretendemos llegar a festivales de autor. Igual tiene un momento dramático que le da harto peso, creo yo, pero es básicamente un filme de entretención, que dura una hora y media, que es para todo espectador y que tiene un buen final. Stefan vs. Kramer habla harto de la amistad. También hay un punto de vista sobre el espectáculo y la televisión. No es al chancho, pero se describe al que te alabó y después te criticó, porque pasó algo malo y al rato te está alabando de nuevo y toda esa dinámica que es real y que la he vivido.

Tras su consagratorio paso por el Festival de Viña, en 2008, Kramer replegó su agenda y no da más de tres entrevistas al año. Esta semana ya lleva una docena y le quedan varias más.

¿Vuelves a Viña en 2013?

"No lo creo", dice, apurando sutilmente el cierre de la conversación. "Es una decisión personal ir o no a Viña. Yo ya lo hice y no sé si soy tan bueno en repetirme platos. Puede ser o no. No sé. Prefiero hacer otra película o un nuevo show. Eso me gusta más".