"Nos subieron al bus luego del aterrizaje… Estábamos finalmente en el paraíso tropical, cuando de pronto ese leve resalto en el camino, un 'lomo de toro', nos trajo de vuelta de Chile por un instante".
No me queda claro si existe intercambio cultural entre los ingenieros de tránsito de ese país caribeño con los chilenos, pero el testimonio de aquel amigo me dejó en claro que en ambos países existe desatención a las normas de tránsito, con muchas infracciones a la velocidad máxima, donde "lomos de toro" abundan para mitigarlas. Una ciudad amigable, entre otras cosas, es aquella que entrega certidumbre a los peatones respecto de su espacio propio y también respecto de la velocidad máxima a la que circulan los vehículos que flanquean las veredas y espacios peatonales.
Con esfuerzo, municipios de todos los tipos y locaciones hacen importantes inversiones para el hermoseamiento de sus plazas, equipamientos de juegos infantiles, mejoramiento de la iluminación peatonal, pavimentación de veredas y reposición del arbolado urbano. Sin embargo, ese caminar al supermercado, la plaza, al colegio o simplemente a la vuelta de la manzana se hace especialmente incómodo e inseguro cuando se debe estar pendiente de vehículos que sobrepasan las máximas permitidas, o microbuses desenfrenados y sin pasajeros, cuyos recorridos fijó alguien en un escritorio sin hacer el trayecto previamente; ambos irrumpiendo en la tranquilidad de los barrios y enemigos de la llamada ciudad amigable. Frente a esa realidad, los municipios han recurrido en forma indiscriminada al famoso "lomo de toro", del cual ya se ha escrito bastante. Sin embargo, no recuerdo comentario acerca de la inseguridad que generan a los peatones.
Los "lomos de toro" buscan, obstaculizando la libre circulación, que aquel que va a exceso de velocidad disminuya a una prudente o a la máxima. Sin embargo, ese mismo "lomo", al encontrárselo de improviso, es trampolín para que el vehículo se salga de la calzada y sobrepasando la cuneta pueda atropellar a alguien que camina relajadamente por la vereda. Llama la atención que, al instalar estos dispositivos, se asuma garantizada la seguridad peatonal por la sola disminución de la velocidad en este pequeño tramo, ya que aquel sobresalto es en realidad un arma mortal en potencia.
En países desarrollados no existe la "cultura de los lomos de toro", sino las "zonas 30", donde el tema de la velocidad del desplazamiento de los autos es parte de la planificación integral de los barrios y de los espacios públicos. En las "zonas 30" se fija los 30 km/h como velocidad máxima. Se aplican ampliamente a las zonas residenciales. Entre otras medidas de gestión de tránsito, en las "zonas 30" las multas por infracción de velocidad son más caras y dentro de ellas nunca circula un autobús, sino sólo por sus perímetros. Asimismo, las rotondas, extinguidas por decreto de los ingenieros de pavimentación del Ministerio de la Vivienda, juegan un rol clave como elementos para desacelerar los desplazamientos.
Ciudades más amigables en Chile requieren de diseño urbano integrado con una gestión de tránsito pro peatón.
La cultura del "lomo de toro"
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