Imponente aún se ve la Torre O'Higgins. El edificio más grande construido en la capital del Biobío sigue siendo una de las postales más significativas que muestra cómo las huellas del 8,8 Richter aún siguen en el recuerdo de los penquistas.

A 18 meses de la tragedia, personal especializado trabaja para que el colapso de esta mole de 21 pisos sea sólo un amargo recuerdo. Desde el 2 de septiembre, una cuadrilla de 47 personas se viene ocupando de la silenciosa demolición del inmueble de 1.630 metros cuadrados, que estaban orientados para uso de oficinas.

El trabajo, que fue mandatado por el Ministerio del Interior al Ministerio de Obras Públicas, por un costo de $ 993 millones, ha sido todo un desafío para la cartera que encabeza Laurence Golborne. "Se trata de una demolición parcial, bien compleja. Hay que usar equipamiento que va cortando buena parte de la estructura, va moliendo los trozos, cosa que no queden bloques demasiado grandes que puedan ocasionar accidentes. Los restos deber ser canalizados por los shaft de ventilación. Se definieron algunos mecanismos para sacar los escombros, acumularlos en camiones y llevarlos a los botaderos autorizados. Todo este proceso debe hacerse con la mayor seguridad y resguardo de las personas que trabajan", expresa el titular del MOP.

Para conocer más detalles, La Tercera ingresó al perímetro donde se realizan las faenas y conoció cuáles son las labores. Los operarios saben que están contra el tiempo. Tienen 110 días para finalizar las tareas, pero no se desesperan, porque van acorde a los plazos. Todas las mañanas, a partir de las 8 horas, deben subir hasta el piso 12 por las escaleras. No hay otra forma de llegar al comienzo de las obras. Podría pensarse que el lugar es oscuro, pero está bien iluminado por los generadores, lo que aminora considerablemente el riesgo de accidentes.

Dentro del equipo, los roles son múltiples. Hay operarios de máquinas, técnicos en ascensores, mecánicos, eléctricos. Todos tienen que cumplir una función específica.

De acuerdo a la planificación, deben desplegarse en la totalidad del recinto. Aunque los trabajos, en la actualidad, se centran en el piso 21 y la sala de máquinas, algunos empleados deben distribuirse en las otras plantas. La idea es limpiar los sectores y retirar los elementos no estructurales (marcos de ventanas, alfombras, etc.) para que el proceso de demolición sea más expedito. Para ellos ha sido una tarea novedosa y sienten la responsabilidad, pero lo hacen con agrado. Las medidas de seguridad son muy estrictas, por lo que deben cumplir los parámetros al pie de la letra.

El secretario de Estado se muestra optimista. El proceso de desbaratamiento lleva un 15% de avance en Torre O'Higgins y los otros tres edificios van bien encaminados. "De aquí a fin de año los trabajos estarán finalizados", señala. Respecto de la situación de los otros bloques de departamentos (Centro Mayor, Plaza del Río, Concepción y Rodrigo de Triana, en Hualpén, espera que durante el 2012 se concrete el inicio de las obras, una vez que estén listos los trámites administrativos de las municipalidades, adonde pertenecen. "Existe la voluntad política para encontrar una solución y buscar todos los medios legales necesarios para materializarla. Les he transmitido tranquilidad a los vecinos", indica, añadiendo que el Consejo de Defensa del Estado va a entablar acciones judiciales que correspondan en contra de las inmobiliarias o constructoras que resulten responsables, para que se hagan cargo de la cancelación de las demoliciones.