Desde la lancha, los cascos de los barcos parecían catedrales. Pero no había que engañarse. El propósito de esos marinos, algunos de ellos ingleses, no era moralizante. Llegaban a puerto, después de meses en el mar, a buscar mujeres y a emborracharse. Por eso el primer David Foxley -enérgico, abstemio, protestante- toleraba el oleaje y el mal tiempo de Valparaíso en invierno, subía el órgano armonio a bordo y se aproximaba a los buques, con la esperanza de que sus cantos pudieran disuadirlos de pecar.
"Esos son los valores con los que crece su nieto David", dice Juan Foxley sobre su tío David Foxley Chapman, quien a los 14 años emprendió una empresa en apariencia menor en comparación con la tarea de salvar almas que procuraba su abuelo del mismo nombre, quien había llegado desde Liverpool en 1859. El sueño del nieto, en 1909, era crear un club deportivo amateur.
A 100 años de esa iniciativa, conocida inicialmente como Everton Football Club, el tema apasiona al hermano menor del ex canciller Alejandro Foxley, quien en La Moneda dijo estar "enteramente involucrado con la consigna de oro y cielo", cuando, en 2008, el equipo resultó campeón del torneo de apertura tras 32 años.
Desde hace años que Juan Foxley (economista, consultor internacional, profesor de la Universidad Alberto Hurtado) viaja a Liverpool para fortalecer lazos con el equipo del mismo nombre que dio origen al club de Viña.
El 24 de junio es el centenario del club chileno y Foxley aprovechó la ocasión para invitar a cinco representantes de Liverpool, con quienes visitará la iglesia anglicana de Saint Paul y organizará una reseña histórica en el Club de Viña. Además, ofrecerá una cena privada, a la que su hermano Alejandro, por estar en Washington D.C., no podrá asistir.
Nueve jugadores
El club se habría fundado físicamente en Valparaíso y no en Viña si no fuera por el terremoto de 1906. Este obligó a centenares de familias a vivir por meses en carpas. Hubo saqueos y se decretó Ley Marcial. Los Foxley partieron del puerto a una casa de dos pisos frente a la Quinta Vergara y en la mesa de estar se firmaron las actas.
Los nueve firmantes tenían entre 14 y 16 años y se conocían por su afición al deporte. El origen del club no estaba ligado a la nobleza (como suele decirse de Everton), pero sí a la burguesía. Entre ellos estaba David Foxley Chapman y su hermano Arturo, los hermanos Carlos y Abelardo González, Frank Boundy y Malcolm Fraser. Los dos últimos partirían a Europa al estallar la guerra y morirían en 1916, en la batalla de Somme.
Una gira que hizo el equipo de Liverpool por Buenos Aires sirvió para dar nombre al club. El atletismo disputaba entonces protagonismo al balompié y los logros vinieron de esos deportes. En 1910, Rodolfo Hammersley y en 1918, Harold Rosenqvist ganaron torneos sudamericanos de atletismo y en 1919 modificarían el nombre por el de Club Deportes Everton. Incluso, Salvador Allende ganó una medalla lanzando la jabalina por Everton, cuenta Juan Foxley.
Todos esos años el club estuvo bajo el liderazgo estricto de David Foxley C., quien repartía su tiempo entre el equipo y su trabajo en la firma Duncan Fox. Fue delantero, capitán y hasta árbitro. Creía firmemente en la disciplina, la vida sana y que el deporte no debía mezclarse con el dinero.
No era alguien fácil de tratar. Por ejemplo, se enfurecía si sus hijas bajaban a cenar tarde, cuenta un cercano. Pero a la vez era un padre cariñoso. "David era una locomotora. Una personalidad enérgica, porfiado, mal genio, con todos los defectos de un líder", dice Foxley.
El británico Jonh Shearon prepara un libro sobre los dos Everton y cuenta que "tuvo el manejo, energía y visión para fundar un club que sería conocido por su espíritu corintio; donde ganar no lo era todo, pero el espíritu deportivo y el juego limpio lo eran".
Le costaba ser flexible y no toleró (como su abuelo no lo hizo con los pecados de los marinos en el siglo XIX) que en 1925 el equipo se profesionalizara. Su hija Angélica Foxley, quien supera los 80, lo resume así: "Cuando Everton dejó de ser amateur, no quiso saber más". Cerro la puerta. No volvió a mencionar el oro y cielo.