Debio ser un retiro de celebración. Cada año, durante la segunda mitad de febrero, los jesuitas de todo Chile llegan a la comuna de Padre Hurtado para estar juntos, para acompañarse, para sacar las cuentas del año y proyectar el futuro. Son tres días que terminan con la cuenta del provincial de la Compañía de Jesús que, este año, por primera vez estuvo a cargo del sacerdote Cristián del Campo. Terminada la cuenta del provincial el día 20 en la mañana, empieza otro proceso: ocho días de retiro espiritual. Ocho días de oraciones según los ejercicios de San Ignacio. En silencio absoluto.

Este año debía ser un retiro de celebración. Por primera vez en la historia de la Compañía de Jesús, en lo más alto de la estructura de la Iglesia Católica estaba posicionado uno de los suyos: Francisco, el primer Papa jesuita. Y no sólo eso. Desde que fue ungido en Roma, el argentino se ha encargado de sorprender no sólo al mundo católico, sino que también al mundo secular. Se alejó de la pompa que caracteriza al Vaticano. A la doctrina de iglesia de puertas abiertas le agregó el viejo concepto de salir a buscar, de misionar, de que pastores y feligreses sean parte del mismo cuerpo de la Iglesia. Adoptó una actitud más comprensiva y acogedora con homosexuales, con mujeres que abortan. Y, además, se mostró crítico de ciertas estructuras de la misma Iglesia, abogando por un lenguaje más simple y universal. Eso mismo hizo que la imagen de Francisco trascendiera su papado. Que se volviera en una suerte de ícono pop, con portada en la revista Rolling Stone incluida.

Por eso, los jesuitas en Chile esperaban celebrar la penúltima semana de febrero. Pero no pudieron. Eugenio Valenzuela, el provincial que tan solo un año atrás, en 2013, estaba dando su cuenta ante sus pares, este año ya no estaba. Acusaciones de tres personas diferentes por abusos sexuales terminaron con su período como jefe máximo de la orden unos meses antes. En el año en que Francisco asumía como Papa en Roma, su congregación en Chile recibía un duro golpe.

El 28 de febrero de este año, justo el mismo día en que los jesuitas terminaban su retiro en la comuna de Padre Hurtado, en la página de la Fundación para la Confianza, dirigida por Juan Andrés Murillo, James Hamilton y Juan Andrés Cruz, las tres víctimas del caso Karadima, se publicaba un comunicado. El texto era la respuesta a una declaración emitida un mes antes por Cristián del Campo, provincial de los jesuitas, en la que se señalaba que Eugenio Valenzuela había mantenido "conductas impropias" y que se le restringía el ejercicio ministerial.

Las víctimas iban más allá y describían explícitamente las conductas que, según señalaron, había mantenido Valenzuela con ellos. En un extracto del comunicado se lee lo siguiente: "Al comienzo los abusos, para algunos, fueron situaciones incómodas y ambiguas que nos desconcertaron, abrazos largos sintiendo todo el cuerpo y sus genitales, sentarnos en su falda, caricias. Para otros, las demostraciones sexuales fueron casi inmediatas, largos besos en la boca -en ocasiones, después de una confesión-, tocaciones sobre o bajo la ropa y acostados en la cama".

"Todo lo anterior, junto a la dependencia que generaba su excesiva presencia en nuestras vidas, son cosas que no pudimos detener ni aquilatar adecuadamente en ese momento", continúa el texto.

El comunicado fue firmado por Ignacio Muñoz Concha y José M. Prieto del Río, ambos parte de una primera investigación en la que se establecieron los "tratos impropios" y que fue comenzada por Del Campo el 1 de octubre del año pasado, un día después de asumir como provincial en reemplazo del mismo Valenzuela. Luego se sumó la denuncia de una tercera persona, a la que sólo se le conoce por sus iniciales: D.A.B., y que también firma el comunicado.

Esa denuncia llegó en diciembre del 2013 y se empezó a investigar por separado a fines de ese mismo mes. A principios de este año llegó una orden desde Roma para detener la investigación, la que se retomó recién a principios de este mes. Del Campo pasó los expedientes a Fermín Donoso, sacerdote que ya estuvo a cargo de la investigación preliminar en el caso Karadima.

Los resultados de esta última investigación, que se inició formalmente el lunes 10, no tienen un plazo específico para ser dados a conocer.

Ninguno de los tres denunciantes quiso profundizar con Reportajes el comunicado publicado en el sitio de la Fundación para la Confianza.

En tanto Valenzuela, a quien se le separó totalmente del ejercicio del ministerio sacerdotal en diciembre del 2013, luego de la tercera denuncia, y quien permanece en un lugar no revelado, se ha limitado a responder a las acusaciones a través de una declaración publicada junto al comunicado de Del Campo, en enero de este año.

En la declaración, Valenzuela dice que se ha sometido a investigaciones anteriores, en las que se ha confirmado la "inexistencia de delitos". Su párrafo más relevante dice lo siguiente: "He procurado actuar con recta intención y transparencia, y reitero mi inocencia. Así como puedo reconocer que he cometido errores y humildemente pido perdón por ellos, quiero afirmar que no he cometido delito alguno. Así como me duelen mis errores, me produce dolor que ellos hayan producido y produzcan dolor a otros".

En su oficina de la Universidad Alberto Hurtado está el retrato de Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, mirando a su escritorio. El padre José Francisco Yuraszeck habla de lo que ha sido el primer año del primer Papa jesuita para la Compañía de Jesús en Chile. Dice que nada ha cambiado demasiado. Que los lineamientos son los mismos que se establecieron en el plan apostólico 2011-2020. Que no ha habido un impacto en la llegada de nuevos postulantes a seminaristas. Pero se queda pensando. Y luego dice que sí, que hay algo que ha cambiado.

-Me he dado cuenta de que ahora citamos al Papa mucho más. Antes nos decíamos entre nosotros: "Tanto que citan al Papa", y ahora nos convertimos en expertos en citarlo.

Juan Cristóbal Beytía, el capellán del Techo, está en sintonía con lo que dice Yuraszeck. Existe en los jesuitas un orgullo transversal cuando hablan del Papa: "Para nosotros es motivador, porque Francisco comparte nuestro lenguaje. Nos sentimos interpretados. Encarna también preocupaciones de la compañía. Su preocupación por la justicia y los pobres, de comunicar mayor sencillez y transparencia. Son cosas marcadas y que la gente reconoce".

Por eso, tal vez, porque era el año en que los jesuitas eran vistos como los promotores del cambio en la Iglesia y los defensores de la justicia por el trabajo público del Papa, que el golpe por las denuncias contra Valenzuela sería tan fuerte. Luis García Huidobro, el seminarista que recientemente renunció a la congregación para adherir a la causa mapuche, recuerda que cada vez que volvía a Santiago de su trabajo como misionero en Tirúa, el tema de Valenzuela aparecía fuerte en las conversaciones. "Yo estaba desconectado en el sur, pero sentía que había mucha preocupación por el desarrollo de la investigación", afirmó a Reportajes.

Las acusaciones contra Valenzuela comenzaron a fines de 2010 y se remontan a episodios de mediados de los 90. Mientras el comunicado de Del Campo establece que los hechos no serían en contra de menores de edad, el comunicado de Muñoz, Prieto y el denunciante anónimo relata que los supuestos abusos ocurren cuando eran adolescentes.

A pesar de los testimonios, en el mundo de los jesuitas existe, entre otras, la sensación de que el trato hacia Valenzuela ha sido especialmente duro, justamente porque fue esa congregación la que más sacó la voz cuando se destapó el caso Karadima.

En abril de 2010, Antonio Delfau, director de la revista jesuita Mensaje, decía: "Yo creo que ha llegado la hora de las víctimas, no en el sentido de que todas las víctimas son víctimas y que todos los presuntos victimarios son victimarios, sino que hasta ahora en la Iglesia Católica, y me refiero a nivel de muchos países, las víctimas habían sido muy poco escuchadas".

Delfau se excusó de hablar para este artículo.

La visión del padre Fernando Montes, rector de la Universidad Alberto Hurtado, en cambio, apunta al acompañamiento del acusado y los denunciantes: "La compañía quiere escuchar a quienes se consideran víctimas, desea que se haga verdad sin ocultar nada, pero que se actúe con equidad, para no condenar a alguien si es encontrado inocente. Obviamente, esta situación me apena y preocupa, pero espero la verdad".

Independientemente de las acusaciones a Valenzuela, desde dentro de la congregación describen al ex provincial como un hombre que acompañó a muchas jesuitas que pasaron por momentos difíciles y que vinculó a los jesuitas chilenos con los del resto de América Latina. También le reconocen haber sentado bases importantes durante su período (2008-2013) para proyectar a la compañía en los próximos 10 años.

El proceso de Valenzuela, en todo caso, si bien fue tema de debate del último retiro, no fue la única preocupación expuesta por los participantes. Al caso se sumó la inquietud por la falta de integrantes de la congregación.

Con sólo 150 miembros, entre sacerdotes, seminaristas y hermanos, la orden se hace demasiado amplia para ser manejada por tan pocas personas. Están el Techo, Infocap y la Universidad Alberto Hurtado, además de seis colegios.

Del Campo recoge el guante: "El problema más estructural es que somos una provincia, un grupo de jesuitas con muchas instituciones muy grandes y con menos personas. Hemos tenido que ir dando pasos de saber cómo estar presentes sin estar tan presentes. Más que achicarnos, tenemos que aprender a trabajar con otros. En el último tiempo, evidentemente que las denuncias contra el padre Valenzuela han sido súper importantes, que a mí me han llevado a tener mucha atención para hacer un proceso lo más diligente, transparente y que encuentre la verdad y haga justicia".

En el Techo, Juan Cristóbal Beytía siente que el episodio del ex provincial ha sido una prueba para los jesuitas en Chile. "Siempre estos procesos duelen, porque hay gente que sufre. Los denunciantes sufren y el padre Valenzuela sufre. Eso duele. Nosotros, como toda persona, tenemos momentos en que lo pasamos mal, nos encontramos con nuestra fragilidad o nos sentimos expuestos. Eso no significa que nos haga mal. Si algo hemos entendido los jesuitas durante el siglo XX es que todos los jesuitas, tanto como toda la Iglesia, somos pecadores. Toda la Iglesia es frágil y es importante que nos demos cuenta de eso. No tenemos todas las respuestas ni lo sabemos todo", señala.

Por de pronto, en el año en que Francisco renovó la fe de muchos en el mundo, el cierre del retiro jesuita en Chile tuvo un final agridulce. Cada año, el día 20 de febrero, el día de la provincia, el mismo día en que el provincial entrega su cuenta anual y se da inicio a los ocho días de silencio, los jesuitas de Chile se toman una gran foto en la plaza de la comuna de Padre Hurtado.

Este año, por primera vez, el padre Valenzuela no apareció en la foto.