En 1989, con la caída del Muro de Berlín, los pueblos de la Europa Central y Oriental comenzaron su proceso de conversión en estados democráticos. Pero tan sólo el gobierno de Nicolás Ceaucescu, en Rumania, respondió con violencia a las demandas de la población. El resultado fue una revolución que cosechó alrededor de un millar de muertos y que terminó con el último dictador comunista de Europa derrocado y fusilado en la Navidad de ese año. Desde entonces, el proceso real de transición del comunismo al capitalismo ha sido largo y agotador.
El 17 de diciembre de 1989, algo más de un mes después de la caída del Muro de Berlín, empezaron a llegar vientos de cambio a Rumania. Cientos de ciudadanos se manifestaron en las calles de Timisoara (oeste del país) en protesta por la orden de búsqueda y captura decretada por el Ministerio del Interior contra el pastor calvinista de origen húngaro Lazlo Tökes, crítico con el régimen. Cumpliendo órdenes del gobierno, la temida Policía de Seguridad del Estado (Securitate) abrió fuego contra los manifestantes. "Eso agudizó la mecha de la protesta que empezó a extenderse a otras ciudades del país", incluida la capital, Bucarest, recordó recientemente al diario El País el historiador Ion Lazarescu.
Por esos días Ceaucescu se encontraba de visita oficial en Irán. De vuelta en el país, el dictador rumano decidió organizar el 22 de diciembre una manifestación multitudinaria de adhesión al régimen en la Gran Plaza de la capital. Pero durante su discurso, los asistentes comenzaron a abuchearlo, situación que lo obligó a detener su intervención. Sin embargo, esto no fue suficiente. El edificio del Comité Central fue asaltado y el "Conducator" terminó huyendo en un helicóptero.
La aeronave no fue muy lejos y el "hermano lozano" y la "primera científica de Rumania" -como se presentaba a la esposa de Ceaucescu, Elena- fueron apresados en Targoviste, a 70 kilómetros de Bucarest. El día de Navidad y ante un improvisado tribunal militar, el matrimonio fue sometido a un juicio que sólo duró dos horas. A continuación fueron condenados a muerte y fusilados por "genocidio, daños a la economía nacional, uso de la fuerza contra civiles y enriquecimiento injustificable".
Rumania fue el único país en el que, tras la caída del muro, los comunistas continuaron gobernando. El ex comunista Ion Iliescu y el Frente de Salvación Nacional, convertido hoy en el Partido Socialdemócrata, dirigieron el país hasta 2004. Ese año Rumania ingresó a la OTAN y en 2007 se convirtió en miembro pleno de la Unión Europea (UE).
Tras Bulgaria, Rumania es el segundo país más pobre de la UE. La caída de las inversiones extranjeras se ha unido a los problemas crónicos de corrupción, de economía sumergida y de excesiva dependencia de los fondos europeos. A pesar de que el país balcánico entró en recesión técnica a finales de junio, el FMI prevé para Rumania un crecimiento del 2,4% en 2014, uno de los mayores de la UE. Además, el país tiene una tasa de desempleo del 6,7%, una de las más bajas del bloque comunitario.
El actual primer ministro rumano, el socialdemócrata Victor Ponta, y el candidato liberal, Klaus Iohannis, se enfrentarán el próximo 16 de noviembre en la segunda y definitiva vuelta de las elecciones presidenciales. "Estas elecciones pueden ser un test de madurez para Rumania", auguró Corina Rebegea, del Centro de Análisis de Políticas Europeas, en Washington. El país necesita un presidente capaz de demostrar a los ciudadanos "que los 25 años de transición no han sido en vano y en particular convencer al 40% de personas que creen que la vida era mejor durante el comunismo", sostuvo.