Para la mayoría, la acción de pedalear es algo natural y prácticamente se realiza sin pensar demasiado. Pero si queremos aumentar la eficiencia y optimizar la energía que usamos cada vez que damos una pedaleada, debemos considerar algunos factores.
Para un niño aprender a andar en bicicleta consiste en mantener el equilibrio sobre dos ruedas. Pero el máximo rendimiento sólo se obtiene después de años de dedicación, de perfeccionar el movimiento que hacemos al pedalear. La musculatura de las piernas ha evolucionado para caminar o correr. El gesto de pedalear, un movimiento circular en el aire en el que cada pierna hace lo contrario que la otra y sin impactos con el suelo, es algo totalmente nuevo. Parece fácil, pero realizarlo bien necesita un aprendizaje.
Cuando los músculos de las piernas se contraen realizan un trabajo útil para mover la bicicleta, que es alrededor del 20% de la energía que el cuerpo gasta pedaleando, el resto de la energía que se produce en los músculos se pierde en forma de calor o intentando deformar las bielas. En total, nada menos que un 80 por ciento. La eficiencia, por tanto, es la parte eficaz de energía que aprovechamos para realizar el trabajo. Esta eficiencia del ciclista puede mejorarse y disminuir el despilfarro energético, cosa que se consigue de distintas formas.
Lo primero es nuestra posición sobre la bicicleta. El asiento debe estar a la altura correcta y con un adelantamiento o retraso adecuado respecto del manubrio. Además, el cuadro de la bicicleta debe ser de una talla adecuado a nuestro tamaño. Pedirle eficiencia en el pedaleo a una persona de 1,85 metros en una bicicleta con un cuadro pequeño no tiene sentido y al revés lo mismo. Un niño malgastará mucha energía tratando de andar en una bicicleta de adultos.
Mientras más kilómetros recorramos, más nos acostumbramos al acto de pedalear y por tanto el movimiento se hace cada vez más fluido. Respecto de la aplicación de fuerzas, se tiende a pedalear en forma de pistón, esto es, "pisando" el pedal desde la parte superior hacia abajo y así alternando piernas.
Lo correcto es pedalear redondo. Hay que aprovechar los puntos del recorrido para aplicar fuerza y procurar que la velocidad de rotación sea uniforme. Cabe destacar que el pedaleo redondo no implica aplicar la misma fuerza en todos los puntos, eso es imposible fisiológicamente. Pero hay que intentarlo: cuando se aplica más fuerzas en unos puntos que en otros (en una fuerte rampa por ejemplo) la rueda varía de velocidad y hay que acelerarla a cada paso, un pequeño derroche de energía.
Para los que usan pedales automáticos, una buena manera de mejorar la eficiencia es concentrarse en el uso de los músculos isquiotibiales. Gran parte de la ineficiencia dentro del pedaleo viene como consecuencia de que nos concentramos demasiado en empujar el pedal hacia abajo, en lugar de utilizar el resto del músculo para tirar de él hacia arriba. Si nos centramos en hacer trabajar a los isquiotibiales, los músculos del glúteo y cuádriceps participarán de manera natural.
Poco a poco podemos ser más eficientes y gastar de buena manera nuestra energía, así en los próximos pedaleos el cansancio será menor y el rendimiento mayor.