Cuando a la familia de Gustav Born le avisaron a comienzos de 1933 que era hora de abandonar la Alemania controlada por los nazis, la recomendación vino de una muy buena fuente. El consejo era de Albert Einstein, quien le dijo a su amigo y colega científico Max Born que "se fuera inmediatamente" con su familia, mientras aún pudiera viajar. Ellos empacaron sus maletas y viajaron primero a Italia y luego a Inglaterra, donde llegaron como parte de la que fue la migración de refugiados con más altos pergaminos de la historia.
Gustav Born tenía 11 años en esa época y vivía en Gottingen, donde su padre Max dirigía uno de los mejores centros del mundo para la investigación de la Física. Los Born eran judíos y cuando Hitler tomó el poder, Max Born y sus colegas judíos enfrentaron la prohibición de trabajar en las universidades. Este grupo de pioneros y científicos de elite fueron convertidos en buscadores de asilo.
Gustav vive hoy en Londres y, cuando está a punto de cumplir 92 años, puede mirar atrás y recordar con claridad el escape de los académicos alemanes. La conversación es como abrir una cápsula del tiempo de la década de los 30. Después de todo, él es uno de los últimos nexos vivos a estos investigadores, quienes al sobrevivir acumularon 16 premios Nobel (su propio padre recibió el galardón por su trabajo en mecánica cuántica). ¿Estos científicos se daban cuenta de los alcances de la amenaza nazi? "Mi padre probablemente lo hizo. Entre sus colegas judíos algunos lo hicieron y otros no lo creyeron por un tiempo. Pero la escala de lo que los nazis hacían fue evidente luego de seis meses", dice Gustav.
Sin embargo, también hubo ejemplos de naturaleza humana, como el de académicos que se pusieron de parte de sus colegas judíos. Max von Laue, ganador del Nobel de Física por su trabajo en la difracción de rayos X, mostró gran apoyo, explica Gustav. El físico Max Planck, ganador del Nobel de Física en 1918, fue a ver a Hitler en persona para desafiar la exclusión de los científicos judíos, pero al líder nazi "le salió espuma de la boca y no lo dejó seguir hablando".
Aun así fue complejo irse del país. Max Born tuvo que dejar de dirigir un instituto y a su esposa se le rompió el corazón ante la idea de emigrar. "Odiaban ser desarraigados de una forma tan cruda", afirma Gustav.
Libertad individual
Cuando los Born se fueron, la "nazificación" se desataba rápidamente y ya había asesinatos políticos. "Mis padres estaban seguros de que era una travesía sólo de ida", afirma Gustav. Al mismo tiempo, un esfuerzo humanitario se gestaba en la comunidad universitaria de Gran Bretaña. El economista William Beveridge había creado en 1933 el Consejo de Asistencia Académica, con el fin de rescatar a académicos judíos y políticamente vulnerables. Era una organización que ayudaría a que 1.500 investigadores escaparan de Alemania y siguieran realizando sus estudios en Inglaterra.
El grupo fue respaldado por académicos cuyos nombres hoy se repiten en libros de estudio, como J.B.S. Haldane -genetista y biólogo evolutivo responsable del neodarwinismo-, John Maynard Keynes -investigador clave en el área de la macroeconomía- y Ernest Rutherford, padre de la física nuclear.
Albert Einsten apoyó la iniciativa con un discurso dictado en 1933 en el Albert Hall de Londres. Allí dijo: "La libertad del individuo nos ha traído cada avance en el conocimiento y la invención; sin ella la vida de un hombre que se respeta a sí mismo no vale la pena ser vivida".
Operación rescate
El Consejo lanzó su "operación rescate" organizando el viaje de los académicos a Inglaterra y entregando apoyo en forma de becas, alojamiento y, más importante, trabajos. Era un notable grupo de talentos que habían sido relegados por los nazis. Además de numerosos premios Nobel, había 18 futuros caballeros de la corona inglesa y más de 100 miembros de la Real Sociedad, la sociedad científica más antigua del mundo.
Según la Asociación de Refugiados Judíos hubo casi 70.000 refugiados judíos que llegaron a Inglaterra antes del inicio de la guerra en 1939. Max Born y su familia fueron primero a Cambridge y luego a la U. de Edimburgo (Escocia). El investigador pagó su viaje escribiendo un texto científico llamado Física Atómica que pronto se convirtió en un estándar en las aulas académicas.
Hubo otros que se mudaron a EE.UU. El matemático Richard Courant fue a Nueva York, donde uno de los centros más famosos de matemáticas aplicadas, el Instituto Courant de Ciencias Matemáticas, lleva su nombre. Perder ese potencial intelectual fue una herida autoinflingida por los nazis, ya que en la carrera por crear armas atómicas los refugiados alemanes fueron vitales al asegurarse de que fuera EE.UU. el país que venciera.
Aun cuando Max Born se negó a trabajar en el diseño de armas atómicas, argumentando objeciones morales, Robert Oppenheimer -quien había sido estudiante de Born en Gottingen- se convirtió en el "padre de la bomba atómica" de EE.UU. Pero parece que los nazis pudieron haberse dado cuenta de su error.
En 1934, Born y su familia recibieron la visita en Cambridge de Werner Heisenberg, otro ganador del Nobel por sus estudios en física cuántica y antiguo colega que seguía trabajando en Gottingen. Heisenberg traía un mensaje del gobierno nazi que invitaba a Born a volver y seguir sus estudios en Alemania. La invitación, recuerda su hijo, lo "dejó fuera de sí ante la furia que sintió".
El regreso
Max Born y su esposa eventualmente volvieron a Alemania, tras el fin de la guerra y luego de haberse jubilado. Murió en ese país en 1970 y está enterrado en el mismo cementerio de Gottingen que alberga a Planck y Von Laue. Gustav, quien se volvió profesor de farmacología en el King's College de Londres, dice que sus padres se habían comprometido a intentar reconstruir Alemania de forma de evitar el regreso del extremismo político.
¿Qué lecciones se pueden obtener de esta odisea? Gustav Born sigue siendo un ferviente partidario de la campaña de rescate de académicos, que ya tiene 80 años de existencia. Hoy el grupo se llama Consejo para la Asistencia de Académicos Refugiados (Cara) y su directora es Anne Lonsdale, quien dice que tras ocho décadas a la organización le "encantaría quedarse sin trabajo", pero los problemas en Zimbabwe, Irán, Irak y Siria hacen que los investigadores sigan necesitando ayuda en lugares donde "la sociedad civil ya no funciona".
Existe una "urgente necesidad por parte de investigadores de Medio Oriente para desplazarse a un lugar seguro". Las historias de refugiados de los nazis, con fotos granulosas de rostros agrestes, pueden parecer algo del pasado, pero Gustav Born dice que el trabajo de Cara muestra que sigue siendo una labor relevante.
"Estoy triste que esta historia prácticamente termine conmigo. No quiero que la sociedad olvide que cosas como esta, la supresión de un país por una banda de matones asesinos y la victimización de personas con buenas intenciones, puede volver a repetirse", indica Gustav.