No vienen a escuchar a un esotérico gurú, aunque dos velones están encendidos a cada lado de la pantalla, donde un power point proyecta frases como "Yo digo/Yo hago/Yo pienso/Yo percibo emociones". Este grupo de profesores, que enseña en diferentes colegios del país, decidió venir a oír a una mujer. Una argentina, laica, madre de ocho hijos, que hoy habla pausadamente. Y luego entona algo que suena a cántico religioso.

Se llama Inés Ordóñez y aunque en Chile sólo aterriza un par de veces al año, ella ha permeado a parte de la elite local, transformándose en la guía espiritual preferida no sólo de importantes empresarios, ex ministros y abogados, sino también, de reconocidos sacerdotes y varias monjas ursulinas.

La rubia Inés está allí en medio de unos 60 educadores, que han venido hasta un santuario en Santiago facilitado por Schoenstatt, desde lugares tan lejanos como Arica. Sólo para escucharla. Es miércoles en la mañana y el tercer día de la jornada educativa que encabeza la argentina bachiller en Teología. Desde atrás de la sala se puede apreciar sintonía en el grupo. Caras relajadas, personas abiertas a recibir un mensaje. Parecen sentirse bien. En el último día de las jornadas se percibe confianza. La misma que ella ha ido sembrando entre varios banqueros, como Guillermo Villaseca, quien acaba de vender un alto porcentaje de su corredora de Bolsa Tanner. Él la conoce hace más de 15 años. Desde entonces, la sigue y es uno de los más cercanos al Centro de Espiritualidad Santa María, la comunidad que ella fundó en Argentina y exportó a Chile y que, en palabras simples, busca acompañar espiritualmente a las personas. Una comunidad que, dentro de poco, podría transformarse, incluso, en un nuevo movimiento religioso con sello vaticano, la misma categoría que tiene, por ejemplo, Los Legionarios. Su líder ya tuvo hace años una audiencia papal con Juan Pablo II y el 2008 participó en un encuentro de comunidades religiosas con Benedicto XVI.

"Cuando la conocí, yo estaba pasando un momento familiar difícil -recuerda Villaseca-, estaba abocado a mi condición de empresario, vivía arriba de los aviones. Entonces, me había asociado con el banco holandés ABN y formamos ABN-Tanner Bank. Yo buscaba ser un hombre visible. Pero me di cuenta que ese imperio que quería construir no servía de nada. Se produjo un gran vacío. Al poco de conocerla, puse fin a la asociación empresarial. No podía tener seis hijos desconocidos y que en mi tumba se dijera que yo había sido un buen banquero y punto".

En la comunidad, además de charlas y retiros de silencio, se imparte un curso de acompañamiento espiritual (CAE), a través del cual han reclutado a varios chilenos. Como Erica Kast, hermana del diputado UDI Juan Antonio Kast, y Cecilia Sommerhoff, madre del ex ministro Felipe Kast. Graduarse de un CAE implica cuatro años de trabajo. Allí ven materias como sicología, antropología, hasta teología, y realizan talleres de crecimiento personal, que son espacios donde la gente comparte sus experiencias más íntimas en medio de un ambiente catártico, según relatan algunos participantes.

También efectúan ejercicios corporales, llamados teodanza. "Yo antes el cuerpo lo tenía guardado y rezaba, pero no con él", dice Villaseca, quien egresó del curso que comenzó a dictarse en 2003 en Chile.

Desde septiembre del año pasado, estos cursos se dictan en la sede oficial Centro de Espiritualidad Santa María, que fue construido a través de donaciones y préstamos blandos otorgados por los seguidores. La construcción costó $ 600 millones y se emplaza en un terreno en Vitacura entregado en comodato a 40 años, por el Arzobispado de Santiago.

En sus salas, con pisos de madera, amplios ventanales y un pequeño altar en el centro, los seguidores de Inés se reúnen para transformarse en acompañantes espi- rituales de otros: un amigo en crisis o un enfermo terminal que llama al centro para pedir ayuda.

De paso, explican ellos mismos, intentan llenar el vacío de sus propias vidas. Tal como lo refleja un testimonio anónimo que aparece en la página web de la comunidad: "No sé qué me pasa, las cosas que siempre me gustaron han perdido atracción para mí. Tengo un buen matrimonio, trabajo, chicos sanos, y a pesar de eso, me siento insatisfecho. No sé con quién hablar de esto, porque siento que en mi situación me debería sentir feliz y estar agradecido, sin embargo…".

Esa necesidad de encontrar paz y sentido de vida es lo que para Margarita María Errázuriz, directora de Comunidad Mujer, representa Inés Ordóñez en Chile: "Lo que personalmente experimenté con ella fue una experiencia mística marcadora, sólo por su presencia".

Cuando habla en público, a Inés Ordóñez le gusta hacerlo con velas encendidas, sobre mesas dispuestas a ambos lados de ella. Tal como ocurre hoy en esta gran sala del santuario, colmada de asistentes que observan y escuchan sus enseñanzas. Ella cuenta que, en los años 70, cuando comenzó a hablar en algunas parroquias argentinas, los sacerdotes le sacaban la imaginería religiosa del altar. "Yo les decía que si me sacaban el cáliz, no hablaba. Como había 300 ó 400 personas, lo volvían a poner en su lugar", dice la argentina, quien perfeccionó sus estudios en Oxford.

Esta mujer, quien nunca quiso ser monja -se casó a los 21-, dice que siempre sintió una vocación especial y que quiso difundirla. Por eso está aquí hoy. Y por eso, en los 70, hizo de catequista. Porque vislumbró que la gente con un buen pasar sentía un vacío. Y ella -una mujer de clase acomodada, que maneja su 4x4 para trasladarse desde su casa en San Isidro- decía tener el don para llenarlo.

"Al principio era como un atrevimiento. Los más puristas en la Iglesia no podían entender que una mujer, madre y laica, hablara en los templos, que se autoimpusiera la tarea de enseñar oración contemplativa. En algunos provocaba, sino sospecha, al menos dudas. Había mucha desconfianza, por eso en un comienzo fue muy duro", dice. El sacerdote Osvaldo Fernández de Castro agrega que muchos podrían asociar a Inés con figuras que repentinamente se han levantado como guías espirituales -y luego han sido expulsadas de la Iglesia-, como la colombiana Sabina, quien por años fue la consejera predilecta de la elite. Pero Inés, dice el religioso, es un caso aparte.

Luego de 20 años de prédica, en 1998, Inés consiguió que su centro fuera reconocido por la Arquidiócesis de Buenos Aires como Asociación Privada de Fieles. Poco a poco, comenzó a expandirse a Estados Unidos, a México y a Chile.

Aquí llegó producto del azar. A mediados de la década del 90 y mientras pasaba sus vacaciones en La Parva, una amiga argentina que vivía en el país se accidentó y tuvieron que bajar a Santiago. Con un día libre en la capital, Inés decidió realizar una charla, a la que llegaron varios empresarios. Así, de boca en boca, comenzó a hacerse conocida en esos grupos y muchos comenzaron a buscarla. Como el abogado Carlos Cruzat, quien durante 20 años fue numerario del Opus Dei. Hace 20 también se retiró de ese movimiento, aunque, por un tiempo y guiado por su mujer -quien pertenece al Opus- siguió asistiendo a los círculos. Hasta que el asunto dejó de funcionar.

"Para un hombre estructurado como yo, ese fue un mundo que no me hizo bien. Me rigidizó mucho. Hasta que conocí a Inés y descubrí, no sin dificultad, que su espiritualidad me removía por completo", dice el abogado. Le costó involucrarse, porque para él no era natural la improvisación: "Visitar una capilla con gente que deja sus zapatos afuera, que entra y se sienta en el suelo, donde te enfrentas a ejercicios de relajación, yoga y a dinámicas a las que yo no estaba acostumbrado". Recuerda que no sin recelo decidió conocer la espiritualidad de Inés, de la cual su hermana Sara tanto le había hablado.

También porque alguien les había hablado de esta mujer; personas como el presidente de Nestlé, Fernando del Solar, y el ex ministro Alberto Etchegaray se han acercado a ella. Este último, incluso, ha viajado a Tierra Santa en el periplo que Inés guía una vez por año. Un viaje que pasa por Caná -donde ocurre la historia bíblica de las bodas-, lugar donde los cerca de 20 matrimonios que la acompañan renuevan sus votos.

Aunque pertenece a la Iglesia Católica -y el Vaticano ya analiza los estatutos del centro para darle categoría de movimiento-, hay dinámicas bastante particulares en esta comunidad. Como las de hoy, por ejemplo. Mientras los asistentes cantan, la argentina interrumpe de pronto con instrucciones como invitar a los presentes a pararse y caminar en círculos por la sala. Los profesores, que tienen entre 30 y 60 años, obedecen, se paran y giran por la sala.

De fondo se escucha música new age. Inés, con voz pausada, dice al grupo que se miren a los ojos y que la expresión de esos ojos diga: "Yo, ya me decidí". Entre quienes caminan en círculos hay varias religiosas. Muchas, también, están haciendo el curso CAE. Como las dos ursulinas que cada miércoles llegan a eso de las 17.30 a la sede en Vitacura.

En ese centro enseñan varias mujeres, como Dominique Berthet, señora del presidente de la Sofofa, Andrés Concha. Ella dirige a varias que decidieron ser alumnas de nuevo. Como Gloria Fernández, cuya familia es una de las mayores benefactoras del Opus Dei, y María Teresa Serrano, madre del ministro Felipe Bulnes, quien ha seguido diversos movimientos y ejercicios religiosos, pero que asume éste como algo muy particular.

"Lo que más me gustó es que esto haya estado dirigido por una laica, porque los laicos también tienen una misión. Este ha sido un proceso que me ha hecho bien, es una forma de vivir mejor, menos sola en un mundo donde reina la soledad", dice Serrano. En su pieza, como todos los seguidores de Inés, instaló un altar con algunas fotos y una que otra vela. Porque lo recomendable, dicta la argentina, es que cada mañana sus seguidores se den tiempo para poner la mente en blanco y guardar silencio al menos 20 minutos. Para comenzar bien el día.

Esta tarde, el discurso de Inés apela a la historia. Dice que de manera creciente, el hombre ha ido afianzando un pensamiento pragmático, en desmedro del desarrollo del espíritu. Habla de la revolución industrial, de la actual revolución tecnológica y de cómo el estilo de vida posmoderno aleja de las cosas que importan. "Se nos ha olvidado que también somos seres espirituales", vuelve a decir a viva voz.

Y esto que hoy lo dice una laica, cobra más sentido en tiempos en que la Iglesia atraviesa una de sus peores crisis. Así lo explica el sacerdote benedictino Fernando Edwards, otro de los seguidores. "Todos necesitamos ayuda. Creo que debe cambiar la concepción que la gente tiene de nosotros. Nos ven como marcianos, pero los sacerdotes también tenemos problemas, por lo que necesitamos que alguien nos escuche. La crisis de la Iglesia obliga a que los laicos asuman más responsabilidades", dice el monje.

Las velas han estado todo el tiempo encendidas. Porque el fuego, dice Inés, es una metáfora y lo enfatiza a través de su charla. Luego canta con convicción cerrando sus ojos: "Volverme fuego, volverme fuego, volverme amor…". La llama, por muy pequeña que sea, tiene que pasar de persona en persona. Eso fue lo que intentó también en 2001, cuando realizó una charla de reconciliación ante parlamentarios, luego de ser contactada por el cardenal Francisco Javier Errázuriz. Allí la escucharon José Antonio Viera-Gallo, Jaime Naranjo, Rodrigo Alvarez y Sergio Diez.

Hacia el final de la charla, Inés Ordóñez pide a los educadores que busquen en la sala a alguien que no conozcan. Y que se pongan frente a frente. "Nos vamos a decir qué siente nuestro corazón. Nos vamos a desahogar, porque en el camino hemos sido heridos", dice. Son unos 15 minutos en que la idea es que le cuenten al desconocido algo importante en sus vidas. De fondo, sigue sonando la música new age.S