Las tensiones posguerra del Pacífico con Perú (1883-1929)

El fin de la Guerra del Pacífico dejó varios temas territoriales inconclusos con el Perú. La firma del Tratado de Ancón, que coincidió con el fin de la guerra, el 20 de octubre de 1883, y que fue negociado por el lado chileno por Jovino Novoa, tatarabuelo del senador UDI del mismo nombre, estipuló que las ciudades de Arica y Tacna quedaban en comodato chileno por 10 años y que, cumplido ese período, ambas ciudades decidirían sobre su destino mediante un plebiscito, mientras Tarapacá era adjudicado a Chile irreversiblemente.

Por falta de garantías y tensiones constantes entre ambos países, ni en Arica ni en Tacna se llevó a cabo el plebiscito acordado y ambas ciudades quedaron bajo administración chilena por 45 años. El estado de indefinición causó violencia política en ambas provincias. En Tacna, los curas peruanos fueron expulsados y reemplazados por chilenos, mientras las escuelas peruanas eran cerradas. En Arica y Tarapacá, las ligas patrióticas se encargaban de ahuyentar a los ciudadanos peruanos que permanecían ahí. Durante todo este período la frontera norte chilena estuvo en litigio casi permanente. Fue en 1929, a través de una mediación estadounidense que culminó en el Tratado de Lima, el año en que se ratificó la provincia de Arica bajo dominio chileno. En el mismo tratado se resuelve devolver la provincia de Tacna al gobierno peruano y se fija la frontera terrestre peruano-chilena. El tratado debilita las posibilidades de salida al mar de Bolivia por un corredor a través del norte de Arica, pues es el gobierno peruano el que queda con la "llave y el candado" de la mediterraneidad boliviana.

Laguna del desierto: casi cien años de incertidumbre

Desde la demarcación de la frontera moderna con Argentina en el Tratado de 1881, varios fueron los temas que quedaron pendientes. El tratado, que a grandes rasgos otorgó gran parte de la Patagonia al país vecino, establecía que la línea divisoria tendría relación con las más altas cumbres o con la línea divisoria de las aguas. El primer conflicto se produjo por la Puna de Atacama, territorio que Chile incorporó luego de la Guerra del Pacífico y que Bolivia cedió a Argentina antes de firmar la paz con Chile. Hubo arbitraje de Estados Unidos en 1899 y Argentina se quedó con 60.000 km2 de los 80.000 km2 en litigio.

Luego de eso hubo arbitrajes en 1902 en la zona de Lonquimay (IX Región) y en 1966 en la zona de Palena (X Región), ambos dirimidos por la corona británica, dividiendo salomónicamente el territorio en partes casi iguales.

Pero fue en 1965 cuando los problemas de frontera llegaron a su punto más tenso, sin mediación de por medio. El 4 de octubre de ese año, la Gendarmería argentina notificó a Domingo Sepúlveda, colono chileno residente en el área de Laguna del Desierto, que debía regularizar su situación en la ciudad argentina de Río Gallegos. El colono pidió ayuda al retén de Carabineros de Lago O'Higgins, los que llegaron a la zona el 17 de octubre. En paralelo, los presidentes de ambos países, Eduardo Frei Montalva y Arturo Illia, reunidos en Mendoza, acordaban el retiro de carabineros del área dentro de 48 horas y acordaban que el asunto sería dirimido por una Comisión Mixta Chileno-Argentina de Límites. En Argentina interpretaron que tras el plazo, Gendarmería estaba autorizada a avanzar sobre el territorio de la discordia.

El 6 de noviembre, un número no precisado de gendarmes encontraron a cuatro carabineros en la zona de Laguna Cóndor, donde estaba el asentamiento del colono Sepúlveda.

Hubo disparos, un enfrentamiento entre las fuerzas de ambos países.

El resultado fue la muerte del teniente de Carabineros, Hernán Merino. Gravemente herido quedó el sargento Miguel Manríquez. Los dos carabineros restantes fueron llevados a Argentina, quedando detenidos por dos días. En Santiago hubo protestas frente a la embajada transandina. Se resolvió que la comisión formada siguiera su trabajo, pero Gendarmería argentina igualmente instaló un puesto en la zona.

En 1991, los presidentes Patricio Aylwin y Carlos Menem acordaron llevar el tema a un tribunal arbitral de juristas latinoamericanos, que se constituyó en Río de Janeiro. El 21 de octubre de 1994, el tribunal falló, dando la razón casi en su totalidad a la tesis argentina. Chile perdió un área cercana a 590 km2 hacia el sur de Coyhaique, territorio donde estaban insertas Laguna del Desierto y Laguna Cóndor.

La casi guerra del Beagle

El conflicto por las islas Picton, Nueva y Lennox, además de otros islotes en el canal Beagle, detonó en 1978, con movimientos militares desde el lado argentino de la Patagonia y una postura chilena de defender las islas en caso de ataque. Pero los problemas limítrofes en esa zona del canal habían empezado mucho antes, en 1901, cuando un mapa emitido por el gobierno argentino reclamaba soberanía sobre esas islas.

En 1958, las armadas de ambos países instalaron y desinstalaron varias veces pequeños faros en el islote Snipe, como señal de posesión de ese territorio. El asunto se resolvió entre ambas cancillerías al dejar el islote sin faro y con el retiro de los gendarmes argentinos que habían ocupado el lugar. También se decidió mantener el status quo, que se rompió con el laudo arbitral de 1977 hecho por la corona británica. El fallo, que favorecía en su mayoría a la posición chilena, otorgaba casi todas las islas en disputa, incluyendo las Picton, Nueva y Lennox. El gobierno argentino no sólo desconoció el fallo, también solicitó soberanía sobre parte de las islas ubicadas desde la boca sur del Beagle, hasta Cabo de Hornos.

Mientras en Argentina, la dictadura encabezada por el general Videla instauraba un clima bélico, con envío de tropas a la Patagonia y difusión a través de los medios de comunicación de ejercicios militares, en Chile, el tema era tratado con prudencia. Primero, porque la zona en disputa estaba en poder chileno y, segundo, porque el poderío militar favorecía a Argentina.

El 22 de diciembre de 1978, cuando las FF.AA. argentinas estaban dispuestas a atacar y la guerra era inminente, el anuncio de la mediación papal evitó el inicio del conflicto.

Casi dos años duró el proceso en Roma. El 12 de diciembre de 1980 se dio a conocer en forma secreta a ambos gobiernos el resultado de la mediación. El Vaticano no hacía otra cosa que confirmar buena parte del laudo de 1977. Lo más relevante era que las islas Picton, Nueva y Lennox permanecían en poder chileno. El gobierno militar argentino dilató la aceptación de la mediación papal. De hecho, nunca llegó a reconocerla.

El 24 de noviembre de 1984 y a través de un plebiscito impulsado por el recientemente electo Presidente Raúl Alfonsín, Argentina finalmente aceptó los resultados de la mediación. Cinco días después, un tratado de paz entre ambos países era firmado, en el Vaticano, por los cancilleres Del Valle (Chile) y Caputo (Argentina). El peligro de conflicto en el canal Beagle desaparecía completamente.

Perú y su intento de reivindicación militar en los 70

La década de los 70 estuvo fuertemente marcada por las constantes tensiones con Perú, al punto que a los ciudadanos de Arica se les instruyó prepararse para una eventual invasión. Pero todo empezó un poco antes, en 1968, con el golpe de Estado del jefe del Ejército peruano, Juan Velasco Alvarado, al Presidente electo Fernando Belaúnde Terry. El general Velasco era de la idea de que Perú debía vengar la afrenta chilena en la Guerra del Pacífico, lo que pasaba por recuperar los territorios peruanos perdidos en esa guerra.

A principios de los 70, Perú había empezado una carrera armamentista consistente en comprar equipamiento, además de recibir instrucción soviética. Aún así, la relación entre el general Velasco y el en ese entonces Presidente Allende (el primer mandatario chileno en visitar Lima oficialmente después de la Guerra del Pacífico) era buena: ambos tenían sentimientos antiestadounidenses y ambos eran procastristas. Esto hizo que una posible avanzada peruana se retrasara. Además, sectores de izquierda peruanos preferían ver a un gobierno de Allende consolidado en lugar de la recuperación del Morro de Arica.

Aún así, en Arica ya se preparaban para una posible invasión. En enero de 1973, el recientemente fallecido ex director de la CNI Odlanier Mena fue puesto al mando del Regimiento Rancagua, en Arica. Antes de partir, se le dijo que tenía que defender la ciudad "a cualquier costo". Por esos meses, la inteligencia chilena había registrado varios movimientos de tropas en los alrededores de Tacna. No sólo los militares estaban preparados. La ciudad entera: hospitales, radio operadores, reservistas. Todo estaba organizado para un eventual esfuerzo bélico.

Luego del Golpe de septiembre de 1973 y con Augusto Pinochet ya como cabeza de la Junta Militar, la estrategia de éste fue limar asperezas con Bolivia y así evitar un pacto de ese país con Perú. Un posible ataque peruano se hacía más inminente, ya que ahora no había complicidad ideológica entre gobiernos. Que se sumara Bolivia era un peligro adicional.

Las Fuerzas Armadas chilenas sabían que una guerra con Perú podía significar una derrota. El régimen de Velasco había potenciado su ejercito en todos los frentes, mientras que los chilenos tenían un déficit estructural que se arrastraba de décadas. Comprar equipamiento en medio de la crisis económica post Golpe se hacía complicado. Por eso, uno de los recursos ocupados por la Junta Militar fue la diplomacia militar.

El 8 de noviembre de 1974, tras una iniciativa chilena, se realizó en la frontera de Chile y Perú el Abrazo de la Concordia. Ahí, los mandamases de los regimientos de Arica y Tacna, Odlanier Mena y Artemio García, protagonizaron una ceremonia que prometía paz e integración entre ambos países.

En paralelo, Pinochet trataba de controlar el flanco boliviano. Y algo tenía avanzado. El régimen del general Hugo Banzer sentía más simpatía ideológica por el proceso chileno, que por el proceso revolucionario peruano. El 8 de febrero de 1975, ambos generales se encontraban en la estación de trenes de Charaña, Bolivia, para restablecer relaciones diplomáticas (rotas en 1962) y sellar un acuerdo de salida al mar, que consistía en un corredor cercano a la frontera de Chile y Perú. Según el Tratado de Lima de 1929, el acuerdo tenía que ser aprobado por el Estado peruano. Lima se opuso y planteó como alternativa una zona de soberanía compartida entre los tres países, lo que no fue aceptado por Bolivia.

Mientras tanto, el gobierno del general Velasco se seguía preparando para una guerra. Incluso, había "Día D": el 6 de agosto de 1975.

El agitado clima interno peruano hizo que el ataque nunca se produjera. Ese mismo mes de agosto se reunía en La Paz, Bolivia, el general peruano Francisco Morales Bermúdez con el general chileno Sergio Arellano Stark y Odlanier Mena, por las celebraciones de la independencia boliviana. Morales les dijo a los chilenos que para él eran sumamente importantes las relaciones de su país con Chile. Tres semanas más tarde, el 29 de agosto de 1975, Morales lideraba un golpe de Estado en contra de Velasco. A su llegada al poder, dio señales de que reorientaría la política militar peruana. La tensión que empezó en 1968 con el arribo al poder de Velasco, llegaba a su fin.