Que Medicina no era la carrera más apetecida, sino que lo era Leyes, porque la primera era "poco digna de caballeros". Que los inicios fueron tan humildes, que faltaban profesores: por ejemplo, Ignacio Domeyko debía atender cinco ramos y en Medicina, como sólo había cuatro docentes, ningún alumno podía concluir sus estudios antes de 12 años. Que los ingenieros eran mal pagados en los servicios públicos, su única fuente laboral, porque enfrentaban la competencia de los extranjeros.

Así fueron los primeros inicios de la vida universitaria en el país. Si la educación escolar chilena progresó a un ritmo lento -en medio siglo, entre 1810 y 1860, la escolaridad promedio de la población llegaba a un año y un siglo después, no se superaban los cuatro años-, más lento fue el avance de la educación superior. Pese a que la primera universidad, la Real San Felipe, se fundó en 1738, no fue sino hasta las últimas dos décadas del siglo XX que la cobertura de la educación terciaria despegó, llegando a 30% en 2009.

La U. de Chile, la sucesora de la U. Real San Felipe, fue por casi medio siglo el único plantel del país. En 1888 se sumó la UC y ya avanzado el siglo XX (1919) se agregó una tercera universidad: la U. de Concepción, cuyos inicios, según consta en la Historia de la U. de Chile, de Rolando Mellafe, "eran penosos": "En la denominada Escuela Dental, que ocupaba dos salas de una vetusta casa, el único sillón disponible provenía de la peluquería del club de la ciudad", señala el texto.

El anhelo: ser empleado

Para la mitad del siglo XX, las universidades eran seis. Y los alumnos matriculados en ellas sumaban poco más de 10 mil. Por entonces, en 1963, Jaime Mellado ingresaba a estudiar Derecho, en la U. de Chile. Hijo de un comerciante, Jaime fue el primero en su familia en acceder a estudios superiores.

La situación económica de la familia era holgada y la universidad, gratis. Pero aún así no era una decisión fácil dejar que los hijos se dedicaran cinco años a estudiar y postergaran el ingreso al trabajo. "Había que tener espaldas", recuerda Mellado.

En especial, porque el ingreso a la universidad no era una prioridad. Con la enseñanza media, las personas se daban por satisfechas, porque era algo que lograba apenas uno de cada 10 jóvenes. Por eso, haber completado el liceo bastaba para ser contratado en una empresa estatal, donde se hacía carrera, que era el anhelo de la gran mayoría.

"Quienes egresaban de la universidad podían, al poco tiempo, comprar una casa, lo que era muy difícil en aquella época. Pero las diferencias no eran tan importantes con quienes sólo terminaban la enseñanza media", dice Mellado.

Además, el llegar a los estudios terciarios era tema sólo para los más inquietos, aquellos que, más que aspirar a comprar una casa, pretendían cultivar su vocación y contribuir al desarrollo de la sociedad. Era la época del inicio de la Falange, del movimiento por reformas sociales y del idealismo.

La diferencia de sueldos

Según datos elaborados por Harald Beyer, por ese entonces el salario de un universitario era dos veces superior al de un egresado de la enseñanza media. Cuarenta años más tarde, en 1990, llegó a estar cinco veces por sobre el salario de un egresado de enseñanza media y para finales del siglo XX, la diferencia era de tres veces.

En esos años, salir al mercado con enseñanza media no suponía gran esfuerzo: todos lo lograban. El paso siguiente, entonces, era la universidad. Y ellas ya habían vivido su propio boom, a partir de la reforma de los 80, que reorganizó la U. de Chile, transformando sus sedes regionales en instituciones autónomas, y permitió la apertura de planteles privados.

Si a inicios de los 80 había ocho universidades en el país, a inicios de los 90, eran 47. Los alumnos: 220 mil. Desde entonces, crecieron sistemáticamente las vacantes universitarias y la presión por lograr un cupo. El año 2000, 450 mil alumnos accedieron a la educación superior.

Por eso, cada vez fueron necesarios más años de estudio para acceder a la llamada movilidad social. Según datos de Cristián Bellei, académico del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la U. de Chile, en 1990, para estar en el quintil más rico, se necesitaban 12 años de escolaridad promedio. Diez años más tarde, para estar en el quintil más rico se necesitaban 15 y para no caer en la pobreza se había pasado de nueve a 12 años de escolaridad.