Para la mayoría de nosotros pasa desapercibida. La diferencia entre escuchar una risa fruto de la alegría, versus una risa que tiene su origen en la ironía o la burla, simplemente se identifica de manera automática. Pese a ello, en más de una ocasión dudamos con preguntas del tipo "¿te estás burlando?", "¿te parece gracioso lo que estoy diciendo" o "¿te estás riendo de mí". Como necesitando una confirmación. Nuevos estudios prueban que, lejos de ser fruto del azar, estas reacciones son mucho más complejas de lo que se pensaba y tienen su origen en una diferencia cerebral en el procesamiento de las diversas formas de risa: son distintas áreas las que se conectan cuando escuchamos una u otra risa.

Las implicancias de este hallazgo no sólo ayudan a entender mejor la génesis de enfermedades como la esquizofrenia, el autismo o el síndrome de Asperger, que afectan la capacidad de interacción social de las personas, sino que permiten explicar por qué algunas personas son mejores que otras reconociendo el sarcasmo o la ironía.

Considerada uno de los últimos reductos conductuales ciento por ciento humanos, luego de que la ciencia ha comprobado que hasta las ratas tienen habilidad para reír divertidas, la ironía ha sido definida como una habilidad de orden superior que diferencia al hombre de todas las otras especies de primates y mamíferos. Estudios han detectado que el poder de la ironía a nivel cognitivo es tan fuerte, que influye hasta el punto de motivar la creatividad en quienes son expuestos a ésta. Otras investigaciones han probado que la respuesta incongruente que involucra la ironía activa el pensamiento complejo en el cerebro.

Pero, hasta ahora, poder entender cómo opera esta diferencia a nivel cerebral había sido imposible usando técnicas de imagen tradicionales como la resonancia magnética funcional (fMRI), que identifican la actividad según la intensidad del flujo sanguíneo entre las diversas áreas. Sin embargo, nuevos mecanismos que permiten observar las conexiones neuronales entre diversas zonas despejaron las dudas, ayudando a explicar por primera vez el origen de esta diferencia. "La risa irónica y la risa común se procesan a través de áreas que se superponen, como una carretera que corre bajo la otra, impidiendo observar ambas por separado desde la altura", dice Eberharld Karls, profesor de neurosiquiatría de la Universidad alemana de Tübingen, que encabezó el estudio.

Combustible para la mente

En la investigación participaron 18 sujetos que debían escuchar diversos tipos de risa mientras la actividad de su cerebro era registrada mediante la técnica de imágenes con tensor de difusión, que permite observar la microestructura y conectividad entre diversas áreas. Quienes tenían mejor capacidad para distinguir una risa irónica registraban conexiones más fuertes en el área que procesa los sonidos, mientras que quienes identificaban sólo la risa alegre mostraban mayor intensidad en las conexiones relacionadas con el área visual.

En términos muy simples, en el segundo caso opera de manera mucho más automática, como cuando vemos un rostro alegre y entendemos su estado emocional sólo con una mirada. En el primero, en cambio, se requiere un esfuerzo cognitivo mayor, como cuando entendemos una frase o leemos una metáfora. El estudio infiere que esta diferencia se origina en la "mayor complejidad social" que involucra a nivel mental poder distinguir las intenciones y sentimientos involucrados en gestos como el sarcasmo o la ironía, una de las últimas áreas que habrían evolucionado en el homo sapiens a medida que las relaciones sociales y la creatividad se volvían claves para la supervivencia.

Esto explica los resultados de otros estudios que han determinado el poderoso influjo de la ironía a nivel mental. Una investigación realizada en 2011 en Israel, que buscaba conocer el impacto del enojo en la motivación para el trabajo, expuso a cerca de 200 sujetos diversos tipos de mensajes que incluían sarcasmo e ironía, luego de lo cual debían resolver una serie de problemas: los que habían escuchado mensajes irónicos acudían a soluciones más creativas que el resto. La explicación indica que la respuesta incongruente que involucra la ironía "activa el pensamiento complejo" en el cerebro; dicho de otro modo, es como una suerte de combustible que nos impulsa a pensar más.

El doctor Pedro Maldonado, especialista del Centro de Neurociencias Integradas de la U. de Chile, explica que en el caso de la risa se comparte la misma estructura para el procesamiento cerebral, pero se aprecia una diferencia en el "grosor de los cables" que conectan las áreas. Esto es lo mismo que se puede apreciar como parte del llamado "aprendizaje perceptual", mediante el cual las personas se especializan en algo. "El radiólogo, por ejemplo, al observar una radiografía ve cosas que tú y yo no somos capaces de ver, porque la práctica le permite conectar estímulos de diversas maneras". Esto ayuda a explicar por qué algunas personas son más diestras en identificar la ironía: en la medida en que estamos más expuestos a esta clase de estímulos cognitivos, las conexiones neuronales se desarrollan y fortalecen mejorando nuestra capacidad para interpretar signos sociales.

Un estudio de la Universidad de California, San Francisco, explica que toda esta complejidad se debe a que la forma en que interactuamos con otras personas es una de las funciones más elaboradas que desempeña nuestro cerebro, al punto que cualquier alteración puede considerarse clave para entender condiciones como el autismo o enfermedades mentales como la esquizofrenia. En las primeras etapas de los desórdenes mentales, las funciones sociales son las primeras en deteriorarse, mientras que funciones radicadas en áreas más específicas, como la planificación y la organización, se mantienen todavía funcionando, señalan los especialistas. Por ello las implicancias de este nuevo hallazgo serían claves para entender y combatir enfermedades que afectan el proceso cognitivo.