Sucede algo especial con Gilles Villeneuve. Durante sus seis temporadas en la Fórmula Uno corrió en 67 Grandes Premios, logró apenas seis triunfos y su mejor campaña fue el segundo lugar que obtuvo en 1979. Aun así es una leyenda. Un campeón sin corona, para muchos.
Ayer se cumplieron 30 años desde su trágica muerte, en un accidente en las clasificaciones del GP de Bélgica 1982, en Zolder. Eliseo Salazar estaba ese día en la pista y fue uno de los primeros en observar desde su ATS el cuerpo inmóvil del canadiense junto al alambrado, donde llegó luego de que se rompieran los arneses de su butaca.
"Lo vi al lado de la pista, con el cuerpo como desarmado. Llegué a los boxes y de inmediato les dije que estaba muerto. Muchos no me creían", relata el chileno.
La historia detrás de su muerte parte dos semanas antes, en Imola, en la carrera en que Salazar llegó quinto y logró sus últimos puntos en el "Circo".
Luego de la rotura del francés René Arnoux, Villeneuve y su compañero en Ferrari, el también francés Didier Pironi, dominaban sin contrapesos una prueba en que sólo finalizaron cinco autos.
Desde su equipo reciben la instrucción de bajar el ritmo, para no arriesgar el "un-dos" de la Scuderia. Por el contrario, se enfrascan en una lucha épica por la punta, con seis cambios de líder en las 17 vueltas finales, el último de ellos en favor de Pironi.
El canadiense terminó indignado. "Me robó el triunfo", fue lo más suave que se le escuchó decir.
Villeneuve no pudo dejar atrás esa molestia y en Zolder estaba decidido a salir por delante de su coequipo. Venía lanzado en la clasificación, cuando se le apareció por delante el March del alemán Jochen Mass y lo tocó por detrás, tras lo cual su coche escarlata salió volando y él, despedido hacia la reja por la falla en los arneses.
"En esa época teníamos dos sets de neumáticos para la clasificación y apenas duraban una vuelta, en la que no se podía frenar, y justo se encontró con Mass", agrega Salazar.
La de 1982 también sería la última de Pironi en la F1. Un violento accidente en el GP de Alemania, que casi provocó que le amputaran las piernas, le privó de estar en las cuatro fechas de cierre y perdió la ventaja que traía como líder del campeonato, que a a la postre se llevó Keke Rosberg. Murió en 1987, en una carrera de lanchas, mientras planeaba su regreso a la F1, pese a las 34 operaciones que se sometió para recuperarse.
Un talento innato
El temprano deceso ayudó a crear el mito alrededor del canadiense, cuya máxima era ir por el todo o nada, la misma que sedujo al propio Enzo Ferrari, cuando se conocieron en 1977, quien le perdonaba todos sus excesos al volante y lo defendía de las críticas de la prensa italiana, debido a su falta de resultados.
"Gilles era muy talentoso y espectacular, pero eso no es todo lo que se necesita. Tenía un gran control del auto, aunque no era tan eficiente. La leyenda se sobrevalora por su muerte", remata Salazar.