Si hay una empresa agrícola chilena que sabe de terremotos, esa es La Rosa Sofruco, holding que reúne a la frutícola Sofruco y a la viña La Rosa. La historia de la compañía se remonta a 1824, cuando Francisco Ignacio Ossa le compró a Manuel Blanco Encalada una hacienda en el sector de Peumo (VI Región).
Y 186 años después, la firma sigue siendo controlada por la misma familia. Hoy es presidida por Ismael Ossa Errázuriz, el tataranieto del fundador. El holding La Rosa Sofruco cuenta con 2.153 hectáreas destinadas a la producción de frutas, las que se dividen en cuatro haciendas: La Rosa, Sofruco, Maitenes-La Palmería y Cornellana. Ahí producen naranjas, pomelos, ciruelas, manzanas, mandarinas y paltas, entre otras frutas. La compañía genera ingresos anuales superiores a los US$ 30 millones y cuenta con 1.300 trabajadores.
A un mes de ocurrido el terremoto, Ismael Ossa Errázuriz cuenta que la compañía pudo retomar la normalidad en un plazo breve. "El sismo afectó las instalaciones, sin embargo, a las pocas horas reconectamos energía y agua potable con nuestros equipos de respaldo para las casas y la empresa. Las instalaciones relativas a frutas como packing, frigoríficos, jugos y deshidratados de frutas estuvieron operativos el día martes", dice el empresario y agrega que en el caso de la bodega de vinos de Viña La Rosa hubo mayores daños y pérdidas de producto, por lo que retomar las operaciones normalmente tardó más tiempo.
Con todo, a partir del jueves 11 de marzo estuvieron 100% operativos. Además, la casona que tiene más de 200 años no sufrió daños estructurales graves y será refaccionada una vez que terminen de reparar las casas de los trabajadores. De hecho, la compañía planea construir 50 casas. "Para eso necesitaremos financiamiento. Dependiendo de ello, analizaremos otras inversiones que teníamos planeadas relativas a aumentar el soporte agroindustrial de la firma", dice.
Impuestos y dólar
El empresario señala que el terremoto dejó manifiestas las asimetrías económicas que provocan las industrias extractivas, como la agricultura, en su entorno. "Hay que buscar las fórmulas que permitan la inversión y crecimiento de nuestra agricultura y al mismo tiempo de las regiones", dice.
En ese sentido, señala que la idea de subir los impuestos a las grandes empresas que ha esbozado el gobierno no es la salida correcta. "Los impuestos son traspasos de recursos de los particulares al Estado, si la productividad es mayor en el Estado, entonces habrá que aumentarlos, pero pienso que la actividad privada es más eficiente y, por consiguiente, aumentarlos no es el camino", explica.
Además, se muestra cauteloso con la posibilidad de que se puedan ingresar al país los ahorros que Chile tiene en el exterior, pues terminarán presionando a la industria exportadora. Ossa señala que las industrias que producen bienes transables, entre ellos la agricultura, necesitan un dólar de $ 600 para ser rentable: "Un dólar a $ 510 significa, a mi modo de ver, que las actividades dejan de ser rentables, no crecerán, no habrá inversión, no podrán mantener la fuerza de trabajo y acrecentarán la pobreza". Agrega que, dadas las circunstancias, tener una tasa de cambio adecuada es relevante para permitir capitalizar las actividades que dan ocupación. "Existe un potencial enorme en la agricultura y ganadería en el país y se requiere hacer atractiva la inversión en ella", explica.
Para evitar el impacto que tendría en el tipo de cambio repatriar los dólares que el país tiene ahorrados en el exterior, Ossa señala que una parte de las reservas podrían ser usadas en la importación de casas prefabricadas, reequipamiento industrial y maquinaria agrícola, entre otras medidas para ayudar a los trabajadores y microempresarios que lo perdieron todo y necesitan volver a producir. Los dólares se gastarían afuera y, de esa forma, se cumple el objetivo de financiar la reconstrucción, pero sin afectar a los sectores exportadores.