- ¿Es verdad que la gente llora cuando pasan los silleteros?, pregunta curioso un periodista ecuatoriano.

- Pues claro, yo lo hago. Es la respuesta enfática del hombre, que espera ansioso ver desfilar a los niños, hombres, mujeres y ancianos venidos desde las alturas de Santa Elena, con sus extrañas y únicas mochilas de flores.

- Esto es puro orgullo paisa- comenta otra espectadora agolpada en la Av. Regional. También está emocionada.

La Feria de las Flores es la fiesta más importante de todo Medellín. Conmemora a esos hombres y mujeres, esclavos, que debían cargar en sus espaldas por kilómetros a sus señores españoles, en una suerte de sillas de madera denominadas "silletas". Hoy, los silleteros son parte fundamental de ese orgullo paisa y de que Medellín sea una ciudad tan diferente a cualquier otra de Colombia. Una especie de regionalismo bonito, donde cada ciudadano tiene puesta la camiseta en la competencia de ser los más amables, los más alegres y los más educados del país.

Quien visite Medellín en la actualidad sin saber nada de su historia reciente, difícilmente tendrá pistas del miedo y violencia que aquí se vivían hace poco menos de dos décadas. La serie de televisión Pablo Escobar: El patrón del mal, transmitida en nuestro país, trajo de vuelta los relatos de sangre, drogas y poder que Escobar y el Cartel de Medellín diseminaron en la ciudad. Sin embargo, poco y nada de esa fiebre revival de "el zar de la cocaína" tocó a la capital del departamento de Antioquia, que parece no tener ningún interés recordar las tragedias de esos años. Y es que Medellín ha dado vuelta la página. Lugares que antes eran de acceso impensado hasta para la policía, hoy comienzan a recibir sus primeros turistas. Los barrios más pobres se hermosearon y el sistema de transportes mejoró ostensiblemente. Tanto es así que en 2004 se estrenó el Metrocable, una línea de metro que funciona a través de teleféricos y conecta la zona central con los barrios de más bajos recursos, los que se encuentran en las laderas de los cerros.

Es el nuevo Medellín: moderno, amigable y limpio. Un ejemplo, según muchos. No por nada fue escogida este año como la "ciudad más innovadora del mundo", superando a Nueva York y Tel Aviv en el concurso "City of the Year" que organizan The Wall Street Journal y Citigroup. Pero a pesar de todo lo conseguido, para los paisas este es sólo el comienzo y junto con el Eje Cafetero esperan convertirse en las nuevas cartas turísticas de Colombia, compitiendo codo a codo con San Andrés y Cartagena de Indias.

Partir desde cero

Medellín es una ciudad cuyos íconos turísticos son bien reconocibles. Toda primera visita debe comenzar irremediablemente en la Plaza de las Esculturas, también conocida como Plaza Botero, ubicada en el centro de la ciudad. Su construcción es relativamente nueva (data de 2002), pero en poco tiempo se ha convertido en una de las imágenes más reconocibles del nuevo Medellín. Siempre repleta de una heterogénea masa de gente compuesta por oficinistas, turistas y vendedores ambulantes, un paseo por el lugar da para un buen rato y una buena cuota de paciencia: el lugar está tan repleto, que conseguir una buena foto puede demorar bastante, al igual que tendrá que convertirse en un verdadero artista de la finta si es que los vendedores descifran que usted es un visitante extranjero. Allí, y como su nombre lo indica, se disponen 23 monumentales esculturas de bronce de Fernando Botero, que llegó a convertirse en el artista más famoso de Medellín agrandando los volúmenes de los cuerpos, técnica llamada boterismo, aunque en el imaginario popular conocida simplemente como los "gordos de Botero".

Frente a la plaza se encuentra el Museo de Antioquia, que guarda una completa colección del artista, tanto esculturas como cuadros. El valor de la entrada es de US$ 5. Está abierto de lunes a sábado de 10.00 a 17.30, mientras los domingos hasta las 16.30.

Uno de los nuevos parques imperdibles se encuentra en la zona norte de la ciudad. Se trata de la conjunción del Parque Norte, que antes fue un basural y hoy comprende un parque de diversiones, el Jardín Botánico y el Parque Explora, formando parte de la envidiable cantidad de áreas verdes con las que cuenta Medellín.

Para el turista, el más llamativo, sin dudas, será Parque Explora, que vendría a ser algo así como una mezcla de nuestro MIM, con zoológico y mundo submarino. Es un panorama sobretodo familiar que dejará a los más pequeños con la boca abierta gracias a su acuario, el más grande de Sudamérica. Está abierto todos los días y el valor de la entrada con acceso a todos los espacios del parque es de US$ 10.

Un paseo más tradicional es una visita al cerro Nutibara, en el centro de Medellín. Desde lo más alto se obtiene una perfecta panorámica en 360° de esta urbe de más de tres millones y medio de habitantes. Es un panorama muy local, al que los medellinenses suelen acudir los fines de semana. Niños encumbrando volantines (o cometas), vendedores de cabritas y terracitas donde se capea el calor con una cerveza son parte de la imagen cotidiana en este cerro. Aquí está emplazado el Pueblito Paisa, que recrea las localidades campesinas típicas de los corregimientos que rodean a Medellín. No es muy grande ni tampoco un atractivo novedoso, pero sí entrañable debido a que apela a lo más profundo del espíritu paisa. Gracias a ello, aparece rankeado en la posición N° 9 de cosas que hacer en Medellín, según Lonely Planet.

Si su plan es ir "de rumba", la mejor opción el sector Parque Lleras, en la comuna de El Poblado. Es el símil local de Bellavista aunque un poco más amplio e igual de concurrido. Bares de todo tipo, pubs, discotecas y restaurantes... todo concentrado en unas cuantas cuadras alrededor de una pequeña plaza. Ron, aguardiente y cerveza son los tragos habitués y vallenato, cumbia y raeggeton los ritmos que se entremezclan de un local a otro. El baile, por supuesto, es protagonista (estamos en Colombia) y no importa si hay pista de baile o no: las parejas se las arreglan para bailar entre las mesas, pasillos o cualquier rincón del porte de una baldosa.

Tardes de campo

Uno de los grandes orgullos de Medellín es su sistema de metro, el único de Colombia. Una idea no muy fácil de materializar, ya que gran parte de la población vive en las laderas montañosas, por lo que un tren subterráneo no era viable. ¿Cómo superar esa dificultad? Pues gracias a un sistema de teleféricos y junto a él, lograr integrar a gran parte de la población que hasta hace una década se sentía marginada del desarrollo de la ciudad. Así ocurrió con Santo Domingo, barrio que años atrás estuvo asediado por las milicias urbanas y que hoy atrae a los turistas que prescinden de los tours oficiales. La llegada de la línea K del metrocable no sólo entregó mayor conexión, sino que también un panorama atractivo para observar Medellín desde las alturas.

El subir por esta línea nos acercará hasta el corregimento de Santa Elena, zona campesina por excelencia, que tiene una particularidad bien especial. De esta localidad son los silleteros que ostentan sus arreglos en la Feria de las Flores. Por reglamento, no puede participar ningún silletero de otro lugar en la fiesta y por eso es el mejor lugar para interiorizarse en esta tradición. La Hacienda de los Londoño tiene una larga trayectoria en la creación de silletas (de hecho, son los actuales campeones absolutos de la feria) y allí podrá conocer cómo nace este concepto con los esclavos que cargaban a sus amos y cómo después los campesinos cargaban las silletas con flores para venderlas en la ciudad.

En Santa Elena también está ubicado Comfama Parque Arví (www.comfama.com). Aquí, en 130 hectáreas, encontrará senderos de trekking, juegos infantiles, cortos en sala de cine 4D, restaurantes y hasta un completo circuito de canopy, con cuatro niveles de difucultad. Si esto ya le parece fabuloso, falta aún la mejor parte: el precio de la entrada es de US$ 15 con acceso a todas las entretenciones. ¡Ah! Porque hay algo importante a tener en cuenta: Medellín cumple a cabalidad con la clasificación de las "tres b" (bueno, bonito y barato). Y ese es un dato certificado.