"¡¿Cómo les vas a estar pidiendo cuota si tú los invitas a tu casa?!", le dijo su padre al abogado Alberto Cruz (29), que había invitado amigos a ver el partido de Chile contra España. "Pero si todos vamos a ponernos con algo", le explicó. Pero no hubo caso. "Mis papás lo encontraron último. Que "no se hace", que "si tú invitas, invitas". Jamás lo harían. Para ellos está pésimo: es de malos anfitriones", cuenta entre risas desde Pichilemu, donde trabaja para la reconstrucción posterremoto. El no lo sopesa. Todos sus amigos se juntan así. O se pone una cuota en plata o llevan algo, pero ya es muy raro -a menos que los convidados sean realmente muy pocos - que el dueño de casa ponga todo lo que hay sobre la mesa.

La estructura del antiguo anfitrión que recibía en la puerta de su casa un ramo de flores, o chocolates o una botella de vino, está desapareciendo. Compartir los gastos y costos de juntarse con los amigos es lo que más se usa entre los adultos jóvenes ahora. Uno lleva el aperitivo, otro la carne, otro el acompañamiento y así. La idea les parece perfecta: no hay que hacer una gran inversión, se organiza rápidamente y cada quien se ajusta a sus talentos y tiempos para llevar algo. Y en los restaurantes, lo mismo: cada uno se encarga de lo que comió o se divide la cuenta en partes iguales. Las invitaciones también son cada vez más inusuales y algunos locales incluso han adaptado su sistema de atención y pago para hacerlo más fácil.

Los amigos

"Cada vez que nos juntamos con mis amigos es así", dice Carla Fuster (33), diseñadora independiente, sobre cómo entre sus amigos cada uno llega con algo para comer cuando se reúnen. "Ahora todas trabajan y nadie tiene mucho tiempo de estar cocinando en la tarde, poniendo la mesa, armando todo para recibir a 12 personas en su casa", dice Carla. "Es mucho más flexible, porque no tienes el peso de gastarte tanta plata", agrega.

Camila Grass cuenta que entre sus amigas de colegio empezaron a organizar comidas compartidas cuando estaban casi todas recién casadas, hace unos ocho años. "Es entretenido y después ya pasa a ser como "ya, la 'no sé cuánto' trae el postre que le queda exquisito". A mí me da una lata enorme cocinar y siempre llevo el vino y los quesos del aperitivo. Y me celebran. Todos nos celebramos. Yo siento que hay un cuento de cariño, en compartir así", dice. "Y cuando salimos a comer también dividimos la cuenta o cada uno paga lo suyo", agrega.

Ambos son fenómenos que han captado gran parte de los restaurantes o comida a domicilio como, por ejemplo, La Punta, de Vitacura, donde tienen gran éxito sus lasañas y postres. "Se ha dado mucho que la gente compra para llevar a los almuerzos con amigos y a veces hasta se han topado en el local comprando para el mismo almuerzo", cuentan. En el pub Las Urracas, Vitacura, los mozos preguntan a los clientes cómo van a pagar antes de atender la mesa, para organizar bien las cuentas de cada quien, explica César Verdugo, gerente de marketing del local. Pero, según Manuel Miranda, jefe de garzones del restaurante Bogaró, de Nueva Costanera, no se trata sólo de cuánto dinero tienen los clientes. "Acá viene gente en autos impresionantes, pero al menos el 80% se divide la cuenta. El otro día vino una mesa de ocho personas y recibí siete tarjetas de crédito", recuerda. Para hacerlo más fácil, el restaurante Cachafaz, del Patio Bellavista, ha instalado un software que divide el total de la cuenta en la boleta para que los comensales sepan cuánto debe pagar cada uno, una práctica ya instalada en Europa y Estados Unidos.

Al igual que hacer una cuota para una comida, repartir la cuenta tiene un enorme sentido práctico, pero cuando cada uno debe llevar algo a la comida, además es entretenido, explica Francisco Mandiola, quien empezó a hacer comidas compartidas hace más de 17 años cuando llegó a Chile con su señora luego de haber vivido casi toda su vida en EE.UU. "Es muy común allá -donde se conoce como potluck dinner-, y lo empezamos a hacer acá por que es práctico e interrumpe menos la vida", dice. Aunque mucha genteno conocía el sistema, tenía buena recepción. "Todo está en la forma en que se hace la invitación. De antemano tiene que ser expresado como algo compartido. Una comida que es de todos los invitados. Además, es entretenido traer algo rico y lucirse. Lo fome es cuando la gente no se esmera nada", opina. La chef Verónica Blackburn ha visto cómo el cocinar se ha vuelto glamoroso, lo que es otro factor. "A los que cocinan les gusta más aún porque hay una competencia entretenida de quién se luce más", dice. "Incluso muchos hombres se juntan, llevan los ingredientes entre todos y cocinan juntos". Además "la gente viaja y conoce nuevas comidas, como la india o thai y es entretenido llevar algo así a las casas de los amigos", dice Blackburn.

Los nuevos modales

Eduardo Alveal (72), conserje del condominio Valle Central, de Vitacura, ha visto desde siempre cómo los invitados siempre suben con algo a los departamentos. "Ahora veo gente de todas las edades que llegan con comidas y bolsas ", dice. Pero él trabaja ahí hace 22 años y ha visto el cambio generacional. "Las personas antiguas eran más sociables", opina. "Invitaban a mucha gente a la casa y nunca llegaban con algo. Eran reales caballeros", afirma. Es lo que piensan muchas personas de su generación.

Para Gladis Meléndez (76) es también inadmisible. "Encuentro de mal gusto que la gente se haya puesto tan individualista. Creo que es mal visto ser tan poco cordial", dice. Camila Grass piensa que a la gente mayor, la verdad, no se le ocurre preguntar si lleva algo y, ahora, en su generación, es importante hacerlo.

"Cuando mis amigos me llaman para convidarme a comer a sus casas altiro les pregunto 'qué te llevo'. Ya es parte de la buena educación", dice Carla Fufter. "No tener que llevar nada a un asado es raro", grega Camila Grass. Pero así como es de buena educación preguntar si el dueño de casa necesita algo, también es importante al llegar, no comparar los precios con lo que compraron los otros invitados y no llevarse devuelta lo que sobró de lo que se llevó, fueron las recomendaciones de los entrevistados.