Con la muerte de Nicolasa Quintremán, la opositora más férrea a la construcción de la hidroeléctrica Ralco, en Alto Biobío, se cerró uno de los capítulos más duros que debió enfrentar el pueblo pehuenche y en el cual admiten les ha costado más de una década levantarse.

La inundación de esas 35 mil hectáreas cordilleranas y la posterior entrada en funcionamiento de la central, en 2004, se llevó parte de la historia y el hábitat de los hombres del pehuén o piñón, fruto del árbol sagrado del pueblo.

Sin embargo, el fallecimiento de la "ñaña" (forma de llamar respetuosamente a una mujer mayor) fue un acontecimiento que los volvió a unir y a iniciar una nueva lucha: ser el décimo pueblo originario reconocido constitucionalmente por el Estado chileno.

Aunque ellos están considerados en la Ley Indígena como mapuches, afirman que existen diferencias entre ambos pueblos y que ellos tiene una identidad propia forjada a través de los siglos y que quieren perpetuar.

Luis Purrán, presidente de la comunidad de Callaqui, explica: "A nosotros nos miran como pueblo mapuche y hay mucha diferencia. Nosotros somos reflejo e hijos de la araucaria, donde transmitimos nuestra propia lengua y nuestra propia forma de vivir". El dirigente comenta que a veces se molesta con la comparación con las comunidades más conflictivas. "Siempre están a la violencia, al paro, destruyen los edificios públicos y después piden más recursos, y a nosotros lo poco que nos llega le damos un valor grande".

Otra de las diferencias es la zona geográfica donde viven y sus rituales. La principal ceremonia es el nguillatún, que se realiza dos veces al año: durante tres días se comparten la comida y la sabiduría de los integrantes. En esta ceremonia los hombres usan chiripas, un vestido insertado, calzoncillos largos blancos, hechos de bolsas de harina, y ojotas con cuero de animal. La mujer, utiliza pañoleta, a diferencia del cintillo de plata que utilizan las mapuches.

Hace unos días, pehuenches de las 12 comunidades existentes en Alto Biobío se reunieron con el gobernador de la provincia de Biobío, Luis Barceló, para iniciar el proceso. Durante el encuentro, el edil de la comuna, Nivaldo Piñaleo, le entregó una misiva dirigida a la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, y al ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, para que se interioricen de la solicitud.

Las expectativas del reconocimiento, según precisa Luciano Huenchucán, werkén de Ralco Lepoy, también tienen un sentido económico. "En tema de recursos nos sentimos aislados, la idea es poder gestionar, porque sería un pilar fundamental ser independientes, porque creemos que somos un pueblo especial, tendríamos más beneficios", argumentó.

"Los dineros llegan a Cañete y La Araucanía, a lo mejor ellos están más avanzados en el conocimiento de las políticas, acá siempre tenemos que acatar las cosas que vienen impuestas de no sé dónde, las cosas llegan preparadas, como la consulta reciente, y no tenemos participación", agrega el concejal comunal José Luis Benítez, quien expresó que espera que se sumen las ocho comunidades existentes en la zona del volcán Lonquimay. Según cifras de la Conadi existen alrededor de 15.500 pehuenches en el cordón cordillerano existente entre las regiones VIII y IX.

Desde el gobierno indicaron que "el reconocimiento legal de la existencia de un pueblo se debe manifestar en una modificación de la ley 19.253. Los fundamentos para esto no están determinados en la propia Ley Indígena, sino en antecedentes históricos que permitan acreditar la existencia, cuestión que también es recogida en el Convenio 169, al disponer criterios de aplicación al concepto "pueblos" dispuesto en el art. 1 del convenio".

Una de las características de los pehuenches es la estacionalidad. Durante el verano suben a las cumbres con su ganado, principalmente ovino y caprino, incluso pasan la frontera con Argentina. En invierno, en cambio, dadas las nevazones, bajan al plano y capean las bajas temperaturas. Los wentru (hombres) se dedican a la recolección de piñones y alimentos naturales, como el digüeñe, la avellana, mientras que las lamien o cha (mujeres), al tallado de madera y la artesanía.

La autoridad máxima es el lonko o cacique, que es elegido por su vocación social y la sabiduría cultural, hasta que él estime conveniente. Lo acompaña el werkén, secretario ayudante y de confianza. Ambos se preocupan del plano interno, mientras que el presidente de la comunidad, cargo al que puede acceder una mujer, es elegido cada dos años, para encargarse de las temáticas externas de la comunidad, como postulación de trabajos o proyectos.

Yolanda Galpan, parvularia del jardín infantil Pehuén Mawida, cuenta que uno de sus temores es perder la tradición de su lengua, que domina el 80 % de los pehuenches.