Pasadas las 11 de la noche del 3 de julio de 1976, una limusina negra Mercedes Benz, que parecía ser la del dictador ugandés Idi Amin, escoltada por vehículos Land Rover, se acercó al edificio del aeropuerto de Entebbe, cerca de Kampala, en Uganda, tal como lo había hecho el gobernante en los días anteriores para visitar al centenar de prisioneros que permanecía ahí. Pero en el interior no iba Amin, sino que parte del grupo de asalto del Ejército israelí que había llegado minutos antes, en forma completamente sigilosa. Su objetivo era liberar a los pasajeros y a la tripulación de un vuelo de Air France que habían sido secuestrados una semana antes por un comando conformado por extremistas palestinos y alemanes.

"En ese tipo de operaciones la posibilidad de predecir el éxito es especular. Por lo tanto, la decisión de actuar no se toma sólo por las posibilidades de éxito, sino que también se considera toda la situación y su importancia. En este caso, la evaluación más positiva daba un 20% de éxito. Yo era el más optimista y le daba 50%". Así recuerda Matan Vilnai las estimaciones que hacían los militares israelíes antes de lanzar la llamada Operación Trueno de rescate en Entebbe.

Vilnai, actual embajador israelí en Beijing, era el número dos del comando, detrás del general que estuvo a cargo de la operación. "A pesar de las bajas expectativas de éxito, decidimos proceder con la operación, porque no teníamos otra alternativa y estuvimos obligados a actuar, ya que los terroristas amenazaron con empezar a ejecutar a los rehenes uno por uno (a partir del 4 de julio), algo que no se podía permitir", dijo a La Tercera este mayor general en retiro.

El vuelo 139 de Air France, con 248 pasajeros y 12 tripulantes, había sido secuestrado el 27 de julio cuando se dirigía a París. Había despegado desde Tel Aviv (Israel) y había hecho una escala en Atenas. Dos palestinos del Frente Popular para la Liberación de Palestina y dos alemanes de las llamadas Células Revolucionarias llevaron el avión primero a Bengasi (Libia) y luego hacia el Aeropuerto de Entebbe, cerca de la capital ugandesa. Ahí, al comando extremista se sumaron cuatro palestinos y cinco alemanes, y las fuerzas ugandesas les prestaron toda la colaboración.

Los secuestradores exigieron la liberación de 40 palestinos presos en cárceles de Israel y otros 13 detenidos en Kenia, Francia, Suiza y Alemania Occidental. Y dieron como ultimátum el 1 de julio, cuando comenzarían a matar rehenes. Instalados en el antiguo edificio del aeropuerto, los captores pusieron en un sector a los judíos e israelíes, y en otro al resto de los prisioneros. El 30 de junio buena parte de los secuestrados no judíos habían sido liberados, y al día siguiente los extremistas pospusieron el ultimátum hasta el mediodía del 4 de julio.

Con este margen adicional, los militares israelíes comenzaron a idear un arriesgado plan de rescate, que incluía viajar en secreto más de 3.800 kilómetros por espacio aéreo enemigo, llegar a un terreno desconocido rodeado de tropas hostiles, enfrentarse a los secuestradores, rescatar a un centenar de civiles, encontrar un país que les proporcionara combustible para regresar y volar otra vez hasta Israel.

La Operación Trueno se puso en marcha el 3 de julio. Dos centenares de soldados, cuatro aviones Hércules C-130 y dos Boeing 707 volaron desde Sharm el Sheij, en el Sinaí (entonces bajo control israelí) hacia el sur, por el Mar Rojo. Se voló a una altura inferior a los 30 metros para evitar ser detectados por los radares de Egipto, Arabia Saudita y Sudán. Ya llevaban un buen trecho del camino cuando el gabinete Israelí liderado por el primer ministro Isaac Rabin dio luz verde a la acción militar tras un arduo debate.

"Mi brigada era un tercio de las fuerzas sobre el terreno en Entebbe y éramos responsables del cordón externo de la terminal", explica Vilnai. Uno de sus grandes amigos, Yonatan Netanyahu -hermano del actual primer ministro israelí- también formaba parte de la operación. Lideraba la unidad de elite, Sayeret Matkal. "Crecimos en el mismo barrio de Jerusalén y estudiamos juntos en las mismas escuelas, porque nuestras familias son muy cercanas. Incluso yo convencí a Yoni desde que nos enrolamos en los paracaidistas", contó el actual embajador a este diario.

El primero de los aviones Hércules aterrizó en la pista principal del aeropuerto y se acercó al edificio donde estaban los rehenes. Bajaron del Mercedes y los Land Rover y se dirigieron al objetivo. Irrumpieron en el lugar y ahí consiguieron matar a todos los captores. Sin embargo en el intercambio de disparos fallecieron tres rehenes. En el exterior se libraba otra batalla contra las fuerzas ugandesas y otro pelotón se encargaba de destruir una flota de 11 aviones Mig 17 para eliminar el poder de fuego de los ugandeses.

La situación parecía controlada y 103 rehenes ya habían sido evacuados a uno de los aviones cuando desde la torre de control uno de los secuestradores disparó e hirió mortalmente a Netanyahu.

Sin mayores contratiempos, los aviones pudieron retornar a Israel, previa escala en Kenia. Con la llegada de los secuestrados estalló una verdadera fiesta en Israel y la Operación Trueno se convirtió en una de las mayores victorias del Ejército israelí tan lejos de sus fronteras y en su combate contra el terrorismo. Precisamente con motivo de estos 40 años, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu viajará a Uganda con algunos de los veteranos que pelearon junto a su hermano.