Las primeras piezas de porcelana llegaron a a Chile mediados del siglo XIX, traídas por inmigrantes europeos, como toda clase de vajillas, ollas, piezas decorativas, que de inmediato se transformaron en objetos de lujo para la elite del país. Su historia, claro, se remonta mucho más atrás, a la época de Marco Polo, navegante italiano quien en el 1200 las ve por primera vez en China. Delicada, fina y cara, la porcelana se transformó en industria local en 1854, cuando el empresario carbonífero Matías Cousiño abrió la primera fábrica convencido por su esposa, Isidora Goyenechea, quien vio en la porcelana una actividad útil para las esposas de los mineros.

Así, se abrió la Cerámica Lota, que se enfocó en objetos decorativos, primero inspirados en los modelos europeos y luego creando sus propios diseños, y años después apareció la Fábrica Nacional Loza Penca, en la región del Biobío, que se dedicó a la elaboración de piezas de uso doméstico. Serían los mismos creadores del material, los chinos, quienes acabarían con la industria local al masificar sus piezas de porcelana. La producción chilena e internacional desapareció por completo en los años 80. Aunque siempre queda algo.

Hoy, la porcelana resiste en su versión más autoral, a través del arte contemporáneo. Creadoras extranjeras como las estadounidenses Beth Cavener y Kate McDowell, la inglesa Barnaby Barford y la escocesa Jessica Harrison se dedican a darle a la porcelana otra vuelta de tuerca. En Chile también hay cultoras que hacen lo suyo: hasta el 27 de noviembre Loreto Buttazzoni, Mariana Tocornal y Francisca Valdivieso exhiben sus delicados trabajos en la Sala Gasco, bajo el título Mano de obra.

Sin escuelas estrictamente formales, cada artista ha encontrado en la experimentación el camino para descubrir los secretos de la porcelana. Buttazzoni, quien es además la curadora de la muestra, estudió la técnica llamada pasta papel en Medellín, Colombia, la que le permitió vitrificar una serie de tejidos hechos en crochet por artesanas populares que se juntan en el centro de Santiago, un doble rescate que habla sobre el trabajo manual y la persistencia de las tradiciones.

"En 2013 empecé a trabajar la porcelana. Había muerto mi papá y quería modelarlo en una escultura. Encontré en la porcelana el material más elegante y delicado para homenajearlo", cuenta Buttazzoni, quien debutó ese año en la técnica con la muestra Memento Mori en galería Isabel Aninat.

Francisca Valdivieso, por su parte, trabaja la porcelana desde 2010 y apuesta por contrastar la delicadeza del material con temas contemporáneos más oscuros. En la muestra, exhibe una serie de niños de porcelana que ocupan máscaras de animales y van con palos en sus manos, para retratar la violencia inherente a la niñez. "La porcelana es muy difícil de trabajar, cada pieza me demoró como tres meses. A pesar de eso siempre ha sido vista como un arte menor, aunque ahora se ha puesto de moda", cuenta Valdivieso. Ella imparte talleres sobre la técnica, que no tiene cabida en las escuelas de arte, sobre todo porque los materiales deben importarse.

Sin embargo, más allá de la porcelana, la cerámica (comparten algunas características de la técnica, pero tienen diferentes temperaturas de cocción en el horno), sí se ha extendido con más fuerza en la escena local. El taller Huara Huara y la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios del Fuego, que dirige Simone Racz, se dedican a enseñar las técnicas de la arcilla y la greda, que son aplicadas por artistas contemporáneos. Una de ellas es Andrea Rodríguez Vial, quien trabaja con cerámica y también porcelana en obras que critican el maltrato animal y la sociedad de consumo, a través de escenas absurdas e irreales. Junto a la galería Madhaus, llevará sus trabajos en enero a la Feria LA Art Show, en Los Angeles California.

Rosario Perriello es otra artista que empezó a incursionar ahora en la cerámica. Por estos días, exhibe en el centro de Extensión UC una serie de obras hechas en greda inspiradas en el arte barroco del siglo XVI. Y desde el 11 de diciembre, la misma sala exhibirá una muestra con 140 artistas locales y extranjeros, invitados por la revista de Cerámica Esteka (del taller Huara Huara), que trabajan con la cerámica y la arcilla de color negro. Entre ellos estarán Ruth Krauskopf, Ximena Ducci y Benjamín Lira.

En ese sentido, la porcelana es una técnica más escasa. Para Mariana Tocornal la razón de ello son sus altos costos y tiempo más largo. "La porcelana tiene procesos lentos que no se pueden forzar y ahí radica su virtud. Necesita paciencia en una época en que la inmediatez es lo que manda, por eso pocos se rinden a ella", afirma.

Además de sus piezas en Sala Gasco, la artista acaba de abrir una muestra bipersonal en la galería XS. A Tocornal le interesa mostrar el vínculo emocional que establecemos con los objetos y develar los propios procesos de la porcelana, para eso trabaja sacando copias de otros moldes de acero o plástico que encuentra en ferias de pulgas. "No trabajo con piezas perfectas, me gusta que se noten las costuras de los moldes o si se quiebran; eso también es parte de la obra. No saco copias, cada obra es única", dice.