Iban a ser 90 segundos. Un minuto y medio en los que entrarían a la Catedral del Cristo Salvador, en el centro de Moscú, donde se subirían al púlpito del templo a cantar, o tal vez gritar, eso que sentían en las tripas después de escuchar que Cirilo I, el patriarca y líder de la Iglesia Ortodoxa rusa, había dicho públicamente que Vladimir Putin era "un regalo de Dios" y un hombre que "había enderezado el torcido camino de la historia". Sólo que el elogio, pensaban ellas antes de entrar a esa catedral, tenía sus intenciones. Porque era el martes 21 de febrero. Faltaban 12 días para las elecciones presidenciales en Rusia y las palabras de Cirilo I se leían como un respaldo abierto y sin pudores de la Iglesia a Putin, que el 4 de marzo terminaría ganando con el 63,6% de los votos.
Por eso entraron. Para cantar Virgen María, madre de Dios, pon lejos a Putin/ pon lejos a Putin, cubiertas con calzas y vestidos coloridos, y los pasamontañas que capturarían la atención del mundo. Sabemos todo esto porque quienes lo hicieron, una banda/colectivo punk llamada Pussy Riot, subieron el video a internet. Ahí se ve a cuatro de ellas arrodillándose en el púlpito, persignándose, saltando, pegando patadas al aire y levantando sus puños, mientras en el fondo una melodía cruda e indescifrable de una canción que bautizaron como Oración punk, suena al mismo tiempo que el video muestra las caras desconcertadas de cinco señoras. La grabación termina con los guardias de seguridad sacándolas del lugar, sin llamados a la policía y sin violencia aparente.
Todo se resolvió en 40 segundos.
1.
Antes del 21 de febrero, no es mucho lo que se sabía de las Pussy Riot. Existen dos entrevistas en inglés, una en el Times de San Petersburgo y otra en el sitio de la revista Vice, donde dan algunas pistas de sus inicios. Contestan con seudónimos y sin entrar en detalles más personales de su historia. En el artículo del Times dijeron: "Nos une el feminismo, la oposición a Putin y el antiautoritarismo. Algunas somos anarquistas, algunas tenemos posiciones liberales de izquierda".
Al periodista de Vice, en tanto, le contestaron que lo que las inspiró a darle vida a Pussy Riot fue cuando en septiembre de 2011 Putin anunció que planeaba volver a ser presidente. Una integrante que contestaba bajo el nombre de Serafima dijo que "en ese punto nos dimos cuenta de que este país necesitaba una banda punk callejera, feminista y militante que movilizara la energía pública contra los ladrones malvados de la junta Putinista".
En esa entrevista también explicaron que no había un número fijo de integrantes del grupo. Que un día podían ser tres y al otro 15. Para ellas, Pussy Riot tenía que expandirse y ése era uno de los motivos de por qué tapaban sus rostros con pasamontañas: porque nuevas integrantes podían unirse y nadie se daría cuenta. El otro motivo tenía que ver con una suerte de código moral. Su meta, contestaron, era "alejarse de alusiones personales y avanzar hacia símbolos y protesta pura".
Todo ese ideario lo resumieron en el concepto de Pussy Riot, que podría traducirse como "Amotinamiento de la vagina", un nombre que explicaron así: "un órgano sexual, que se supone es de recepción y sin forma, súbitamente comienza una rebelión radical contra el orden cultural, que constantemente trata de definirlo y mostrarle su lugar apropiado". La banda no tiene discos y en sus pocas entrevistas han reconocido que entre sus inspiraciones están feministas como Simone de Beauvoir y bandas punks femeninas de los años 70, 80 y 90, principalmente inglesas.
Antes del 3 de marzo, cuando dos integrantes del grupo fueron arrestadas, Pussy Riot alcanzó a componer cinco canciones. Además de su performance en la catedral, alcanzaron a cantar y manifestarse en la Plaza Roja, en el techo del Centro de Detención de Moscú, en el metro, sobre el techo de un trolebús, en tiendas de ropa y eventos de moda. Siempre lo hicieron desde la premisa de que para que una protesta fuera realmente transgresora, no debía contar con permisos de las autoridades.
En esa entrevista con Vice, casi como una premonición, una de ellas dijo "si los ladrones de la policía putinista represiva meten a alguna de nosotras en prisión, cinco, 10, 15 chicas más se pondrán pasamontañas y continuarán la lucha contra sus símbolos de poder".
2.
Podría decirse que su diseño original falló. Que, al menos en tres casos, pudimos saber sus nombres, porque el 3 de marzo la policía arrestó a María Alyokhina y Nadezhda Tolokonnikova. Trece días más tarde, se les unió Yekaterina Samutsevitch. Todas identificadas, dijeron las autoridades, porque entraron a la catedral con el rostro descubierto. Y esos registros quedaron en las cámaras de seguridad del templo. El 4 de junio fueron formalizadas por vandalismo, motivado por odio religioso, según el artículo 213.2 del Código Penal. El 4 de julio supieron que tendrían que tener lista su defensa en cinco días e iniciaron una huelga de hambre en protesta por el poco tiempo otorgado. Finalmente, el juicio comenzó el 30 de julio.
En ese espacio, supimos un poco más de sus vidas. Por ejemplo, que María tiene 24 años, cursa el cuarto año, en el Instituto de Moscú, de Periodismo y Escritura Creativa, que había sido activista para Greenpeace Rusia y hacía voluntariado ayudando a niños enfermos. Que es madre de un niño de cuatro años, Filipp. Igual que Nadezhda, que tiene una hija de la misma edad, llamada Gera. Por su apariencia, Nadezhda era la que mayor atención se llevaba durante el juicio, en el que las tres imputadas observaban detrás de una jaula de vidrio. Ella tiene 22 años, estudia Filosofía en la Universidad Estatal de Moscú, está casada con Pyotr Verzilov y a la prensa oficialista rusa le gustaba recordar que en 2008, como forma de protesta, los dos habían sido parte de una orgía organizada por el grupo de arte callejero Voina, en un museo de Moscú. La tercera detenida era Yekaterina, de 29 años, programadora de software, titulada de la Escuela de Fotografía y Multimedia Rodchenko, en Moscú.
Comparecieron ante la jueza Marina Syrova. Trataron de explicar que su acto no era motivado por el odio a la Iglesia. Tolokonnikova contó, a través de una carta leída por su abogado, que "las palabras que dijimos y nuestra performance apuntaban a expresar nuestra desaprobación a un evento político específico: el apoyo del patriarca a Vladimir Putin". Alyokhina fue más brutal. También a través de una carta, dijo: "Pensaba que la Iglesia amaba a todos sus hijos, pero parece que la Iglesia sólo ama a quienes creen en Putin".
Madonna les mandó su apoyo, igual que Björk, Paul McCartney, Patti Smith y varios más. Pero en Rusia un estudio del Levada Center, una ONG independiente, decía que el 29% de los rusos pensaba que las Pussy Riot merecían pagar con trabajos forzados, 16% quería cárcel por más de dos años y sólo el 5% votó que no merecían castigo alguno.
Nadezhda Tolokonnikova pidió "a quienes no puedan entendernos, que nos perdonen". Pero en la corte nadie la escuchó. El 17 de agosto la jueza Syrova les aplicó una condena que instalaba una última tasa de cambio en la patria de Putin: por 40 segundos de libertad desesperada, hay que estar dispuestos a rendir dos años de una vida.