Jae KYUNG WaNG se autodefine como "generación 1,5". Algo entre la primera y segunda generación de inmigrantes coreanos instalados en Santiago. En términos simples: no nació aquí, sino que en la lejana Seúl, pero llegó en 1988 cuando era un adolescente de 17 años. Hoy tiene 40 y, como muchos otros miembros de este grupo intermedio, emprendió un nuevo rumbo para ganarse la vida. Desde hace cinco años dejó el negocio de su familia -primero de confección de vestuario y luego de importaciones asiáticas-, para dedicarse al rubro inmobiliario.

A partir de 2006, Wang ha levantado tres edificios en el corazón textil de la capital, el barrio Patronato, en Recoleta. Se embarcó en estos proyectos junto a diferentes socios coreanos, la mayoría parte de la "generación 1,5", excepto uno recién llegado al país. El primer inmueble que construyó está ubicado en la esquina de calle El Manzano con Eusebio Lillo; en cambio, los dos siguientes son edificios gemelos situados en cada vereda del cruce entre El Manzano y calle Buenos Aires. Además, hay un nuevo proyecto en carpeta -el más grande de todos-, en un terreno de 3.000 metros cuadrados entre las calles Río de Janeiro y Loreto (ver infografía pág. 70).

Este es el debut de los coreanos como desarrolladores inmobiliarios del sector. Hasta ahora, la mayoría de estos inmigrantes se había abocado al mundo de las telas. Según cuenta el presidente de la Asociación Colonia Coreana en Chile, Se Ik Pak, las primeras seis familias llegaron a comienzos de los 70. "No fue hasta una década después, a principios de los 80, cuando se produjo la gran oleada hacia Santiago, con el arribo de 40 familias", dice.

Entre éstas, figuraba Pak y su clan, quienes llegaron a Santiago luego de pasar un par de años en Paraguay. "La inmigración no fue directa entre Corea y Chile, porque nos fuimos a otros países antes, como Brasil, Bolivia o Paraguay. Pero aquí encontramos un clima más parecido al nuestro y una ciudad segura. Hoy viven aproximadamente 2.100 coreanos en la capital, el 90% de los que hay en Chile", agrega.

La misma impresión tiene Carlos Abusleme, presidente de la Cámara de Comercio de Patronato: "Llegaron en los 80 a trabajar en las fábricas textiles que eran, la mayoría, de familias árabes. Los atrajo la crisis del dólar, que tenía a esta zona muy decaída y con disponibilidad de negocios. Ellos traían dinero desde su país, por lo que se instalaron en el barrio mayorista de la ciudad".

Según Abusleme, hace tres décadas había cerca de 30 ó 40 patentes comerciales de origen coreano en el sector. Hoy, ya suman 350, equivalentes al 16% de las 2.200 patentes de todo Patronato. "Entre los inmigrantes, ahora somos prácticamente la mitad árabes y la otra, coreanos. La diferencia es que ellos, como llegaron después, siguen trabajando aquí; los árabes pasamos a arrendar nuestros negocios", explica.

Luego de especializarse en la confección y la importación de textiles traídos de Corea, en los 90 los productos chinos se apoderaron de Patronato. El sector, poco a poco, se saturó aún más de comerciantes. "En los últimos 20 años las importaciones en manos coreanas han crecido un 80%", cuenta Pak. Precisamente ahí, Wang y sus socios vieron una oportunidad para satisfacer la demanda por espacios de sus compatriotas.

Los edificios de Wang no son cualquier tipo de construcciones: están hechos "a la medida" de estos asiáticos. "Había una necesidad en la colonia por más lugares. Como la mayoría de los coreanos se dedican a la importación de productos textiles, requerían grandes espacios que incluyeran tiendas y bodegas", explica Wang, en un impecable castellano.

El arquitecto a cargo del diseño, Pedro Martínez, lo confirma: "Cuando ellos llegaron a confeccionar ropa, lo hicieron en negocios emplazados en terrenos angostos, con una fachada para la tienda y una parte posterior donde funcionaban los talleres y bodegas. Con la arremetida de las importaciones, el espacio no fue suficiente para almacenar toda la carga. Lo que hicimos fue llevar todo esto a vertical y aprovechar mejor cada metro".

Los tres edificios que ya están terminados son prácticamente idénticos. Tienen 3.000 metros cuadrados construidos y significaron una inversión aproximada de 35.000 UF cada uno. Tienen una fachada de hormigón a la vista, cuentan con entre 10 y 11 locales comerciales que miden cerca de 300 metros cuadrados y están divididos en cuatro pisos.

En el primer nivel, se ubica una planta de doble altura, con enormes vitrinas de cinco metros de alto que dejan pasar la luz exterior. Este espacio está reservado para la tienda, una versión más sofisticada de lo que se puede encontrar en el sector y de aspecto similar al de las tiendas de los malls. Allí también hay un pequeño altillo, donde los dueños del local instalan sus oficinas y supervisan las ventas con vista panorámica a lo que sucede dentro.

En cambio, las dos plantas superiores fueron pensadas para talleres de corte y confección. "Esa es la idea, pero muchos locatarios han optado por usarlas como bodegas", explica el arquitecto. Además, cuentan con un patio trasero con una puerta de acceso por donde puede pasar un camión lleno de sacos de ropa. De esta manera, la carga entra directamente al local y se evita desocupar los camiones en plena calle, como ocurre habitualmente.

El alquiler de cada local en estos edificios oscila en $ 1.500.000 al mes y, hasta ahora, el modelo de negocios de Wang contemplaba el arriendo de las tiendas a otros miembros de la colonia. De hecho, algunos de los socios financistas de los edificios mantuvieron la propiedad de ciertos locales para seguir vendiendo productos importados.

En cambio, para el nuevo proyecto que trae este empresario coreano entre manos, la fórmula cambiará. "Vamos a construir y luego vender todo", explica. Se trata de un gran edificio llamado Paseo Río de Janeiro -en alusión a la calle donde estará emplazado-, y que significó una inversión de 250.000 UF. Serán 9.000 metros cuadrados construidos y 26 locales con las mismas características de los anteriores. "Salvo que, en lugar de contar con un patio trasero, éste tendrá un pasaje vehicular que conectará calle Loreto con Río de Janeiro. Además de un aporte urbano al sector, servirá para la descarga de camiones", dice el dueño de la Constructora MG, Michael Mouchabek, a cargo de los últimos tres inmuebles.

Esta empresa también está levantando otra gran obra de la colonia coreana. Aunque, en este caso, no pertenece a Wang y sus socios. También en calle Buenos Aires, entre El Manzano y Patronato, se ubica la Iglesia Presbiteriana, una construcción con capacidad para 400 personas. Estas son miembros de la comunidad que, hasta ahora, iba a misa en un galpón cercano que hacía las veces de templo. Ellos mismos donaron el dinero para pagar las obras que costaron más de US$ 1.000.000.

Como el arquitecto Pedro Martínez ya se ha hecho conocido en el barrio, también le encargaron el proyecto: "Es una de las cinco iglesias coreanas de la ciudad. Lo especial es que, como los coreanos incluyen el rito de la comida como parte de sus ceremonias religiosas, tendrá un gran comedor subterráneo en un patio inglés con luz y ventilación natural". Después de la misa de los domingos, estos asiáticos se juntan para almorzar en el mismo lugar.

Según la alcaldesa de Recoleta, Sol Letelier, el auge de esta colonia en el barrio ha tenido un efecto positivo. "El mayor impacto de la actividad inmobiliaria de la comunidad coreana dice relación con haber ampliado el radio comercial de este sector, consolidando sus límites como una nueva área de negocios", explica la edil.

Efectivamente, según datos del municipio, estas obras han generado un aumento en la plusvalía de los terrenos. Hace tres años valían 14 UF el metro cuadrado; hoy cuestan 18,5 UF aproximadamente. Además, la municipalidad tiene contemplado el Plan Maestro del Barrio Patronato, a cargo del estudio de arquitectos Lipthay, Morandé y Browne, que definirá las intervenciones necesarias para el lugar. También, en marzo, se iniciaría la pavimentación de veredas y calles del lugar.

"Recoleta es una comuna multicultural, que se ha transformado en el hogar de muchos extranjeros. Patronato es el ejemplo de esto, donde convive la comunidad árabe, coreana, hindú y china", finaliza Letelier.