De jefe del departamento de fotografía del Palacio de La Moneda, llegó a esto. Durante los períodos en que Patricio Aylwin y Frei Ruiz- Tagle fueron presidentes, él era el que les sacaba fotos hasta si estaban tomando un café. Con Ricardo Lagos sólo alcanzó a estar un año, porque después se independizó.

Fue precisamente cuando hacía uno de sus trabajos, hace dos años, que Jesús Inostroza (53) cambió de giro. Estaba fotografiando a una joven que levantaba con sus manos un cartel en plena esquina de Huérfanos con Ahumada. "Decía: 'Abrazos gratis'... Me llamó tanto la atención, que me acerqué a preguntarle de qué se trataba y ella sólo me respondió 'prueba tú mismo para saber qué se siente'", dice.

Jesús tomó el cartel y lo único que recuerda es haber sentido vergüenza y pudor. Más todavía después, cuando tuvo que empezar a repartir abrazos a los que transitaban a esa hora por el centro de Santiago. "Se transformó en algo muy importante. Te da vergüenza, pero después de a poco te vas dando cuenta de lo importante que es. No sólo para ti, si no que para la gente, que te dice cosas como 'hace tanto tiempo que nadie me abrazaba'", explica.

Después de su primera experiencia como "abrazador", el fotógrafo regresó a su oficina y en internet descubrió el movimiento global llamado Free Hugs. Una iniciativa que nació en Australia en 2001 y que promueve salir a las calles a estrechar a los transeúntes para hacerlos felices.

Fue tanto el entusiasmo, que motivó a sus compañeros de trabajo y a sus dos hijas a regresar los días sábados a la céntrica esquina y unirse a la causa. "Nos ubicamos ahí, porque estábamos más expuestos. Como se llenó de jóvenes, nosotros los adultos decidimos cambiar de día. Empezamos a ir los jueves". Pero Jesús terminó haciendo el trabajo solo. Cuenta que sus compañeros se desgastaron emocionalmente y desertaron.

Un jueves al mediodía, oficinistas pasan raudos al lado de Jesús, quien vestido de jeans, camisa blanca, una chaqueta sin mangas y sombrero, sostiene sonriente su cartel de "Abrazos Gratis". Pasados unos minutos, una señora lo mira, se detiene y lo abraza mientras él le susurra al oído. Luego, se le acerca un joven, de abrazo tímido. Sólo una universitaria es la que rompe los parámetros y lo envuelve efusivamente mientras es observada por sus amigas. Los escolares que a esa hora pasan a su lado prefieren sacarse una foto con él.

"Las mujeres son más sensibles y los jóvenes tienen menos miedo". Esa es la apreciación de Jesús en estos dos años de experiencia. "Hay veces en que la gente se emociona, se ponen a llorar conmigo. Yo les digo que les vaya bien y que tengan un buen día para que se sientan acompañados. Pero no pretendo saber quiénes son y nadie me pregunta a mí cómo me llamo. Es sólo un instante", explica.

La esquina de Huérfanos con Ahumada la comparte con Carabineros. A ellos les pide a veces que les guarde sus carteles de "abrazos gratis", por si alguien más se quiere sumar.

El fotógrafo afirma que su vida después de esto cambió. Aunque muchos de sus cercanos no entienden su afición de ofrecer este "servicio a la humanidad", él se siente realizado. "Esto tiene un riesgo, no todo el mundo te entiende. Están los que piensan que me volví loco, pero yo siento que estoy haciendo algo trascendente. El éxito, la competencia y los egos dejan de ser importantes, porque aquí te sientes vinculado con el mundo. Por un rato estoy fuera de la vorágine", dice.