Ganar la Copa América 2015 es el mayor logro de una selección chilena de fútbol. No fue el azar, sino el resultado de un proceso que comenzó en 2007, con la llegada de Harold Mayne-Nicholls, como presidente de la ANFP, y Marcelo Bielsa, como técnico de La Roja. Juntos impusieron un sello de profesionalismo al cuadro nacional y una mentalidad ganadora no vista antes por estos lados. Y aun con cambios sorpresivos y complejos en la historia -como el de Bielsa por Claudio Borghi y éste por Jorge Sampaoli, o el reemplazo de Mayne-Nicholls por Sergio Jadue-, la escuadra nacional sorteó asperezas, malas conductas e incluso delitos. Con todo, la imagen-marca prevaleció y, por ejemplo, en diciembre de 2012 firmaron un contrato con Mega por los partidos eliminatorios de Chile por US$ 106 millones para el Mundial de Brasil 2014, y la recaudación por los nueve partidos locales en ese proceso alcanzó US$ 12 millones.
El modelo trazado por la dupla siguió la lógica de casi todo buen negocio: a mayor riesgo, mayor posibilidad de alto retorno. En marzo de 2015, casi tres meses antes de la Copa América, la ANFP firmó un contrato con la americana Nike por US$ 7 millones anuales y una duración de ochos años. La apuesta fue temeraria, porque en ese momento la Roja mantenía la exclusividad con Puma, contrato que terminó anticipadamente en julio.
El riesgo-retorno se pagó en sí mismo: en ese mismo mes, Chile no sólo ganó su primera copa continental y, además, frente a Argentina. El equipo antes de esa hazaña era valorizado en US$ 198 millones. Hoy, la cifra se mantiene en ese nivel.
El éxito deportivo de la Selección permitió a patrocinadores y a los propios jugadores levantar líneas de productos, nichos comerciales y público consumidor particulares. Pero el respaldo inicial para esas apuestas millonarias fue el activo en la forma y fondo del currículum profesional de Bielsa, como la disciplina deportiva, y de Mayne-Nicholls, en los negocios. Orden y planificación en un sector que no lo era son, quizás, el mejor legado de su paso por La Roja.
Casi como en una empresa, cada uno en su área enfrentó retóricas basadas en malas costumbres, individualidades, incomprensión, falta de profesionalismo y compromiso, todas actitudes no fáciles de revertir y asentadas por un estilo paternalista que no da buenos dividendos.
Mejoras en las instalaciones de entrenamiento -impulsadas por un Bielsa que se fue a vivir a Juan Pinto Durán- y el fin de los arrebatos, con un premio tácito para las buenas conductas y el compromiso -convocó a jugadores que nunca habían pensado en el sueño de la Selección- dieron cuenta de que para el buen deporte, las decisiones hay que tomarlas como una buena empresa.
Pero como todo emprendimiento, comercial, deportivo y hasta político, hubo críticas, casi desalojos, traspiés, y fueron grandes. Pese a que los resultados acompañaron a la dupla, los resquemores que deja toda empresa riesgosa y transgresora para los mercados tradicionales interrumpieron el proceso, a la postre con costos para todos los actores involucrados. "Bielsa no dejó todo lo que pensaba que iba a dejar. Imaginaba que esto sería la Nasa y no está la Nasa", fustigaba Borghi por esos días.
Volvían la política de puertas abiertas para la prensa, las mayores libertades para los jugadores, entrenamientos menos exigentes y el desorden, con costos económicos. La disciplina y planificación de toda buena empresa daban espacio a las mañas individuales y colectivas.
Pero llegaron los malos resultados, críticas de los patrocinadores, menores ganancias y malos resultados deportivos. La balanza se volvió a inclinar hacia la disciplina y el trabajo; es probable que la costumbre de quienes jugaban en clubes europeos o comerciaran en mercados desarrollados haya primado. También que la marca estuviera perdiendo retorno.
Sampaoli tomó el mando y el rumbo inicial, avalado en lo deportivo y no menos también en lo económico. La cultura del camarín chileno había cambiado, pero también en las cuentas felices que dejaba y garantizaba, hasta hoy.
La Roja ya no es sólo apuesta de una posible victoria en la cancha. También es sinónimo de inversión, marca y retorno seguro.