Diez de abril, 100 años atrás.

El magnífico transatlántico RMS Titanic zarpaba de la ciudad de Southampton, en Inglaterra, con destino final Nueva York, Estados Unidos. Los 2.227 pasajeros de primera, segunda y tercera clase, que se embarcaron en la mole de acero de 239 metros de largo, 28 de ancho y 30 de alto, y un peso total de 46.329 toneladas, se despidieron de sus amigos y familiares en el viaje inaugural de un buque que representaba el orgullo de un imperio británico que estaba a muy pocos años de colapsar, a causa del desangre de la Primera Guerra Mundial.

El espíritu del lujoso barco era demostrar la eficiencia inglesa respecto de las demás potencias europeas. Querían dejar en claro a alemanes y franceses que ellos estaban en la avanzada de una nueva era. El Reino Unido tendría la nave más grande, la más imponente, la que jamás se hundiría. De hecho, esa fue la principal característica de su construcción en los astilleros de Harland and Wolff de Belfast, en Irlanda del Norte. Cuando se inició el ensamble del transatlántico, en 1909, tres mil trabajadores de la ciudad se volcaron a su construcción, y durante los tres años en que el Titanic les perteneció, se convirtió en su propio orgullo. Cuando el barco fue botado al mar, el 31 de mayo de 1911, más de cien mil irlandeses se hicieron presentes en la ceremonia.

Lo que sucedió el 14 de abril de 1912 fue un golpe difícil de aceptar para la ciudad de Belfast. Cuando el Titanic chocó con un témpano, en el Atlántico Norte, el orgullo de la mano de obra irlandesa también se hundió con el barco.

Por esa razón, el Titanic revivió de manera virtual en la ciudad donde fue construido. El próximo 31 de marzo abrirá allí sus puertas el Museo del Titanic. Con una sala de proyección de cuatro dimensiones, se podrá viajar virtualmente dentro del buque. También contará con nueve galerías -cada una dedicada a un aspecto diferente de la tragedia- que recordará a las 1.522 víctimas. El museo espera recibir a 400.000 visitantes al año. S