CAMISA celeste desabotonada, impermeable café y… sin corbata. Así hizo su estreno Gabriel Boric como diputado en el Congreso el pasado 11 de marzo. Su estilo causó cierto revuelo y el diputado UDI Ignacio Urrutia pidió que se le exigiera cumplir el reglamento del Congreso que aunque no dice nada de corbatas, pide tenida formal. El hecho demuestra varias cosas, y la primera es que la formalidad en el caso de los hombres viene con corbata.
El ex dirigente estudiantil explicó el no uso de este accesorio por razones ideológicas. Para él las formas de protocolo son "un mecanismo de la elite para alejarse y diferenciarse del bajo pueblo". El egresado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y diputado de la República no está demasiado perdido, pero sí algo descontextualizado. Efectivamente, en algún momento de la historia la corbata era exclusiva de una elite ilustrada y educada, explica el Premio Nacional de Diseño y académico de la UDP, Óscar Ríos. Sin embargo, hoy, dice, la corbata es un accesorio masivo, pero al mismo tiempo cada vez más opcional y cuyo uso depende del contexto. Sin embargo, todavía esta prenda es un símbolo de formalidad que expresa respeto y que demuestra que algo importa. Por eso, según Ríos, entrar al Congreso sin ella es como llegar de visita y no saludar al dueño de casa.
Pero la corbata también representa el trabajo, o determinados tipos de trabajos al menos. Por algo, sacarse esta prenda es lo primero que hace un hombre cuando quiere relajarse y existe la denominación de "trabajadores de cuello y corbata" que alude principalmente a las personas que se desempeñan en oficinas, en el sector servicios. Hasta hace poco todos ellos efectivamente usaban corbata. Pero al igual que Boric, cada vez más se rehúsan a hacerlo, lo que además de moda, también es reflejo de cómo están cambiando las dinámicas del mundo laboral.
Los historiadores de la moda y el diseño cuentan que la primera aproximación a la corbata fueron los pañuelos que usaban los croatas que llegaron a París en 1635 a apoyar al cardenal Richelieu y al rey Luis XIII. Su colorido atuendo llamó la atención de los franceses y alrededor de 1650 se aprobó su uso oficial en la corte del rey Luis XIV, donde rápidamente se convirtió en un símbolo de distinción.
Siglos después, a comienzos de la década de 1920, el norteamericano Jesse Langsdorf selló y patentó el modelo tal como lo conocemos hoy y comenzó a elaborarla a partir de tres piezas (punta, cuerpo y nudo).
Sin embargo, según el libro El caballero. Manual de moda masculina, de Bernhard Roetzel, la "masificación" de la corbata, o sea, su uso por parte de la clase media emergente, ocurre incluso antes que eso con la creación de las corbatas estampadas, a principios de 1900. En esta época, cuenta Óscar Ríos, da sus primeros pasos en el mundo laboral cuando los capataces del sector obrero y portuario empiezan a usarla para demostrar su mayor jerarquía. Ya en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial pasa a ser cada vez más una exigencia en el mundo laboral.
Hoy en cambio, ocurre lo contrario. Los trabajadores han comenzado a sacársela, lo que ha tenido un efecto en el mercado. Denise Neger, gerenta en Chile de la lujosa marca francesa de corbatas Hermès, cuenta que si hace un poco más de dos años las personas compraban seis corbatas al año, hoy día compran una. Para ella la razón es clara: el mundo se puso informal y en ese entendido cada vez hay menos ocasiones para usar la corbata. "Antes nuestros abuelos se la ponían para la mayoría de las ocasiones, hoy sólo para alguna reunión, velorio o matrimonio", dice.
Al igual que Hermès la marca Brooks Brothers también ha sentido el cambio y aseguran que de cada tres camisas se vende una corbata. Para ellos, explica Francisca Cienfuegos, brand manager de la marca, eso también tiene que ver con que en muchos casos en el mundo laboral ha disminuido el contacto persona a persona.
Si bien la corbata sigue siendo una regla tácita en muchas ocasiones, su uso ha comenzado a relajarse hasta en los lugares más tradicionalmente asociados a ella, por ejemplo el Congreso, no sólo por la llegada del diputado Boric, sino porque desde hace un tiempo se ha instalado la idea de los jueves informales, que lo único que tienen de informales es que algunos van sin corbata.
Otro caso son los abogados. Aunque prácticamente a ninguno se le ocurría llegar sin este accesorio ni a tribunales ni a una reunión con un cliente, cada vez más se los encuentra sin esta prenda adentro de sus oficinas y estudios, por lo que todos tienen una a mano en el cajón de su escritorio para sacar cuando sea necesario. En la oficina de abogados Cariola Díez Pérez-Cotapos y Cía., uno de los principales estudios de Chile, por ejemplo, el uso de la corbata se ha relajado, sobre todo los lunes y viernes cuando socios y abogados llegan vestidos en forma más casual. En Carey & Cía, la oficina más grande del país con más de 160 abogados y 30 procuradores, han ido más allá y desde hace cerca de una década existe una política oficial de vestimenta informal. La idea nació a partir de la experiencia de los estudios estadounidenses donde existe más libertad en el uso de la ropa, y basada en estudios que dicen que la gente rinde mejor laboralmente cuando se siente cómoda con su atuendo. Ahora, estas medidas tienen que tomarse desde donde vienen y hay que entender que informal para los abogados no significa lo mismo que para otras profesiones. Eso quiere decir que ninguno llega a trabajar en jeans ni polera. A lo más, pantalón beige, y recto, porque ni siquiera un pitillo sería bien recibido.
En el mundo de las finanzas, otro reducto importante de la corbata, también se está dando una tendencia similar. Joel Bravo (65) y Jorge Iglesias (60), analistas del Banco Santander hace más de tres décadas, por ejemplo, celebran la iniciativa "Look de verano" que impulsa el banco desde hace ocho años. Incluso en la Bolsa de Comercio, el tema se ha ido ajustando y a muchos hoy día se les permite ir sin corbata. Eso sí, al igual que entre los abogados, el cliente es la clave en relación a la corbata. En el área de las finanzas existen dos grandes grupos de personas: los que venden, sean acciones, bonos, asesorías y tienen contacto con sus compradores. Ellos siempre andan con chaqueta y corbata e incluso a veces usan colleras. Por otra parte están los que compran, manejan platas o analizan mercados, que tienen muchas más licencias para vestirse.
Quizás el mejor ejemplo de lo lejos que ha llegado el sacarse la corbata es el caso del Club de La Unión, al que hoy se permite ir sin corbata en el verano, aunque nunca entrar sin una a sus salones principales. El presidente honorario y uno de los miembros más antiguos del club, Alejandro Lira, cuenta que hace unos 10 años se dieron cuenta de que había socios que preferían ir a almorzar a otros lugares para poder sacarse la chaqueta. Ante eso, inicialmente dieron permiso para sin ella, lo que según él fue peor, porque la gente se soltaba la corbata y se abría los botones de la camisa. Ante tal desorden, bajaron sus estándares y les permitieron a los socios llegar sin esta prenda. Lira, sin embargo, reconoce que él nunca se la ha sacado.
Pero que la corbata esté siendo menos usada en la vida cotidiana y en el mundo del trabajo no necesariamente significa que haya pasado de moda. De hecho, dice Ignacio Pérez Cotapos, el ex director de la revista ED y un hombre que sabe de moda, si uno mira las revistas que marcan las tendencias, está muy presente y compara el fenómeno con el uso del vestido: "Hoy las mujeres también van a trabajar con pantalones, pero no significa que los vestidos hayan pasado de moda". La corbata sigue siendo el accesorio más importante y elegante que tienen los hombres y una forma bastante clara para mostrar que algo les importa. Por eso, Óscar Ríos explica que aunque a sus 70 años ya ha asistido a varios funerales de la corbata, es difícil que un accesorio tan clave desaparezca.