Cristóbal Ugarte Parra está apurado. Apurado y atrasado. Manda un mensaje, a través de su Iphone, de que va a llegar 20 minutos más tarde de lo acordado a la biblioteca que la Universidad Diego Portales hizo en homenaje a Nicanor Parra, su ilustre abuelo. Elige ese lugar porque, para él, ese edificio diseñado por Mathias Klotz es un ejemplo para el mundo de lo que significa Nicanor Parra: tiene el espíritu libre del Nica, es un espacio de reunión y de conectividad de calles y, por si fuera poco, ganó el Premio Green Design 2011, galardón que encaja perfectamente en la personalidad de su abuelo, debido a que antes de que fuera bautizado como el "antipoeta", era conocido como el "poeta ecológico".
Existe una razón más simple: Ugarte Parra estudia Arquitectura en la misma universidad y no tiene tiempo para ir a otro lugar. En pocos días más debe a viajar a Madrid a recibir el Premio Cervantes, en representación del abuelo Parra; pero, en este minuto, lo único que le preocupa es que en media hora más debe entrar a clases y su maqueta no está lista para su revisión.
Llega vestido con una camisa escocesa, jeans oscuros, zapatos café claro y un maletín de cuero negro. Desde lejos se parece a su padre, Pablo Ugarte, ex vocalista de Upa! Pero desde cerca tiene la mirada intensa, casi furiosa, de su madre, Colombina Parra, voz de Los Ex. Su nariz, delgada, respingada y fina, no tiene ninguna semejanza con la protuberante marca de los Parra.
Cristóbal pregunta por el tiempo, se mete al ascensor y baja en el piso tres, donde está la Biblioteca Nicanor Parra. Hace cinco meses, Cristóbal asistió a la inauguración de ese edificio en representación de su abuelo, a quien el asma y sus 97 años le complicaron llegar desde el balneario de Las Cruces. Hoy, Cristóbal no sabe si va a poder entrar. "Se me quedó la credencial", se lamenta.
Lo que sí sabe es que volverá a ser el vocero de su abuelo en el Cervantes. Y a contar de este día en la biblioteca de la UDP, le quedan menos de 10 para estar recibiendo el galardón de literatura más importante de la lengua castellana.
A la altura de Dios
Como buen miembro del clan Parra, Cristóbal Ugarte también es músico, pero va por un camino diferente del que tomaron sus parientes. "Me pasé yendo cuando chico a conciertos de rock y mis papás son rockeros, por eso prefiero la música clásica, supongo", explica. A los seis años su tío Juan de Dios Parra, "El Barraco", le enseñó a tocar piano. Pero se ponía furioso, porque "El Tololo" se negaba a leer partituras.
Años más tarde, su camino hacia la composición fue propio. Estudió un tiempo en Estados Unidos, se inspiró en las melodías -que define simples, pero complejas- del norteamericano Philip Glass y se puso de cabeza a componer, en el mismo piano de su abuelo, las piezas del que pronto será su primer disco. "Tengo un piano de cola, un Erard de 1850. Es de mi abuelo, pero me dejó sacarlo de una bodega para restaurarlo. Y lo hice, ahora el piano está sonando increíble. Es un instrumento lleno de historia. Cuando se lo pedí, me dijo cuide ese piano, que es prácticamente la única herencia que va a tener". Y en eso estaba, marcando notas para su ópera prima, cuando escuchó por la radio que él sería el representante para recibir el premio del 23 abril.
"No me pidió que fuera a buscar el premio. Un día lo escuché porque su secretaria se lo había dicho a un periodista de un diario de San Antonio. El se estaba preparando para ir a recibirlo en persona, así es que pensé que todo era un malentendido, pero después se aclaró todo... Yo creo que, en el fondo, quería seguir manteniendo a su representante, por eso quiso que fuera yo", dice.
Lo cierto es que la elección del vocero de Parra es algo que parte mucho antes: hace 19 años, cuando Cristóbal nació y llegó a vivir a la parcela de Julia Bernstein, a la casa de su abuelo. Entonces, Nicanor Parra compró una de sus mayores debilidades: un Volkswagen escarabajo del año 60, que inscribió a nombre de su nieto, y a éste le puso Tololo, nombre que en aimara significa "a la altura de Dios".
Cristóbal, al menos, ha crecido a la altura de Cervantes y de Shakespeare. "El Tololo" llegó al mundo poco después de la traducción que Parra hizo de El Rey Lear para el montaje en el Teatro de la Universidad Católica, el que fue un éxito no sólo de taquilla, sino que también le valió a Parra el título académico de "Honorary Fellow" de la Universidad de Oxford.
Cuando "El Tololo" dormía en su cuna, el mismo Parra ha dicho que lo miraba mientras transcribía a Hamlet, porque Parra no traduce, "rescata el espíritu de Shakespeare para que un chileno del siglo XXI pueda sentir lo mismo que un inglés del siglo XVII". Esa versión aún no se publica y se espera que sea su próximo trabajo: un Hamlet parriano, con el recuerdo del "Tololo".
Cuando Cristóbal tenía unos cinco años, veían acostados películas de la obra de teatro de Hamlet. Cada vez que Polonius aparecía en pantalla, Parra gritaba: "Viejo chucheta", y el nieto se ponía a reír.
El abuelo también se reía cuando el nieto se metía en su bandeja del desayuno, se llenaba las manos de azúcar y le decía: "Soy un mostro gigante", para luego esparcirle los gránulos por la cabeza; o cuando partían juntos a comprar empanadas a María Monvel y, mientras esperaban, el abuelo Parra dibujaba en las bandejas de cartón corazones con pies y manos y escribía antipoemas. También anotó en su cuaderno cuando, un día, Cristóbal le dijo: "Este viejo pelo blanco no tiene idea de nada". La dupla continuó.
Diez años más tarde, Cristóbal ayudó a Nicanor a ahorcar presidentes de la República en la exposición que Parra presentó en el Museo del Palacio de La Moneda.
"Mi abuelo hablaba tanto de Hamlet, que me empecé a obsesionar con él. Mis amigos querían ser los Power Rangers, pero yo quería ser Hamlet". Así es como un día la profesora pasó la lista y Cristóbal Ugarte Parra no respondió. La "tía Anita" llamó a sus papás, porque Cristóbal pensaba que se llamaba como el trágico príncipe de Dinamarca. Pasaron varios días hasta que la tía se resignó y llamó a Hamlet en la lista de asistencia. "El Tololo" de nuevo no contestó.
-Ya me había aburrido -recuer-da-, ahora me creía Laertes.
El año pasado, Cristóbal se fue a estudiar inglés a la Universidad de Oxford. Citando a su abuelo de memoria dice: "Después me dediqué mejor a viajar / a practicar idiomas / idiomas / yo soy el individuo", y partió a recorrer los lugares sagrados de Parra con el mismo mapa que viajó él en 1948 a estudiar Cosmología en St Catz College.
Pero de física, poco y nada. "Cuando llegó a Inglaterra conoció la obra de Shakespeare y no pudo salir más de la biblioteca", dice su nieto. No entró a ninguna clase, casi lo expulsaron y el British Council estuvo a punto de quitarle la beca y mandarlo de vuelta a Chile, hasta que supo lo que Nicanor Parra estaba haciendo: el principio de lo que fue la antipoesía. "En Oxford hay una librería importantísima que se llama Blackwell's, y un día él pasó por fuera y en la vitrina vio un libro que decía Apoems y eso a él le encantó. A partir de eso después llegó al concepto de Antipoemas". En ese viaje, mientras estaba en su pieza en el homestay de las hermanas Bronghton escribió, una tarde, el Soliloquio del individuo. El comienzo de todo.
El Cervantes
Primera foto. "El Tololo" se para frente a los libros de la sección de Parra que hay en la biblioteca. Allí, el antipoeta comparte estante con Armando Uribe, Claudio Bertoni, Jorge Edwards. Mira bien los libros y no se decide por ninguno. Conoce todo lo que ha escrito su abuelo. Al principio no quiere posar, pero después lo piensa, y si va a representar a Parra en una imagen, debe salir como su abuelo: saca una chaqueta azul con botones dorados de su bolso y se tapa la cara con la mano bien abierta.
Segunda foto: simula una W con los dedos medio e índice.
Tercera foto: mira fijo, levanta la mano izquierda y esquiva la cámara con la derecha. Conoce el motivo: "No es choreza mía, mi abuelo no se saca fotos, porque los mapuches dicen que les roba el alma". Y allí se acuerda cómo empezó esto de compartir la misma voz de Nicanor Parra.
"Desde los 12 años empecé a leer a mi abuelo y me convertí en su fan número uno. Lo empecé a seguir por la prensa, me enteraba de sus candidaturas al Cervantes, al Nobel. Quería más que nadie este premio para él. Pero este galardón lo necesitamos los fans, que queremos que nuestro ídolo sea reconocido, no él, a otro Parra con ese hueso", dice.
Pasó todo noviembre de 2011 a la espera. Hace años que está pendiente de quiénes son los candidatos al Premio Nobel de Literatura y al Premio Cervantes, "casi por inercia, porque sabía que no se lo iban a dar". Como un verdadero jurado, Cristóbal leía año a año a los nominados, y más se convencía de que tenía que ganar su abuelo. "Hasta que este año se hizo justicia. Como dice Nial Binns, better late than never". El 1 de diciembre del año pasado su padrastro, Hernán Edwards, lo despertó con la noticia; había leído en una revista online extranjera que Nicanor Parra era el nuevo Premio Cervantes.
Tomó el teléfono y a las 10 de la mañana llamó a su abuelo a Las Cruces. El premiado no tenía idea, le pidió que confirmara la noticia, pero la prensa ya había llegado a su casa en la playa y en La Reina. Era un hecho. A los pocos días, como todos los fines de semana, lo fue a ver.
"En Las Cruces cada vez me encuentro con un abuelo que todas las mañanas desayuna megadosis de ácido ascórbico, camina sin bastón, sube y baja escaleras, lee sin anteojos, habla con la voz de un hombre de 50 años y se informa de todo lo que pasa en el mundo", cuenta el nieto. "Está en el tiempo de los discursos de sobremesa, su mejor trabajo en el mejor momento. Se mete a Google, YouTube, baja canciones por MP3 y maneja". Todos los días se sube a su obsesión: un escarabajo viejo que debe sacar a andar varias cuadras para cargarle la batería.
El viejo Parra le encomendó la difícil tarea de la revisión técnica a su nieto.
"Allí se siente unos 60 años menor, se niega a tener un auto nuevo, él dice que es el auto del pueblo… Hace tiempo tiene la idea de poner el manubrio en la maleta y que uno pueda manejar como si todo el tiempo estuviera en reversa". En el escarabajo sale y compra 40 humitas a la señora Paty y come los almuerzos que le prepara la Rosita. Ahí "El Tololo" volvió a darse cuenta de que para Parra "su mayor premio es vivir frente al mar, con oxígeno de sobra, lejos del mundanal ruido". Pero desde el 1 de diciembre del año pasado su rutina cambió.
Y la del "Tololo" también.
"Desde que supo del premio, se pasa nada más que estudiando a Cervantes y presiento que le va a faltar tiempo para el discurso. Para hacer un discurso de sobremesa que se sostenga por sí mismo, él se toma varios meses, incluso años. El del Premio Luis Oyarzún lo entregó un año después. El se toma mucho tiempo". Cristóbal cree que las publicaciones de su abuelo han sido casi por accidente, "la historia de Poemas y Anti poemas es que postuló a un concurso, ganó y tuvo que publicarlo, de otra forma lo más probable es que mi abuelo no habría publicado nada".
El mismo Parra dice que saca libros cada 17 años.
Por eso Cristóbal, entremedio del piano y las maquetas, se puso a estudiar a Cervantes. Por si el discurso para mañana no alcanzaba a estar listo. "El Tololo" tiene dos imágenes puntuales junto a su abuelo: la primera, Parra hablando de la importancia que tiene una frase en latín en la portadilla de El Quijote: "Post tenebras spero lucem", una frase que significa: "Después de las tinieblas espero la luz"; y la segunda, Las tablitas, un trabajo que hizo con trozos de madera que sobraron de la construcción de su casa en Isla Negra, donde dibujó al Quijote y Sancho Panza. "Y bueno, yo, la verdad, es que he leído harto del Quijote últimamente".
Para que su abuelo esté presente en la ceremonia -donde no estará el rey Juan Carlos, quien se excusó de asistir a causa de la operación a su cadera, tras su polémico viaje de caza de elefantes a Africa- Cristóbal subirá a recibir el Cervantes con la antigua máquina de escribir con la que su abuelo realiza parte de su obra.
Advierte que la arquitectura no lo ha dejado meterse de lleno en el mundo de Cervantes, así es que tuvo que elegir. "Sigo la escuela de mi abuelo. Basta captar el discurso o el tono del autor para saber los puntos que calza". Y la elección fue el capítulo que más atención le llama a Parra, y es el de la biblioteca de Don Quijote. "Ahí su familia y autoridades de La Mancha deciden quemar la biblioteca de 100 libros de don Quijote, todos sus libros de caballería al fuego para terminar con sus alucinaciones. Eran todos títulos reales, incluso uno era La Araucana. Mi abuelo tiene la idea de conseguirse los 100 libros y donarlos a la biblioteca Nicanor Parra de la UDP y hacer la sección de don Quijote".
"Creo que voy a correr peligro", dice pensando en lo que pasará mañana cuando tenga que subir al escenario. "He leído anotaciones geniales, pero nada de protocolares". Antes de subir al avión su abuelo le entregó un poema que escribió con referencias al Quijote y textos propios. Al leerlo se asustó un poco. Está por verse, mañana, si el "Tololo" lee ese texto u otro.
El viaje
Pocas veces "El Tololo" y Nicanor han viajado juntos. Cristóbal se acuerda de una ocasión, cuando tenía cinco años, en la que le pidió que lo llevara de vacaciones con él, y partieron con la Corita, su nana, a San Fabián de Alico, al pueblo natal de los Parra, en la provincia de Ñuble. De esas vacaciones le quedan un par de fotos y pocos recuerdos.
Los más importantes se refieren a Violeta Parra.
Nicanor le relató a Cristóbal la última vez que vio a su hermana más famosa. "Me contó que un sábado la Violeta apareció entre los matorrales de la parcela de La Reina. Mi abuelo estaba en una terraza abalconada. La Violeta se instaló abajo y le tocó una sola canción que se llamaba Domingo en el cielo. Al día siguiente, un domingo, ella se suicidó. Fue su manera de avisarle su forma de despedirse".
Este viaje a España podría haber sido el próximo con su abuelo.
Se lo pidieron la ministra de Cultura de España y su similar de Chile, Luciano Cruz-Coke, pero Nicanor Parra ya había optado: el único que lo iba a representar ante el rey de España iba a ser "El Tololo". Pero Cristóbal hizo una gestión. Llamó a su tío y ministro de Cultura, Luciano Cruz- Coke, y consiguió que le fueran a sacar el pasaporte a su casa en Las Cruces. Parra no se tapó la cara cuando lo fotografiaron con una cámara digital para el documento, pero no quiso firmar.
Eso costó un par de días, hasta que lo hizo.
El pasaje estaba listo y a su nombre para el pasado martes 17. Cristóbal sólo supo que su abuelo no se subió con él al avión ese día, pero que con su abuelo todo puede suceder.
Los 10 días de este viaje "El Tololo" los va a pasar almorzando con el rey, leyendo antipoemas, asistiendo a mesas redondas y viajando a Barcelona, con su mamá y su tío, para ver una posible exposición de Artefactos.
Caminando por Vergara, rumbo a su facultad, se saca la chaqueta azul, vuelve a guardarla en el bolso de cuero negro. Le dice a un compañero, con el que se encuentra a mitad de cuadra, que ya están atrasados de nuevo. Cristóbal Ugarte Parra, el nieto más querido del poeta Nicanor, reconoce que la mayoría de sus amigos le dicen con cierta envidia: "Ojalá que sea 23 de abril pronto".
Observa su maqueta a medio terminar.
"Yo les respondo: ojalá sea 24".