"Pasadas las 3.00 desperté con el movimiento del terremoto. No le di mucha importancia, pero igual me asusté. Sin embargo, puse una película en el DVD y seguí acostado. En ningún caso me imaginé que ocurriría un maremoto. Al llevar media hora viendo la película se cortó la luz, por lo que me levanté y como de costumbre miré por la ventana: mi vecino Cristián López corría por la calle y me gritó que venía un tsunami".

"En esos momentos, mi hija Martina se da cuenta de que estaba temblando. Trato de comunicarme telefónicamente con la Capitanía de Puerto, alrededor de las 4.18, sin que nadie me contestara en dos llamadas, de un minuto de insistencia aproximado cada una. En eso comenzamos a escuchar el sonido de cómo los botes que se encontraban en la bahía, cerca del muelle, comenzaban a golpearse entre sí (...) en esos momentos, mi hija Martina encendió las luces y a mi solicitud salió en dirección al gong para que lo golpeara, con la finalidad de alertar a la población".

"Nos encontrábamos los dos durmiendo (con su hija Maite) y solamente recuerdo haber despertado en el mar (...). Sentí un torrente fuerte de agua que me tuvo dando vueltas por bastante rato. Cuando salgo a la superficie me encontré con un techo grande que no era de mi casa, y me subí a este. Escuché muchos gritos de personas, pero no podía ver a nadie. Mientras estaba allí comencé a llamar a mi hija, pero no tuve ninguna respuesta. En un momento sentí que un hombre gritaba. Creo que estaba a unos 20 metros, aunque no lo podía ver, y me decía desesperado que estaba enredado y no podía salir, pero yo no tenía manera de ayudarle, hasta que ya no lo escuché más. El techo se comenzó a hundir y no me quedó otra que nadar, hasta que me encontré con un mueble, que me parece que era un ataúd".

"Mientras toda la gente subía a los cerros, nosotros bajamos para ayudar a los que gritaban. Al llegar al puente matadero, nos percatamos de que venía otra ola, que arrastraba casas y estructuras de norte a sur y girando; al ver esta situación, debimos subir unos cuantos metros para que el agua no nos alcanzara. Esperamos un momento, vimos que el mar se retiraba y volvimos a bajar, pero esta vez pocos metros del agua. Todo el sector costero estaba destruido y mucha gente pidiendo ayuda en el agua. Alumbrábamos con el foco y les gritábamos que nadaran hacia la luz".

"Nos trasladamos a la tenencia, comenzando a sacar los caballos y a cargar un furgón con el armamento y documentación de importancia. Recuerdo que, justo cuando estábamos cargando el furgón, escuché por la radio del vehículo que un periodista de la radio Bío-Bío señalaba que, por información entregada por la Presidenta Michelle Bachelet, la población debía mantener la calma y estar tranquila, ya que no había riesgo de tsunami en las costas. Aquella situación me llamó la atención, por cuanto para ese entonces el mar ya se había salido en Dichato (...). Me dio mucha impotencia el hecho de no tener en ese minuto un teléfono que funcionara, para poder tomar contacto con la radio y desmentir la información que estaban entregando, informándole a la vez a la población que el mar ya se había salido y que huyeran a zona segura".

"A las 05.40 (estoy seguro de aquella hora, por cuanto vi la hora en mi celular) escuchamos a la Presidenta Michelle Bachelet. Se dirigía al país, reiterando las informaciones anteriores señaladas por las otras autoridades, señalando que no había riesgo de tsunami y que estaba total y absolutamente descartado un hecho de ese tipo, y que la gente podía volver a sus casas. Eran cerca de las 6.55 cuando emprendimos el regreso a la cabaña, con la finalidad de ir a buscar ropa, agua caliente y alimentos. El vehículo lo dejé estacionado, salí y antes les dije a las mujeres que se mantuvieran en el vehículo. A mi esposa recuerdo haberla visto por última vez sentada en el vehículo (...). Al salir de la cabaña había agua en la calle. A pesar de esto, seguí corriendo en dirección al vehículo, con la intención de sacar a mi mujer: al llegar ya no estaba. Sin embargo, Eliana estaba aún en el asiento trasero. Le grité para que saliera. Sin embargo, no me hizo caso. Intenté tomarla por entremedio de los dos asientos delanteros, pero se hizo para atrás comenzando a decir: 'Dios, cuida de mis hijos'".

"Escuchamos que la gente gritaba en la calle, pero no se distinguía lo que decían, por lo que salimos a la calle, dejando la puerta cerrada. Estábamos afuera cuando escuchamos a una vecina gritar que venía el mar. Quisimos ingresar a la casa para protegernos, pero mi hijo Mario tuvo problemas para abrir porque estaba nervioso y no le apuntaba a la cerradura. Cuando logró abrir la puerta, introdujo su mano, pero ésta se cerró y le apretó la mano. Ahí entendimos que el agua venía ingresando desde la parte posterior: inundó el interior de la vivienda y cerró la puerta, por lo que yo misma le ayudé a abrirla. Una vez que consiguió zafarse llegó el agua y comenzó a llenar el pasaje, formando remolinos, hasta que nos alcanzó y separó a toda mi familia. Yo quedé junto a mi esposo y el agua nos arrastró".

"Cuando iba con la corriente río arriba encontré dos botellas plásticas, las cuales me puse bajo las axilas para poder flotar, no obstante que había muchas ramas y palos que me golpeaban, lo que hacía muy difícil moverse. Recuerdo que mi hermano llevaba una chaqueta de buzo blanca, por lo que le grito y me contesta pidiéndome que vaya donde él, que estaba en un tronco muy largo. Estábamos en eso cuando vino la recogida, formándose una especie de remolino, saliendo disparados en distintas direcciones (...). En ese momento pensé en dejar todo a la suerte. Estaba muy cansado y no podía mover el tablón, cuando sentí un ruido y me percaté de que estaba frente a la unidad de la PDI, como a unos 10 metros de la orilla. Me entregué a lo que sucediera. Ya no podía hacer nada y me di cuenta de que el mar se estaba calmando".

"El agua la tenía a la altura del cuello. Tenía solo la cabeza afuera (...). En ese instante fuimos ayudados por personas que estaban sobre el techo. Soportamos todos juntos, los techos comenzaron a ceder, pero nadie cayó al agua. Comenzamos a llamar a nuestros familiares, quienes estaban en otros lugares, pero no los veíamos, porque estaba oscuro. Entre los gritos que escuché logré averiguar que a Marcela se le había soltado su hijo Arturo. En los techos permanecimos hasta que amaneció. En ese instante apareció mi vecino E., quien es muy alto. Debe medir 1,90 metro. Venía caminando por el agua, que le llegaba al nivel del pecho. Se acercó y me dijo que le pasara a los niños, lo que hice en seguida, empezando por Leo, a quien llevó en sus hombros. Después llegó un cuñado de él, a quien le pasé a Daniela, después bajé con Eduardo".

"Cuando comenzó a bajar el nivel del agua ya estaba amaneciendo. Me dirigí caminando entre los escombros y el agua hacia donde estaban mis padres. Al acercarme, me percaté de que estaban afirmados de una camioneta. Justo en esos momentos llegó mi hermano, por lo cual entre los dos los tomamos y los llevamos frente a nuestra casa, dejándolos sobre el capó del auto, en donde estaban más seguros y fuera del agua. A esas alturas estaban casi con hipotermia y muy afectados respiratoriamente, vomitando un líquido como mezcla de barro y agua. Después volvimos a buscar a mi hermana y mi sobrino, y los dejamos en el mismo automóvil que a mis padres. Luego entramos a nuestra casa a buscar una escalera. Nos metimos en la casa, y todos juntos nos situamos en el techo y esperamos a que todo pasara".