LAS MONTAÑAS rusas se llaman así porque tienen su origen en las colinas de hielo que se montaban en las afueras de San Petersburgo, Rusia, en el siglo XVII. Eran estructuras de madera de más de 20 metros con una capa de hielo donde se deslizaban trineos que aterrizaban en una pila de arena.

Tres siglos después, el escenario es otro. Hoy ya no se ven trineos sobre hielo sino que sofisticadas estructuras -con modernos vagones- que compiten por ser cada vez más altas, rápidas y causar más miedo, en una verdadera carrera por cuál lleva a experimentar sensaciones más extremas en fuerza gravitacional, giros o velocidades.

¿Los límites? Ya no parecen estar en la tecnología, sino en el cuerpo humano y en ver hasta dónde dan las billeteras de las empresas que construyen montañas rusas. Así el futuro, además de la velocidad y la altura, parece apuntar también a proyecciones y tecnologías 3D que engañen la mente.

Evolución

Según el libro The Incredible Scream Machine: A History of the Roller Coaster, de Robert Cartmell, la primera montaña rusa que usó carros con ruedas se construyó en 1784 sobre los jardines de Oranienbaum, en San Petersburgo. Luego en 1812, en París, levantan Les Montagnes Russes a Belleville (Las montañas rusas de Belleville), la primera con carros equipados con ruedas y bloqueo de seguridad, carriles de guía para mantenerlos en el camino y velocidades más altas.

Hoy la apuesta también apunta a superarse constantemente. Un ejemplo es The Smiler, una montaña rusa inaugurada en mayo dentro del parque de diversiones Alton Towers, en Inglaterra. El circuito, que ayudaron a diseñar investigadores de la revista New Scientist, es el primero en el mundo con 14 vueltas. La estructura Kingda Ka (Nueva Jersey, Estados Unidos) tiene otro récord: es la más alta del mundo, con 139 metros, altura similar al de la Torre Telefónica en Santiago. Otro caso es la montaña rusa del Ferrari World en Abu Dhabi, Fórmula Rossa, la más rápida del mundo que puede pasar de 0 a 240 kilómetros por hora en 4,9 segundos, gracias a un enorme dispositivo hidráulico de 25 toneladas similar al de algunos portaaviones y un sistema de nitrógeno comprimido equivalente a 21.000 caballos de fuerza, 20 veces mayor que un auto de Fórmula 1.

Para llegar a estos niveles de complejidad los ingenieros se han apoyado en avances tecnológicos. El principal fue el descubrimiento del motor lineal simultáneo (LSM, según sus siglas en inglés), diseñado por la Marina de Estados Unidos para lograr el despegue de los jets en los portaaviones. En las montañas rusas se usa para que los vagones pasen de 0 a 100 kilómetros por hora en dos segundos. El sistema opera con una serie de electroimanes (dispositivos por los que atraviesa una corriente eléctrica) que se activan de forma secuencial. El LSM se combina con mecanismos de lanzamiento, ruedas y frenado en una única pieza. Gracias a esto los vagones pueden cambiar la dirección de recorrido, lo que se logra revirtiendo la polaridad de los electroimanes.

Otro adelanto clave en este proceso es el diseño en 3D conseguido por programas computarizados de ingeniería. El sistema modela prototipos digitales antes de la construcción, recreando cómo será el recorrido y prediciendo factores como la vida útil de los materiales, la experiencia gravitacional de los pasajeros y los puntos débiles del circuito.

Un ejemplo de su uso es el diseño de Projekt Helix, que se está construyendo en el parque Liseberg, en Suecia. La montaña rusa, que estará lista en 2014, tendrá dos puntos de lanzamiento y una aceleración de más de 90 kilómetros por hora, siendo la primera de su tipo en Europa. "Eres el más extenso, alto o rápido durante corto tiempo. Lo que queríamos hacer acá era crear un clásico", dijo Andreas Andersen, director de Liseberg, cuando se lanzó el proyecto.

Y tiene razón, en esta verdadera carrera armamentista los récords duran poco.

El futuro en 3D

En Abu Dhabi, Fórmula Rossa tiene vagones que experimentan una aceleración de 4,8 G (la fuerza G mide el aumento en velocidad de un objeto, siendo 1 el equivalente a la gravedad estándar). Esto sólo lo experimentan los pilotos de aviones de combate y se acerca a los límites humanos. "Podemos aguantar fuerzas de 6 a 8G por lapsos muy cortos, pero si estamos sometidos a 5G por más de cinco segundos, perderíamos el conocimiento", dijo a la BBC John Wardley, diseñador de The Smiler.

Hoy en promedio los pasajeros de las grandes montañas rusas del mundo enfrentan aceleraciones aproximadas de 3G frente a curvas muy pronunciadas o vueltas completas. También experimentan sensación de ingravidez (la fuerza G igual a cero) que ocurre cuando el carro entra en caída libre. Aunque esto no es un impedimento. "Llegamos al límite de las fuerzas G hace un tiempo, y en este momento no se trata de una barrera tecnológica que impida que una estructura sea más alta o más rápida, es un tema de dinero", dijo Justin Garvanovic, fundador del Club Europeo de Montañas Rusas, a la BBC.

Y claro, cada una de estas súper montañas rusas cuesta entre cuatro y 25 millones de dólares (The Smiler, por ejemplo, necesitó de 30 millones y Projekt Helix valdrá tres millones más). La lógica es sencilla: a más velocidad y emoción, mayores costos. Esto hace que de cara al futuro se esperen circuitos donde el valor agregado sean mayores adelantos audiovisuales. La premisa es explotar la experiencia sensorial con proyecciones e imágenes 3D.

"Queremos que la gente se baje del paseo y no sepa que fue real. Hay cinco efectos distintos diseñados para 'ensuciar' la mente: disparar jeringas gigantes, girar en ruedas hipnóticas y seguir luces intermitentes, entre otras", dijo a Daily Mail Katherine Duckworth, del equipo de diseño de The Smiler. Algo parecido hace Dynamic Structures (la empresa tras los parques de diversiones de los estudios Universal), que está construyendo la montaña rusa con mayor tecnología del mundo en Dubai. El circuito simulará el recorrido por una mina de carbón donde a través de proyecciones y efectos 3D los pasajeros experimentarán la sensación de caer verticalmente, de lado y hacia atrás en tramos de inestabilidad de rieles, además de precipitarse al vacío para aparecer repentinamente en el punto de partida.