MILES de ovillos de lana, hilo, algodón y acrílico son el telón de fondo. El público, decenas de compradores y curiosos que se acercan a mirar. Y el centro de atención, seis mujeres -de diferentes procedencias y edades-, que cada martes y miércoles tejen, sentadas al medio de una tienda, en pleno centro.

En la calle 21 de Mayo, entre Santo Domingo y Esmeralda, existe algo así como el reino capitalino de las lanas. Ahí, media docena de tiendas ofrecen sus productos. Es en uno de esos locales donde sucede la escena descrita, protagonizada por Mercedes Rojas (62), la profesora del grupo o "la tejedora", como la llama su nieta de 11 años.

Esa tradición empezó en los años 60, poco después de que naciera la lanería El Siglo, en 1959. Hace cinco años que Mercedes es la encargada de enseñar en ese lugar, incluso a seis hombres que, superando todo prejuicio, se acercaron a conocer la técnica.

Ella aprendió a tejer a los seis años. Su mamá, que era del sur, le enseñó. "A pesar de los años de experiencia, nunca he logrado la rapidez de ella", reconoce.

Por sólo $ 1.000 la hora, enseña a tejer con palillos, a crochet, con horquilla y en telar, aprovechando el nuevo impulso del tejido, luego de un bajón en los 80 y 90. "En esa época era mal visto lucir una prenda hecha a mano. Hoy eso ha cambiado e incluso varias figuras de la farándula mandan emisarias -porque obviamente no pueden sentarse aquí tranquilas- para que aprendan, a nombre de ellas, nuevos puntos".

No pone requisitos para entrar a su taller. "Excepto tener ganas de aprender. Mejor que lleguen sin saber nada; así, les enseñó mis mañas". Sabe que su trabajo no es para lucimiento personal, sino el de sus alumnas.

Se emociona hasta las lágrimas cuando recuerda la historia de una asesora del hogar que aprendió a tejer únicamente para, durante un año, confeccionar una colcha como regalo de matrimonio para el hijo de sus patrones, a quien crió. "Realmente, ella hizo un regalo maravilloso e inolvidable".

En medio de tecitos, queques, una que otra historia personal y los flashes de las cámaras de algún turista, sus alumnas notan avances. Ana Ortiz (58) va hace dos años al taller por recomendación médica, como varias de sus compañeras. Estaba con una gran depresión y, gracias al tejido, ya no necesita medicamentos. "Soy fanática. Tejer es el mejor vicio que puedo tener", cuenta Ana.

Mercedes le encuentra una explicación: "el tejido requiere de tanta concentración, que no te permite pensar en nada más. Aquí, los problemas se olvidan".

Si los martes y miércoles son en el centro, los lunes Mercedes enseña en el mall Florida Center, mientras que los jueves y viernes va a domicilio, actualmente a una casa de Vitacura y a un departamento de Las Condes.

En esta última comuna, Carmen Matthei (51) es una de sus alumnas. "Junto a cinco familiares tenemos este rato sólo para nosotras, como una excelente terapia. Pero si no tuviéramos a Mercedes, una estupenda profesora, este grupo no existiría", dice Carmen, quien incluso vende algunas de sus creaciones.